El River del 2015 –glorioso River– mostró muchas facetas admirables. La principal, según consta en esta misma web, es haber mutado según la coyuntura. Siempre tomando como referencia la gestión de Marcelo Gallardo, jugó de un modo en 2014 y de varios modos en 2015. Los resultados fueron óptimos, como todos sabemos, pero al DT siempre le quedó la idea de retomar aquel juego del año anterior, sobre todo el del comienzo de su trabajo. A mediados del año pasado, cuando asumió, logró convencer a Enzo Francescoli y Rodolfo D’Onofrio de que el mejor refuerzo que River podía traer era Leonardo Nicolás Pisculichi. El jugador había pasado siete años jugando en España, Qatar y China y regresó a Argentinos Juniors a principios de 2014. No pudo salvar del descenso al cuadro de La Paternal y, cuando ya había decidido quedarse en el club para intentar el retorno, llegó el llamado de River. “No todos los días te llama un club grande, en Argentinos lo entendieron perfectamente”, dijo Piscu por entonces.
Una característica saliente de Gallardo en su corta vida como entrenador es que no le dice al manager o a los dirigentes “tráeme un 9 o necesito un volante”. Siempre fue preciso: “Busquen a Pisculichi”, “Me interesa Alario”, “Insistan por Viudez”. En el futbol profesional, nada asegura rendimientos óptimos. De hecho, el único refuerzo que le rindió a River, hasta el momento, es Lucas Alario. Pensemos que Bertolo se lesionó dos veces, Saviola no logra entrar en ritmo, Lucho González aportó su enorme clase con gotero pero se desgarró contra Boca y no está a disposición y Casco está hace menos de un mes. Y, además, debemos tener en cuenta que River, en lo que va del año, perdió a Teo Gutiérrez, Ariel Rojas y, recientemente, Ramiro Funes Mori.
En medio de todo esto, River disputó la Recopa Sudamericana a comienzos de año, toda la Copa Libertadores, la Suruga Bank y está a dos meses y medio de jugar la Copa Mundial de Clubes en Japón. Gallardo hizo maravillas con un plantel que, analizado fríamente, es bastante mas corto que el que tiene Boca, por ejemplo. Para que quede claro: “corto” no es sinónimo de “peor”. Corto significa que Gallardo tiene menor cantidad de futbolistas que Arruabarrena a los que echar mano para apagar algún incendio. Sumemos a esto que River tiene pibes que juegan bien –Guido Rodríguez, Driussi– pero que están tapados (Guido por Kranevitter) o no dan el salto definitivo para afirmarse (Driussi). Otros pibes, directamente, debieron buscar otros destinos (Simeone Banfield, Boyé Newell’s) porque River no espera, ni siquiera este River ganador de Gallardo que tiene el colchón de 4 títulos internacionales en menos de un año.
Al Muñeco Gallardo siempre se lo ve paciente –al menos, en las conferencias de prensa o en los reportajes– pero la verdad es que el tema de recuperar “juego” lo desvela. Sostiene que el hincha se olvida pronto de las cosas y que los títulos hay que reverdecerlos. Y piensa que con “juego”, River podrá sostener la competitividad en el tiempo. Menotti dijo alguna vez que “el fútbol tiene nombres propios” y tiene razón. Para River, mejorar el “juego” es sinónimo de recuperar al mejor Pisculichi. Gallardo resolvió situaciones muy complicadas prescindiendo del ex jugador de Argentinos porque, en todo el 2015, no estuvo ni por asomo cerca de aquel que deslumbró en el primer tramo del trabajo del Muñeco. Y el DT, con buen tino, decidió reemplazo con Leo Ponzio, so pena de modificar el esquema de juego. Acaso nadie haya lamentado demasiado esta modificación porque Ponzio respondió en un nivel superior y porque, con esos dos cincos, mas dos volantes extremos, Mora y Teo/Alario, River se llenó de gloria. Es más, Leo Ponzio es uno de los jugadores más amados por los hinchas millonarios.
Pero así como la diferencia entre la Selección de Sabella y la Selección de Martino se resume en Javier Pastore, la diferencia entre el River copero y rocoso y el que Gallardo quiere optimizar para llegar con juego fluido a Japón es Leo Pisculichi. A pesar de la gloria acumulada en 2015, siempre dio la impresión de que Gallardo cree que “con el Pisculichi de 2014 no hubiésemos sufrido tanto”. Pudo paliar el déficit con un extraordinario Teo Gutiérrez en Belo Horizonte, la noche del tremendo 3-0, pudo darle cierta fisonomía de cuadro serio cuando Ponzio, Kranevitter y Rojas lograron hacerse de la pelota en zonas avanzadas del campo, encontró en los dos centrales –entonces eran Maidana y Funes Mori– tipos que no perdían una sola pelota aérea y halló en Barovero un arquero que tapaba la que iba al arco. Ni hablar de Mora, delantero para todo servicio. Si hay que recuperar en el primer cuarto de cancha o hay que jugar por los extremos, allí está Mora. Si hay que saltar más alto que todos, ahí está la cabeza del uruguayo, como sucedió anoche en el Monumental, cuando hubo que establecer la mejor diferencia sobre la Liga Deportiva Universitaria de Quito.
River fue Campeón de América, las lágrimas de Gallardo se confundieron con la lluvia interminable de la noche de la consagración. Pero al disiparse la emoción, desacelerarse el corazón y funcionar el pensamiento, el Muñeco pensó en recuperar el señorío. Sabe que ganar la Copa Libertadores implica afirmarse en el medio, pensar cada partido como compartimientos estancos y sabe que ahí no hay revancha, que el que está mejor juega y que si esto implica modificar el dibujo, se modifica. El lirismo es muy lindo para declamarlo, es genial para quedar bien con cien estudiantes de DeporTea o para que cierto ghetto de twitter diga que sos un fenómeno porque “no bajaste las banderas”. El tema es que el prestigio en juego es el de Gallardo, los jugadores, los dirigentes y, sobre todo, del club, del escudo y la bandera. Entonces, ese prestigio se sostiene en lo alto o se recupera si se llega al objetivo. Gallardo siempre tuvo claro cual era el objetivo y como afrontar cada paso hacia ese objetivo. Gallardo trató de esconder el cambio de estilo detrás de un “mantuvimos la esencia”, frase muy utilizada por cierta prensa, sin saber demasiado qué significa. En todo caso, la esencia de River es ganar títulos y dar vueltas olímpicas. El resto, es literatura pura.
En el primer partido de la Sudamericana 2015, River reencontró el estilo porque reencontró a Leonardo Pisculichi, un nombre propio de los que hablaba Menotti cuando dijo lo que dijo. Hasta que se fundió –recordemos que se desgarró ante Tigre, en el primer partido que jugó River post Copa América de Chile– Piscu, sin romperla, fue quien le dio a River una circulación y un pase claro que el cuadro de Gallardo no encontraba, sobre todo en este tramo del año, cuando está calentando motores para ir a Japón. Es cierto que para encontrar al mejor de River en la noche de la victoria 2-0 contra Liga habría que revolver entre los apellidos de Mora, Alario y Kranevitter y que Piscu vendría un escalón más abajo, pero la verdad es que River mejoró sustancialmente, aún con el dolor que debe significar para Gallardo excluir a un tipo como Ponzio, que viene dejando la piel por River desde los oscuros tiempos de la B Nacional. El esquema que más seduce al entrenador y en el que mas confía para ir por la aventura del Mundial de Clubes es el que puso ante Liga.
Gallardo ya dio muestras de ser un gran estratega. Está trabajando en su laboratorio imaginario para darle a River mas gloria de la que ya le dio.
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