El Tata Martino camina en paz por el hotel Serena Suite. Esta feliz ahí. Le gustan las canchas de entrenamiento y la estructura hotelera es a pedir del profe Elvio Paolorosso: el periodismo está muy lejos. En una charla nocturna entre el cuerpo técnico del equipo argentino y los dirigentes más cercanos –Crespi, Segura– el DT nacional sugirió la idea de que Argentina tenga a La Serena como base de operaciones para toda la Copa América. En términos de fixture, el cuadro celeste y blanco sólo jugará dos partidos en esta bella ciudad costera. El que sigue será en Viña del Mar –a sólo 118 km de Santiago– y, si Argentina finaliza en primer lugar del Grupo, seguirá en Viña un partido más. Posteriormente, si todo sigue bien, habría que ir a Concepción (500 km al sur de Santiago, 968 km desde La Serena). Después, jugaría la final en Santiago o por el tercer puesto en Concepción. En términos de logística, me cuesta pensar que quedarse en La Serena sea lo más acertado, pero Martino quiere «tranquilidad». Y, honestamente, acá sobra.
La Serena es una bella ciudad, ubicada a 472 km de Santiago. Con suerte, llueve una vez al año. «Ahora llevamos una semana seguida de sol, pero es raro. En general, en esa época, hay muchos días nublados, pero secos», me dice alguien que lleva una vida en La Serena. «¿Ve aquella ciudad de allí enfrente? Eso es Coquimbo». En términos futboleros locales, hay mucha rivalidad entre quienes son de Coquimbo y quienes son de La Serena. Y ahí se acaba la tranquilidad de la que habla Martino. En ese punto, el futbol tiene dos nombres: Coquimbo Unido y Deportes La Serena. «Los de Coquimbo son mas revoltosos», me cuenta Juan, dueño de un local de «Delicias Árabes» en la playa de Los Nísperos y Avenida del Mar. «Ahora estamos los dos en Segunda División, pero cuando estamos en Primera y Coquimbo juega contra Colo Colo o la U o la Católica, la cancha se llena, no hay manera de conseguir una entrada. En cambio, acá son más tranquilos. Llevamos una vida más tranquila, en general».
La delegación argentina se siente muy bien tratada porque el chileno en general y los serenenses en particular, son muy respetuosos. Siempre piden «por favor», nunca falta un «gracias». Van a un ritmo que a quienes vivimos en la Ciudad de Buenos Aires puede parecernos cansino, pero esa parsimonia no difiere demasiado de cualquier pueblo o ciudad del interior de la Argentina. De todos modos, no hay que engañarse. Futbolisticamente, Argentina es el rival a vencer por Chile. El primer partido entre ambos fue el 27 de mayo de 1910 y lo ganó nuestro cuadro 3-1 en la cancha de Belgrano Athletic, en Virrey del Pino y Superí. Fue la primera vez, además, de que Argentina, en un partido internacional entre selecciones, no tuvo a Uruguay enfrente. Los chilenos dicen que ese partido los condenó de por vida. Pero, la realidad, es que, pese a ser una de las entidades fundadoras de la CONMEBOL, durante muchos años a la cola de las grandes selecciones del continente. Pero acá saben que, hoy, el cuadro de Sampaoli tiene material como para vengar a muchas generaciones de futbolistas transandinos que no pudieron saltar la valla que imponían Argentina, Uruguay y Brasil, los cofundadores de la entidad madre del continente. Con hacer un mínimo ejercicio de memoria, uno puede encontrarse con Carlitos Caszely y Patricio Yáñez, con Iván Zamorano y Marcelo Salas, con Jaime Pizarro y Fabián Estay. Y con el gran equipo de Colo Colo subcampeón de la Copa Libertadores de 1973 y ganador del trofeo en 1991. Bueno, pero muy poco para un pueblo tan futbolero como el chileno.
En medio de todos estos recuerdos y todas estas vivencias, están el Tata y sus muchachos. Ellos sólo piensan en ganar la Copa América. ¿Servirá como bálsamo para atenuar la herida del Mundial? Es posible. Íntimamente, el plantel sabe que hizo un gran torneo en Brasil y que llegar a la final es un enorme mérito. Y que el partido con Alemania fue una disputa pareja, en la que el cuadro nacional se paró como un grande y tuvo a su merced al equipo de Joachim Low dos o tres veces. El fútbol entre potencias tiene estas idas y vueltas. Capaz que jugaste el partido de tu vida y el que está enfrente te emboca. Así es el fútbol de elite. Lo padeció Juventus en la final de la Champions. En el momento del segundo gol de Barcelona –el de Suárez– el equipo de Pirlo y Carlitos estaba para meter el tercer gol antes que el segundo y terminó con Buffon buscando la pelota en su propia red.
Pero explicar todo esto resulta un ejercicio inútil. Estamos ante una generación que cree en el éxito inmediato y sin esfuerzo, que piensa que llegar a la final del mundo es «algo que tiene que pasar porque tenemos a los mejores jugadores del planeta». Eso genera un perenne y espantoso estado de insatisfacción. Entonces, llegamos a la final y ahí hay que ganar. Si no ganás la final, todo lo que siga no sirve o estará signado por el fracaso. Quienes estuvimos en la calurosa tarde de Maracaná sabemos que acaso no haya sido una proeza, pero que haber estado hasta el final con la posibilidad de ganar la Copa del Mundo fue una aventura fascinante.
Por eso, Martino tiene la vara muy alta. No sólo tiene que armar un equipo con todo lo que esto implica (idea, funcionamiento, mística), sino que, cuando mira la historia reciente por el imaginario espejo retrovisor, se encuentra con un equipo que jugó la final de un Mundial. Tata está en el fútbol desde toda la vida y sabe que esto no es poco. Tiene que lograr que el grupo que formó Sabella mantenga eso de «el yo es nosotros» y de que todos vamos detrás del objetivo común. Y todo eso, en el contexto de un cambio de estilo. Aunque este último punto –que tanto preocupa a los «sabellistas»– no debería alarmar. Argentina tiene jugadores para hacer cualquier estilo. Es cierto que para este juego de presión y eterna posesión que quiere Martino, Pastore o Banega podrían tener una preponderancia que antes no tuvieron, pero no olvidemos que Messi y Mascherano se criaron en la meca de este estilo. Y que Agüero tiene condiciones fantásticas como para juntarse a participar del famoso «circuito» y llegar a definir. Hizo mil goles de ese modo. Las presencias de Roncaglia y Otamendi tiene que ver con momentos. El año del ex Vélez en el Valencia fue extraordinario. El ex Boca, en cambio, además de su actualidad en el Genoa, puede entregar más marca.
Hoy empieza la Copa América. Parece un torneo menor comparado con el Mundial y, sin embargo, no lo es. Es el certamen continental mas antiguo del mundo, creado cuando la Revolución de Mayo cumplía 100 años en Buenos Aires y todo estaba por hacer.
Como ahora. El Tata Martino tiene todo por hacer. Con un tono diferente, con un estilo distinto, el ex entrenador de Newell’s nos invita a pensar que nuestro equipo está en buenas manos. Está en otras manos, es cierto. Pero las manos de Martino son buenas y confiables.
Falta jugar bien y ganar. Veremos si podemos lograrlo hoy, a partir de las 18.30.
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