Esos primeros diez minutos de River – Central le sirvieron a Gallardo para corregir un problema serio. River atacaba. Atacaba como lo hizo toda la noche, con un 3-4-3 elástico, con un Vangioni súperveloz y superlúcido y Teo Gutiérrez, Mora y Pisculichi cambiando posiciones todo el tiempo, obligando a los defensores rosarinos a recalcular el GPS de las marcas todo el tiempo. Central tuvo dos contras casi seguidas. River no terminó dos ataques y el cuadro de Miguel Russo trató de poner en marcha uno de los planes predeterminados. En el primer contraataque que Central pasó la “línea Kranevitter”, quedaron mano a mano las duplas Niell – Abreu/Maidana – Funes Mori. ¡Mano a mano!. El famoso manual que nadie vio nunca dice que “siempre tiene que sobrar uno”. Guardiola explicó alguna vez que su Barcelona quedaba siempre mano a mano atrás porque él había decidido sacar un futbolista de atrás para llevarlo al medio y, de ese modo, garantizar la posesión la mayor parte del partido. Pensé que Gallardo había tomado nota de esto y que decidió hacer lo mismo que Pep. De última, estaba jugando en el Monumental, sos River, tal vez Central no ataque mucho…
Llegó un segundo contraataque de Central. La pelota volvió a pasar la “zona Kranevitter – Rojas”. Esta vez, el escenario fue aún peor que el primero. Estaban Abreu –que era quien traía la pelota– y Niell contra Maidana y su alma. El delantero uruguayo se demoró y Johnny se mandó un cruce milagroso. Ahí nos dimos cuenta de que la jugada anterior y esta habían sido errores posicionales de River y no determinaciones del entrenador.
Con mensajes engañosos que inundan los medios (“Si atacás, tenés que correr riesgos” “es lógico que recibas situaciones de gol si sos ofensivo”), con hinchas crédulos que toman el discurso más sencillo y se quedan en eso sin profundizar, con jugadores y entrenadores que justifican malas actuaciones culpando al planteo rival (Federico Mancuello en Olé, 18.Agosto.2014, por ejemplo), seguramente este detalle del juego de River no sólo hubiese pasado desapercibido, sino que hasta lo hubiesen justificado.
Por suerte para River, esto no le pasa al técnico Gallardo…
Si bien no fue la última vez que la pelota superó a los medios millonarios, si fue la última vez que River sufrió. Aceitaron movimientos los dos laterales y nunca más fueron los dos al mismo tiempo para arriba. El retroceso de Kranevitter y/o Rojas fue más veloz. Entonces, empezó a funcionar a pleno esta idea de Gallardo de River tenga la potestad, de que sea el dueño de todo. Ese todo incluye su seguridad defensiva. Salvo la jugada polémica de Chiarini con Niell, el arquero millonario no tocó la pelota.
Y eso, más el doble cinco que formaron Kranevitter y Ariel Rojas, más el tridente ofensivo de Piscu – Mora – Teo, más la sociedad de la derecha que conformaron Sánchez – Mercado y uno de los tres de arriba, según quién fuera por ese lado,más el enorme partido que hizo Vangioni por la izquierda (obligó a Russo a sacar al Chucky Medina antes de la media hora del primer tiempo para poner a Becker, un volante con mayor capacidad de marca), nos entregaron a un equipo de River que tal vez no juegue siempre así, pero que ya nos explicó que quiere hacer cada vez que entre a una cancha.
Uno puede describir ya cuál es la idea de Gallardo. Es la de un equipo muy dinámico, muy “intenso”, de transición rápida de defensa a ataque y, sobre todo, muy equilibrado. El equilibrio que no pudo darle ponzio en La Plata, anoche se lo dieron Kranevitter y Rojas. Es cierto que fue otro partido, otro rival y otra característica de jugadores la que tuvo enfrente, es cierto que contra Gimnasia no estuvieron –al menos de arranque– Mora y Teo y que Pisculichi ocupó una incomodísima posición de enganche.
Anoche, Teo y Pisculichi y, en menor medida, Mora, se turnaron para asistir al delantero que quedara más adelantado. Piscu llegó varias veces como “9” clásico, Mora fue socio de Sánchez y Vangioni casi en partes iguales, Teo Gutiérrez fue un prestidigitador que jugó como más le gusta: poniendo su lucimiento personal al servicio del equipo, más en el primer tiempo que en el segundo.
El complemento, justamente, no vio al mismo River del primer tiempo. Central intentó jugar más arriba, algunas mermas físicas empezaron a sentirse y el hecho de haber generado muchas ocasiones para cerrar el partido y no haberlo hecho generó cierta incertidumbre en el resultado, pero en el juego siempre dio la sensación de que River tenía todo bajo control. El golazo de Pisculichi puso los números dónde debían estar.
River y Gallardo nos dijeron que no hace falta defender mal para atacar bien. Conviertieron en retórica vacía el tema de la “manta corta” y otros tantos lugares comunes con los que el fútbol, sus protagonistas y comunicadores afines nos taladran los oídos cada vez que hay fútbol.
Parece que River tiene un entrenador que entiende que este juego tiene dos arcos. Y en los dos, anoche, ganó claramente River.
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