Hoy juega la Selección.
Hoy juega Messi, el gran héroe del Barcelona de Guardiola. Hoy juega el subvaluado Kun Agüero, enorme crack del Manchester City, venerado aquí casi como en la parte roja de Avellaneda. Hoy juega Di María, jugador clave de las Selecciones de Sabella, por quien Manchester United pagó un platal para tenerlo en un equipo de estrellas que todavía no arrancó. Hoy juega Chiquito Romero, aquel paladín de la justicia vestido de amarillo que nos hizo vibrar en la semi del Mundial atajando penales. Hoy juega Zabaleta, el 8 que se convirtió en 4, que muchas veces jugó de 3 y que hace tiempo que es inamovible en formaciones del City. Hoy juega Mascherano, jefe espiritual de la Selección Argentina, figura carismática y notable de las emociones mundialistas. Hoy está Tévez, el «jugador del pueblo», el que todos le pedían a Sabella (como a Bilardo Ramón Díaz, a Menotti Jota Jota López, a Bielsa Saviola, a Passarella Caniggia, a…).
Para quienes estamos en Londres esperando el partido, es un enorme placer volver a ver la camiseta celeste y blanca. Y, de paso, saber que por aquí anduvieron los Beatles, ver esas flores rojas que recuerdan a los caídos en la Primera Guerra Mundial la llevan desde los más jóvenes hasta los más viejos, con un impactante sentimiento nacionalista, es conmovedor. Esta ciudad está llena (llena en serio) de turistas. A uno le recomiendan ver «el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham», «el museo de cera de Madame Truffaut», «Picadilly Circus», «el Big Ben», «London Tower que no es London Bridge», «Abbey Road, pero sacate la foto rápido porque los autos no paran y capaz que te pisan», «ojo que acá manejan al revés y cuando mirás para el otro lado capaz que te pisan» y todos los lugares comunes posibles. Un argentino recomendando paseos siempre termina en un lugar parecido a un shopping o un shopping, directamente.
Londres supera todos estos clichés. Ver el Big Ben y todos los edificios que lo rodean causa emoción. No por la foto en sí (que todos la tenemos y todos la sacamos), sino por la historia que esas paredes y ese reloj tiene. Frente al Big Ben hay un bar en donde «Winston Churchill tomaba unas copas». Cuando uno viene por trabajo, el tiempo para pasear es muy acotado. Hay que hacerlo mientras en la Argentina duermen productores y conductores de TV. La diferencia horaria hace que cuando allá despierten, acá ya llevamos un buen rato caminando. Pero, esta vez, no es tan así. Entre Argentina e Inglaterra, hay una diferencia de tres horas. Es corta. No son las cinco horas de diferencia de la mayor parte del año en «el continente» ni las cuatro habituales de la Gran Bretaña. Pero esas tres horas nos dejan un ratito para caminar por estas calles. Es lo mejor de la vida. Caminar, respirar, mirar, conocer, saber… En cada ciudad a la que la vida nos lleva, este es el lema principal: caminar. Y mirar sin prejuicios, entender que es otra cultura, otra gente. En el bar de Churchill, teníamos que conversar en voz baja porque la gente así lo hacía. Estaba lleno y, sin embargo, yo podía escuchar a mi interlocutor con claridad. Ya sé que somos latinos y ellos no, pero eso es algo invalorable. Poder conversar con alguien tomando un café o una cerveza o un vino o un agua, tiene una plusvalía que nosotros, en la locura diaria, casi que olvidamos. El resto, es ver con asombro como las casas «inglesas» tan uniformes y tan ladrillo a la vista están hechas para el aprovechamiento total del espacio, como el barrio de Baker Street –«el barrio de Sherlock Holmes», «la primera estación del Underground del mundo»– tiene la belleza y la sofisticación suficientes como para uno se pase ahí todo un día y nos retumbe en la cabeza ese saxo profundo que escuchamos una y mil veces en la estupenda canción de Gerry Rafferty que lleva el nombre de ese lugar de Londres.
Mientras escribo esto, me doy cuenta de que hoy juega la Selección y que la Selección me trajo hasta aquí, con su Messi, con su Tévez, su Di María, su Kun y su Tata Martino. Pienso en que hoy habrá una cancha inglesa iluminada y una camiseta celeste y blanca. Y todavía, con estos años, esta carrera y tantos partidos encima, me conmuevo, me pongo inquieto y ansioso. Quiero saber ya cómo será este Tévez con la camiseta nacional, quiero saber si Messi a la derecha va a ser el mismo del primer Barcelona o estará limitado por la raya, quiero saber si el momento flojo del United no complica el poder de decisión y desequilibrio del Fideo Di María. Quiero saber si el jueves tengo que salir a recordar las enormes condiciones de Romero antes el maltrato injustificado o inflaré el pecho diciendo «¿vieron que es un arquerazo?». Quiero saber si el Kun del City y de Independiente es ese o definitivamente este esquema lo perjudica porque todo lo que le llega, le llega cuando está de espaldas al arco y con un rival encima. En Manchester City casi siempre llega de frente para resolver o se tira atrás, participa del famoso «circuito de juego» y hasta mete pelotas de gol. Está con un pequeñísimo problema físico. Si el Kun no puede estar, seguramente lo reemplazará Higuaín. Anoche, en la práctica, entró Tévez y después regresó el Kun. Todo hace suponer que Carlitos deberá esperar. Martino no lo dice, pero lo llevará de a poco para preservar la salud del grupo que tanto costó conseguir.
Abro los diarios digitales argentinos. Algunos me dicen «desenchufá». Nada es más relajante (para mí, ¿eh?) que leer diarios mientras desayuno. El bombardeo es incesante: Ahora parece que D’Alessandro que nuca volvería a River, que firmó por 1000 años con el Inter de Porto Alegre porque «es ídolo», porque «está a una hora de Buenos Aires», por «el flagelo de la inseguridad», volvió a coquetear con el club de la Banda Roja. Andrés Merlos lloró ayer por televisión. Da la impresión de que los equivocados somos nosotros en pensar que es un árbitro muy limitado y que no merece ser internacional. O que como «tiene una familia maravillosa», no hay que decir que su trabajo es flojísimo. El torneo de 30 equipos está naufragando, pero parece que hará como Tom Hanks y se quedará a vivir en una isla hasta el regreso. El Vasquito Arruabarrena es un tipazo, laburador y boquense. Pero también es un lugar común tras otro y quiere que creamos que Boca «no salva el año si le gana a River». Pasaron unos cuantos días y Lanús no pudo explicar seriamente por qué un tipo armado discutía con Palermo manoteando el arma. Hay una parte más seria que es la de la muerte de dos personas en una previsible pelea entre barras de Dock Sud y San Telmo. Los organismos de seguridad no te dejan entrar con una radio, un encendedor o una lapicera, pero programan a Dock Sud y San Telmo a la misma hora, con San Telmo esperando en un club limítrofe con Dock Sud (porque no pueden ir de visitantes por seguridad, ¿recuerdan ?) y no están cuando se los necesita.
En fin… Cierro el diario. Llueve en Londres. «En Londres llueve siempre, papá», dice un argento sentado cerca.
En la bella Londres llueve bastante y hace frío. Pero hoy juega la Selección Argentina a las 16.45 (hora argentina) en el estadio del West Ham. Enfrenta a un equipo de Croacia con pocas figuras. Pero eso importa poco. Argentina está buscando un nuevo equipo que mejore rendimientos anteriores. Y eso ya es suficiente para que estemos ansiosos porque empiece el partido.
ARGENTINA 1 CROACIA 0 FASE DE GRUPOS MUNDIAL 1998 (Bordeaux, Francia)
ARGENTINA 2 CROACIA 3 AMISTOSO 2006 (Basilea, Suiza)
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