Es desesperante ver cómo se reducen las opiniones sobre algo tan complejo como el fútbol (el futbol profesional es de alta complejidad) a si fue «lindo» o «feo». Establecer parámetros de belleza (?) para el deporte profesional mas visto en el mundo es perderse casi el 90 por ciento del fenómeno. Decir que San Lorenzo juega «feo», no sólo es falso, también es ridículo. Es real que cuando uno analiza algo –lo que sea– lo pasa por el tamiz del ojo propio. O sea, siempre hay opinión en lo que uno dice. Si alguien no coincide con las formas que elige San Lorenzo en algunos partidos, le cabe el derecho de pensar y creer que el futbol debe ir por otro carril. Pero San Lorenzo no jugó «feo». Eligió un modo de jugar acorde con los jugadores con los que cuenta. Prefirió esperar a Boca y generarle situaciones de gol a partir de los espacios que Boca suele dejar cuando va para adelante.
Desde este sitio, marcamos muchas veces el deficiente retroceso del cuadro de Arruabarrena. Es un equipo que –incluso cuando está Tevez– vuelve mal. Los entrenadores dirían que «no ataca marcando». Gimnasia, sin ir más lejos, le metió un gol un minuto después de un ataque propio. La perdió Sebastián Palacios, la recuperó Maxi Coronel, se la dio a Mendoza, Mendoza dio un pase largo y Mazzola quedó mano a mano con Orión. Yendo más atrás, Unión le hizo cuatro goles y Aldosivi tres, ambos en la Bombonera.
La idea de juego que pretende Boca está clara. Salvo anoche, que intentó un 4-4-2 dinámico, siempre puso en la cancha cuatro en el fondo, un cinco, dos volantes internos, dos extremos y un punta. La presencia de Tevez le generó cierto movimiento porque Carlitos se tira unos metros atrás y actúa como una especie de enlace. Pero Tevez es delantero y esto hace que el Vasco piense seriamente en sacar a Palacios y reemplazarlo con Lodeiro para que la idea de posesión extensa tenga mejores y más aptos intérpretes. Contra San Lorenzo, Arruabarrena debió diseñar un equipo diferente, en plan de juego y en apellidos.
De acuerdo a lo que se vio en el desarrollo del partido contra San Lorenzo, el Vasco no eligió mal. Acaso se pueda discutir el cambio de Monzón por Palacios. Sobre todo, porque el pibe delantero hizo un buen segundo tiempo. Se imponía la salida de uno de los volantes de afuera –preferentemente de Bentancur, que no hizo un buen complemento– y el reacomodamiento con Monzón de lateral y Colazo de extremo izquierdo. Pero un medio campo para dominar pelota y terreno con Meli – Cubas – Pablo Pérez – Bentancur fue una correcta decisión. De hecho, Pérez hizo un muy buen partido, Meli complicó con su dinámica aún cuando no conoce de pausas ni frenos, Cubas no erró un solo pase y Bentancur, dentro de su irregularidad, hizo un primer tiempo prolijo.
Bauza sabe todo esto. Ve los partidos. No hace falta que nadie se lo cuente. Entonces, llega el momento de ir a la cancha de Boca, dos puntos abajo y el empate sirve para que la diferencia no se haga más amplia, llegado el caso. Después de la excursión a la Bombonera, quedan 7 partidos más. No hay por qué forzar el tiempo. Bauza –uno de los mejores y menos reconocidos entrenadores del futbol argentino– armó un equipo sin Ortigoza ni Mas. Eligió el reemplazo mano a mano de Rodrigo Arias por el lateral y a Kalinski por el volante. ¿Tiene mejor posesión San Lorenzo que Boca? No. ¿Tiene mayor capacidad táctica? Tal vez. ¿Tiene delanteros que necesitan espacios? Si. Cauteruccio y Matos son tipos que se manejan bien cuando tienen amplios terrenos para hacerlo. ¿Tiene volantes que puedan recorrer los 105 metros de largo por ambas bandas? Si. Es una de sus mejores virtudes. No es casual que sus mejores hombres hayan sido Tito Villalba y Pitu Barrientos, los dos volantes externos. Villalba siempre tuvo recorrido, pero que Bauza haya logrado que Barrientos cubra toda la banda, colabore con el lateral izquierdo –entre Pitu y Arias, neutralizaron las buenas intenciones de Palacios y Peruzzi– y le de el cuero para ir para arriba o meter un exquisito pase cruzado con ventaja como el que le dio a Villalba –13 del primer tiempo– es una obra que pocos ven. Los mejores momentos de Boca en el partido, cuando el cuadro del Vasco consiguió pasar del toqueteo a los bifes y encontró a Torrico, fue después de que Barrientos saliera lesionado por un golpe de Meli. Bauza tuvo que recurrir a Martín Rolle, que es un futbolista de armado, muy diferente a Barrientos. Sebastián Blanco ocupó la banda izquierda, pero ya no fue lo mismo.
Boca manejó la pelota casi a discreción en el primer tiempo. San Lorenzo había planeado la contención en el medio, pero ahí fue superado por los volantes xeneizes. Esa fue una pequeña victoria. Tuvo paciencia para buscar el espacio, para encontrar el hueco por donde meterse hasta Torrico. Los centrales de San Lorenzo jugaron un partido descomunal –sobre todo, el renovado Matías Caruzzo– y el ya mencionado recorrido de Barrientos, tapó la única filtración que tuvo el dispositivo defensivo de El Ciclón. A Boca le faltó ingenio o algo así para entrar hasta Torrico. Tuvo una situación muy clara a los 10 minutos, cuando Meli llegó de frente para rematar una gran jugada que armaron por la izquierda y Buffarini la sacó con la cabeza. Después, Torrico se revolcó para tirar a un costado un derechazo de Bentancur. Y San Lorenzo, que casi no pudo hacer pie en el medio, tuvo la misma cantidad, por el mismo lado y mas claras: un remate de Villalba que sacó Orión al córner y un centro del propio Tito que Arias intentó rematar de derecha y le erró, con el arquero de Boca fuera del asunto. En buen romance, Boca tuvo la pelota, tuvo paciencia, buscó mucho, pero encontró poco.
San Lorenzo casi mete un gol apenas comenzado el complemento. Se lo perdió Blanco por no controlar la pelota correctamente. Hubo cierto intento del equipo azulgrana para pararse más adelante y, la verdad, lo logró durante un buen rato. Vuelvo a mencionar la salida de Barrientos como un hecho determinante. Bauza no pudo cubrir esa ausencia con algo parecido. El Vasco decidió el ingreso de Monzón por Colazo y, así, Boca regresó a la idea del primer tiempo. Incluso, jugó un poco mejor en el complemento que en la etapa inicial. Fue un poco más vertical y tuvo la inteligencia de golpear a San Lorenzo por el lado en el que ya no estaba Barrientos y que Blanco cubrió con más esfuerzo que eficiencia. Por ese lado, por ejemplo, llegó el centro que Calleri conectó de cabeza y la tiró por arriba y el mano a mano que se generó Palacios –gran pase de Cubas– y que desperdició definiendo mal ante el achique de Torrico. Todo parecía invitar al triunfo de Boca. El gol parecía llegar en cualquier momento. Pero Arruabarrena hizo una mala lectura de lo que estaba pasando y puso a Chavez por Palacios. No se discute el ingreso del ex Banfield, sino la salida del ex Unión. La lesión del Pitu lo había beneficiado. Su velocidad y su enchufe estaban complicando el cerrojo de San Lorenzo. Al quitarlo, el Vasco le arregló un serio problema al Ciclón. Salvo por un tiro de afuera de Meli que sacó Torrico, Boca no llegó más.
El increíble final puede explicarse en el peor defecto del estilo de Boca y en la mejor virtud de Mauro Matos. Boca tiene metida esta idea – moda de «salir jugando». Bentancur sabe esto, pero tuvo dos problemas: el primero, el básico, es que no advirtió la amenazante presencia de Matos. La segunda, conceptual, es que quiso darle la pelota a Tobio, que era el compañero más lejano, salteando la posición del Cata Díaz, mas cercana y, por ende, más accesible. Orión estaba adelantado y a un costado esperando un potencial pase de Bentancur y debió correr al medio a apagar el incendio. Al Cata, la pelota le quedó atrás. Matos definió, una vez más, un partido fundamental en favor de San Lorenzo.
Es cierto que el árbitro Fernando Echenique cometió pocos pero importantes errores. Yepes jugó regalado (una mano intencional que impidió una ocasión manifiesta de gol y una plancha descalificadora contra Palacios) y esa es una gran mancha en su trabajo. Pero eso fue casi al inicio del partido. Dio la impresión de que el Cata Díaz nunca pudo salirse de eso y que le jugó en contra. Los manotazos del final avalan esta teoría.
Pero San Lorenzo no jugó «feo». San Lorenzo jugó como eligió jugar. A veces no pudo hacerlo y, entonces, jugó «mal». La lesión de Barrientos le complicó la vida en el tramo que fue desde ese hecho hasta que Arruabarrena sacó a Palacios, pero tuvo actuaciones individuales estupendas, como las de Caruzzo, Kalinski y Torrico. Jamás perdió el orden ni entró en la locura cuando Boca hacía circular la pelota. No podía recuperar en el medio porque el rival lo superaba y decidió armar otra cosa, mas cerca de su área, más arriesgada, pero muy eficaz.
Todos dicen que la victoria de San Lorenzo fue «injusta». Nada es más absurdo. No se juega al fútbol para hacer justicia. Se juega para ganar o, llegado el caso, para no perder. El futbol profesional tiene tabla de posiciones, puntos, premios y títulos. En esa búsqueda del título, el cuadro del Patón Bauza metió un gol sobre la hora por la mejor virtud de un excelente delantero.
Por eso, ese abrazo final de sudadas camisetas azulgranas está más que justificado.
Verlos festejar así, es «lindo».
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