El fútbol tiene un mundo único y real, en el que las cosas suceden con cierta lógica, si tenemos en cuenta lo que suponemos antes de ver el partido. ¿A quién se le puede ocurrir que un partido contra Uruguay será sencillo? Ni siquiera sabiendo que el cuadro del Maestro Tabárez está en una etapa de recambio, en la que ya no están tipos emblemáticos como Lugano, Forlán o el Loco Abreu y que tiene a Suárez suspendido. Pero hay una rivalidad añeja que es renovada en cada cruce. Podemos acá hablar del 2 de octubre de 1924, la tarde del gol olímpico de Cesáreo Onzari y la despedida a pedradas que el público argentino le brindó a los futbolistas uruguayos dentro de la cancha de Sportivo Barracas y por las calles hasta que los capitaneados por Pepe Nasazzi llegaron a tomar el Vapor de la Carrera. O bien, podemos cruzar el tiempo como una flecha y recordar la dolorosa eliminación argentina en la cancha de Colón, en la Copa América 2011, el día que Muslera le atajó el penal decisivo a Tévez.
Lo primero que buscó Martino fue equilibrio y, para eso, reconstruyó el tándem Mascherano – Biglia. Era tan fundamental recuperar esa dupla indispensable que sacrificó a Banega, de excelente primer tiempo ante Paraguay. Uno podría pensar en una salida de Pastore, pero le estaríamos pidiendo al entrenador algo que no está dispuesto a entregar, al menos por ahora: su idea. Y se respeta, como a todas las ideas. Podemos discutirla, podemos criticarla, pero todas las ideas, bien hechas, son buenas. Incluso la de Martino. Y las criticas a los cambios del partido del debut, obedecen, precisamente, a cuestiones vinculadas con uno de los preceptos básicos de la idea del Tata, que es defenderse con la pelota. Con aquel ingreso de Tevez e Higuaín por Agüero y Pastore, pareció ir a resolver el partido a los golpes en lugar de serenarse y dormir la pelota en el medio. «Defenderse con la pelota» es lo ideal. La pelota la tenés vos y eso capaz que te lleva con riesgo al arco rival. Y, como consecuencia, si la tenés vos, el rival no y no te lastima. Hizo bien en poner a Biglia. Es un jugador que no tiene reemplazo. Es una especie de Secretario Adjunto del CEO Mascherano. Es cierto que el Jefecito no jugó uno de sus mejores partidos, pero estuvo mas cuidado. Biglia tiene la virtud de no desordenarse jamás. Y eso hace que el equipo no se vuelva un caos, como pasó con Paraguay.
Argentina volvió a tener la posesión en el primer tramo del partido con Uruguay, casi como había sucedido el sábado con Paraguay. Pero encontró una oposición mayor. La idea de Uruguay fue raspar en el medio, achicar sus lineas, hacer que Messi, Pastore, Di Maria (otra vez flojo, errando pases y con dificultades hasta para dominar la pelota), que son los que llegan desde atrás, quedaran lejos del Kun. Le salió bastante bien, salvo en un tramo del primer tiempo en el que la tozudez de Argentina de ir una y otra vez lo metió contra los palos de Muslera. Fue el único momento en el que los uruguayos «se metieron atrás». Después, siempre tuvieron la clara intención de salir a buscar los espacios que Argentina indefectiblemente deja por detrás de Mascherano y Biglia. A veces lo consiguió Lodeiro en el primer tiempo, acompañado por un muy buen Tata González. Fue cuando los centrales nuestros sufrieron más de lo debido.
Es dificil establecer si Argentina jugó bien o no, aunque es evidente que hubo un avance en comparación con el 2-2 ante Paraguay. El resultado ayuda mucho en el análisis porque estos partido tan cerrados, tan chivos, con tanto físico en la mitad de la cancha, con tanto caudillo que tira hacia adelante (Godín, Arévalo Ríos) las cosas siempre van a ser ásperas. Messi lo sufrió en carne propia. «Sabíamos que Messi no cruza mucho hacia la izquierda y que siempre intenta buscar su mejor perfil. Es difícil preparar algo especial para un jugador de esa estatura, pero pensamos en una marca escalonada y ordenada y dio resultado. Messi fue menos influyente que otras veces, a pesar de que jamás se lo podrá controlar completamente», dijo Tabárez en la conferencia de prensa. Entonces, cuando Leo tomaba el balón en la extrema derecha y arrancaba su diagonal clásica, estaba la rudeza de Alvaro Pereira, mas el aporte de Arévalo Ríos, mas la salida de Giménez o Godín o hasta el cruce del Tata González. Nunca la tuvo fácil. Y si bien Messi apareció, cierto es que apareció menos y que en eso, hay mérito de Uruguay.
Hubo un factor muy positivo. Ante estas dificultades padecidas por Messi, mas el momento de bajón de Di Maria y la presencia de Lodeiro en cercanías a las zonas de Marcherano, Argentina puso el foco y destino el origen de su futbol en el Flaco Pastore, en las subidas de Zabaleta y Rojo y en la expectante voracidad goleadora del Kun Agüero. No es que haya prescindido de Messi. Argentina no puede ni debe prescindir de Leo. Pero debe crearle alternativas para que él pueda descargar o que el equipo vaya por otro lado con cierto nivel de eficacia. El gol argentino empieza en el pie de Messi, pero el que limpia la jugada, piensa y ejecuta es Pastore. Y el que da un centro – pase es Zabaleta. La palomita Marca Erico que tiró el Kun Agüero fue maravillosa porque tuvo acrobacia, sentido de la oportunidad, potencia y dirección. «Si bien mi fuerte es con la pelota por abajo, en el fútbol inglés te acostumbrás a cabecear a la fuerza. Zabaleta tira unos centros muy buenos y en el City también lo hace Kolarov», me dijo el Kun en el vestuario.
El resultado calma los nervios y eso es lógico. A nadie debería caérsele ningún anillo por esto. Las cosas se analizan en contexto y ese contexto es favorable. El partido no lo resolvió Messi, sino Pastore. Zabaleta llegó como llegan los laterales importantes a posiciones de avanzada. Agüero hizo un golazo y con ese golazo definió el partido. Fue un momento mágico, en el que cada uno hizo lo suyo a la perfección. Es cierto que al final Uruguay llevó por delante a los nuestros, pero era lógico. Iban perdiendo y en la cancha, ya estaban Carlitos Sanchez –que refrescó el medio — y la Joya Hernández, a quien Romero le sacó una pelota descomunal.
Javier Pastore fue mencionado aquí varias veces. Es que, junto a Biglia, fue de lo mejor que mostró el cuadro argentino. La estética del juego de Pastore muchas veces confundió a periodistas e hinchas que creyeron ver en él al nuevo Riquelme o al nuevo Redondo. Pero Pastore nunca había jugado en la Selección como para ganarse un lugar. Maradona, Batista y Sabella lo convocaron, lo pusieron de titular y nunca entregó una prestación confiable. En 2013, llegó Laurent Blanc al PSG y fue fundamental para el flaco cordobés. Dejó de ser «el Flaco que juega lindo» y se convirtió en un jugador más completo. Puede ir por los extremos, puede ser doble cinco, puede pisar el área rival como un delantero y puede armar un jugadón en posiciones ofensivas. No es que «por fin se hace justicia con Pastore». En todo caso, por fin Pastore tiene fundamentos para entregarle al equipo lo que el equipo necesita de él.
Para el final queda el resultado. Al igual que el Maestro Tabárez, no creo en merecimientos, en justificarse diciendo «merecimos el empate» o «merecimos ganar». Es un viejo y gastado recurso de jugadores, técnicos y periodistas para explicar frustraciones. Argentina hizo una jugada excelente, perfecta y metió un golazo. Uruguay tuvo el arco libre y la tiró afuera. Al margen de eso, el cuadro de Martino tuvo carácter, retomó la idea de ir todos tras el objetivo común y anteponerlo a cualquier diferencia que haya. Quedó claro en el festejo del gol, quedó claro en el festejo final del equipo.
Hay que recuperar esos viejos valores que nos hicieron tan felices. Con esos valores de unión y el objetivo común clarito, el camino a la cima es más llevadero.
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https://www.youtube.com/watch?v=7_XD0ped5z0
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