«Messi se queda en Barcelona» es un título demasiado generoso. Le da a lo que ocurrió en el sainete Messi – FC Barcelona una épica que no tuvo, no tiene y no tendrá jamás. Escuchando lo que Leo Messi le dijo al periodista español Rubén Uría, de Goal.com, en los 18 minutos de entrevista que concedió el viernes 4 de septiembre de 2020 en su casa de Casteldefels, lo que sucedió, en realidad, fue que Messi no pudo irse.
En algún momento, todo ese camino de salida que emprendió el mejor futbolista del planeta y que contamos aquí el domingo 30 de agosto, se interrumpió. Hubo un muro lo suficientemente alto que ni siquiera Messi –que lo puede todo– supo como saltar. Que el muro es legal y económico, no es un secreto para nadie. Superar la resistencia familiar al cambio fue muy complicado, pero ya era un tema resuelto. Leo debía pagar la abstracta suma de 700 millones de euros de una cláusula de rescisión de fantasía, pensada para un Messi que jamás se iría del Barcelona. O, llegado el caso, Messi y el Fútbol Club Barcelona dirimirían sus diferencias en un tribunal.
Ahí es donde parece estar el límite. Messi quería sacar su ficha sin que mediara cláusula alguna y negociarla como alguna vez lo hicieron Xavi e Iniesta, por ejemplo, que se llevaron un bono y se buscaron jubilaciones de privilegio en destinos exóticos. «La institución le otorga el pase libre para que milite en el club de su preferencia», decían los antiguos papeles que se le entregaban a los jugadores de larga trayectoria a los que se premiaba con el pase para «que se ganara unos mangos». Aquí la situación no es igual, obviamente. Messi no buscaba su libertad para ir a ganarse unos euros. Los euros ya los ganó y no es el dinero lo que lo moviliza, al menos no en el primer lugar de sus preferencias. Lo que puso a Messi en el camino de salida ahora frustrado fue la falta de incentivos internos, una incapacidad supina del presidente Bartomeu y la Junta Directiva en los temas vinculados al fútbol, que es lo que sostiene a Barcelona desde hace más de un siglo.
Messi está asesorado por Cuatrecasas, un estudio que figura en el sexto lugar entre los más importantes de Europa, que tiene sedes en los cinco continentes y que está compuesto por 1.060 abogados. Quien acompañó a Jorge Messi a su encuentro con Bartomeu fue el doctor Jorge Pecourt, un valenciano de 47 años, experto en los asuntos de deportistas profesionales. Estos son días complejos, en los que los periodistas nos dejamos llevar por emociones en temas en los cuales, sin conocimientos profundos, es imposible sentar posición. Pecourt fue quien se encargó de confeccionar el burofax que Messi envió al Fútbol Club Barcelona y que puso al conflicto en un sendero directo hacia los tribunales.
«Cuando un cliente muy poderoso, y Messi lo es, está enojado con algo o alguien, es casi imposible invitarlo a reflexionar. Es cierto que el envío del burofax es un rompimiento de lanzas, es sabido que es el inicio de un camino que podría terminar en un juicio. Pero, es el deseo del cliente y hay que cumplirlo. Después, hay que llevarlo por donde mejor le convenga», me dice una abogada a la que consulté a caballo de la repetida frase «un gran error de asesoramiento». Me agregó que «Cuatrecasas es uno de los estudios más importantes del mundo. Debe tener 30 clientes con el poder económico de Messi, aunque no tan famosos. Sabe lo que está haciendo».
Un dato curioso es que Cuatrecasas comenzó a trabajar con el FC Barcelona en el momento de la salida de Neymar y fue quien confeccionó, en su momento, el contrato de Messi hasta junio de 2021. Es el mismo contrato que ahora trató de finiquitar. A alguien esto podría parecerle mal, pero no hay que atreverse a tanto. Messi (cuando decimos «Messi», estamos hablando de la «Empresa Messi») contrató a Cuatrecasas, justamente fue porque vio que hacía un buen trabajo con el club y porque su reputación es intachable. «Nada ni nadie es más importante que el prestigio del estudio, sobre todo en ese nivel. Si enviaron el burofax, fue porque eso no ponía en juego el buen nombre y honor del estudio. De otro modo, no lo hubieran hecho», me resume mi fuente profesional de consulta. O sea, Messi tuvo el mejor asesoramiento legal posible. De la reunión que tuvieron Jorge Messi, Jorge Pecourt, Josep Bartomeu y el dirigente Javier Bordas, surgió la noticia de la continuidad de Leo. Ni esclavitud ni jaula de oro: Messi no tenía recursos legales para irse ahora ni era aconsejable ir a tribunales. Dicho de otro modo: Messi no puede ir a juicio contra el FC Barcelona.
De lo contrario, la ruptura no sólo hubiese sido con Bartomeu, que, en definitiva, es un ave de paso que dejará el club en abril de 2021. El escudo de FC Barcelona tiene la cara de Messi y destruir esta unión con un juicio agotador y doloroso hubiese sido de una torpeza imperdonable. Quedándose hasta junio de 2021 y yéndose por un portón gigante, en cambio, tiene asegurado el amor de su gente hasta el día del Juicio Final. Pecourt le hizo entender a Jorge Messi que, si la idea de irse continúa, en enero ya podrá sentarse a negociar con quien quiera, en calidad de agente libre. Aunque hoy parezca una vida, para enero del 2021 faltan poco menos de cuatro meses.
Cuando Bartomeu fue a buscar a Ronald Koeman, pensó en regresar a la línea holandesa. Esa rama de conducción la inauguró la llegada de Rinus Michels, en 1971. Los dirigentes culé de entonces, vieron en Michels –hacedor del Ajax de los 60 y 70 y La Naranja Mecánica del Mundial 74, con Cruyff como joya más preciada– el hombre ideal para establecer una línea de juego, por supuesto, pero, además, un estilo y una conducta bien definidos. Y esa conducta es rígida, sin dobleces, de mirada gélida, con llegada a los futbolistas desde el conocimiento y las ideas más que del mimo y el afecto. De hecho, los jugadores de Barcelona dicen estar gratamente sorprendidos, en estos primeros días, por el método de entrenamiento de Koeman. Pero la conducta rígida y la mirada gélida que tuvieron, primero Michels en sus dos ciclos (1971 – 1974/, 1976 – 1978) y Johan Cruyff (1988 – 1996), vino acompañada con una manera de entender y sentir el juego. Las calidez esta en el estilo, si uno quiere buscar argumentos para comprender el lazo generado entre jugadores y estos entrenadores.
Michels y Cruyff marcaron al Barcelona de por vida y Pep Guardiola –la pata catalana de la línea holandesa, futbolista fundamental del Barça de Cruyff de la primera mitad de los 90– fue una continuidad de ellos. Con los cambios que el juego fue experimentando, cada uno en su tiempo fue un adelantado. Marcaron época, fundaron una manera de jugar que el Barça adoptó desde hace ya muchos años. La Dirección Deportiva del club entendió que el haberse apartado de esa «línea holandesa» fue lo que lo llevó a ser peor cada temporada, a perder de manera bochornosa en estados avanzados de la Champions League y cree que Koeman es el indicado para tomar decisiones fuertes, rearmar el equipo, exprimir a La Masía y darle a los culés el estilo que tanto añoran.
Koeman fue un jugador muy importante en la Era Cruyff. Si bien se lesionó seriamente en su primera temporada, cuando se recuperó fue uno de los capitanes del equipo y autor del gol que le dio a Barcelona su primera Champions, en 1992, contra la Sampdoria en Wembley. Como entrenador, tal vez, no haya tenido la misma trascendencia que como futbolista, pero estaba dirigiendo a la Selección de Holanda cuando recibió el llamado de Bartomeu. Hay una entrevista que Koeman dio en 2019, en la que dejó algunas pistas que ahora tienen sentido, sobre el alto promedio de edad de las principales figuras del Barcelona.
Hubo un gran error de procedimiento en el flamante DT del Barça: comunicó por teléfono a Suárez que no estaría en sus planes, en una llamada que duró poco más de un minuto y medio. A Koeman, como a cualquier entrenador, le asiste el derecho de contar con los jugadores que quiera. Lo trajeron para que tome decisiones y descartar a Luis Suárez para hacerle lugar a Antoine Griezmann es una decisión importante. El tema es que el método que eligió para deshacerse de Suárez fue disparatado y eso hizo estallar a Messi. No fue la causa que llevó a Leo a enviar el burofax, pero acaso haya sido el detonante. En el reportaje que le dio a Goal.com, no se habló de Suárez ni de Koeman. Es probable que el propio Leo haya pedido que no se tocara el tema.
Ahora comienza otro tiempo. Da toda la impresión, teniendo en cuenta las características de los personajes, que para que Suárez continúe vestido de bleugrana, deberían ocurrir muchas cosas diferentes a las que están ocurriendo, empezando por la salida del entrenador. Al enorme delantero uruguayo le queda un año de contrato y el FC Barcelona intentará negociar una salida lo menos costosa posible. Cuentan que la situación de salida hacia otro club es similar a la que pretendía Messi. Juventus, en este caso, tiene todo arreglado con el futbolista, pero no va a sentarse a negociar con nadie más. Ahora es Suárez el que debe resolver su salida como agente libre y un asunto de documentación que, intuimos, no será de gran trascendencia.
Messi y Koeman deben volver a juntarse. Tienen que mirarse a la cara y volver a decirse lo que piensan, esta vez con nuevas cartas. La última vez que se reunieron, Koeman le habló del fin de la «autogestión del vestuario» y de los «privilegios». Leo le respondió que estaba «con un pie afuera» y se fue absolutamente contrariado, acaso convencido de que se iba del club. Ahora, las cosas cambiaron, sobre todo para el pibe argentino. Koeman sigue siendo el DT, pero Leo ya no está con un pie afuera, sino con los dos adentro. Barcelona comenzará La Liga recién en la tercera fecha, cerca del 27 de septiembre, cuando reciba al Villarreal en el Camp Nou. Para ese entonces, Koeman y Messi deberán tener todo resuelto. El DT holandés tratará de convencer a Messi de que llega para generar un nuevo barcelonismo, de que Leo es la piedra basal de la deseada refundación del Barça y que el fútbol que intentará será el que tanto le gustó. Messi escuchará, pero sólo estará con la cabeza a pleno el día que resuelva para sus adentros si, efectivamente, comenzó la refundación o será otra temporada de vuelo bajo.
Pero no digamos más que Messi se quedó en el Barcelona. La verdad, por antipática que sea, es otra: se quiso ir y no pudo.
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