Siempre es preferible pensar el fútbol como un juego colectivo. Y para los entrenadores, mejor aún es pensar en las piezas que deben componer ese puzzle de 11 partes desiguales que es un equipo de fútbol. Armar un equipo nacional tiene la ventaja de que el técnico dispone de un menú muy variado como para preparar el plato que quiera –sobre todo, en las Selecciones grandes– y una negativa, que es no tener a los futbolistas en el día a día para hacerles entender la idea, mecanizar movimientos y solidificar las relaciones.
La llegada de Carlos Tévez al equipo argentino abrió todo tipo de debates. A diferencia de Messi, Tévez tiene una historia en el fútbol local y nada menos que con la camiseta de Boca, lo cual lo posiciona en un lugar privilegiado a la hora de los reclamos populares. El carisma de Tévez es innegable y es tan notable que es a uno de los pocos jugadores a los que una muy buena porción de los hinchas argentinos no le hace reclamos por algunas cuestiones del pasado. Por eso, todavía se hacen las conjeturas más disparatadas sobre «qué hubiese pasado si estaba Tévez en la final del mundo». Nadie lo sabe porque no estuvo. También valdría preguntarse (y hasta sería más lógico porque «estaba») qué hubiese pasado con Di María en el campo. Pero eso ya pasó. Es ridículo pensar en el Mundial en cada gol que hacen Agüero o Higuaín para sus equipos. Son tiempos diferentes, momentos diferentes. Agüero e Higuaín llegaron a Brasil recuperándose de lesiones y lo pagaron con rendimientos impropios de sus condiciones. El Pipita, sin ir más lejos, hizo 17 goles en la temporada 13/14 de la Serie A de Italia, la misma cantidad que Rodrigo Palacio. Tévez, jugando en el campeón (Juventus) y rodeado de mejores jugadores, sólo hizo dos más (19). En la Premier League, el Kun Agüero también hizo 17 goles en la temporada 13/14, que fue la que precedió al máximo torneo de fútbol, en condiciones similares a las de Tévez o acaso más cómodas: el ex Independiente juega en un equipo de estrellas y fue el campeón de la liga inglesa. Lo que marcan estos números es que, si bien la temporada de Tévez fue brillante, también lo fue la de los delanteros que eligió Sabella para el Mundial.
Esto no intenta menoscabar los méritos de Carlitos, que son muchos y muy buenos. Simplemente, se trata de entender que los que fueron al Mundial o integraron la Selección Argentina en la etapa de preparación no bajaron de un OVNI o se dedicaban a la construcción de edificios y se pusieron los pantalones cortos. Obviamente, duelen los goles perdidos por Pipita y Palacio o la opaca participación del Kun en la final de la Copa del Mundo, pero jugamos la final después de 24 años. El resultado de la final está más referido a la eficacia alemana que a una notoria superioridad.
Ahora comienza un nuevo tiempo para la Selección Argentina y en ese nuevo tiempo, está Tévez. Recuerdo ese primer viaje de Martino como DT del equipo. En la primera de cambio, todos le preguntaron por Tévez. Si lo va a convocar, si no. Si puede jugar con Messi, si no. Si los jugadores le pidieron que no lo convocara, si no se lo pidieron. Este tipo de conferencias de prensa suelen ser monótonas porque a Martino no le gusta mostrar demasiado las cartas (ni siquiera lo hizo el día previo a Croacia), pero lo fueron más aún cuando los periodistas nos pusimos muy cargosos con las preguntas sobre la entonces hipotética convocatoria del 10 de la Juve. Martino respondió con evasivas, pero pisó el palito en alguna nota individual. En realidad, el técnico nacional se siente más a gusto cuando habla con periodistas en un programa o cara a cara, como después de los partidos. Parece no sentarle bien la mesa, el banner, el micrófono, la botellita de agua y 300 tipos sentados de frente levantando la mano como si fuera lo último que van a hacer en sus vidas.
Cuando el Tata se distendió, habló de Tévez. Mencionó su buen momento, dijo que lo estaba observando y que ningún jugador del elenco estable de la Selección le había pedido que no lo llamara. En esto último, dependemos de la buena voluntad del receptor del mensaje o de la confianza que nos pueda generar Martino. La verdad, es que en el ciclo anterior algún problema había con Tévez. Dejar pegado únicamente a Sabella tiene mucho olor a injusticia porque, recordemos, todavía estaba Julio Grondona entre nosotros. Y Grondona es de no perdonar ciertas actitudes. Por ejemplo, que alguna vezTévez haya acusado una lesión que no tenía para no ir a un partido en un país lejano. O que alguna otra vez haya gritado contra la Selección junto a los hinchas de Boca. O que haya declarado que no quería jugar por la izquierda cuando había convenido con el técnico jugar por ese lado. Estas cosas no sólo molestaron a Grondona. Muchos de los integrantes más conspicuos del plantel también se sintieron molestos en aquella Copa América 2011 durísima de recordar.
Pero todos dicen que «nunca hubo problemas». Que fue una decisión «técnica» de Sabella. Es probable que si Sabella lo hubiese convocado, Grondona no dijera una palabra. Ya sucedió alguna vez con Redondo o con algún otro díscolo: el Jefe decía «llamalo y, si se pone fastidioso o se desacomoda, avisame». Pero Sabella prefirió a otros delanteros, en el plano futbolístico y en el humano, eligió no agitar las aguas, que estaban muy tranquilas por el rendimiento del equipo en las Eliminatorias. Y está bien, es potestad del técnico llamar o no a un futbolista. Tévez se parece a Diego en los orígenes y en algunas actitudes, pero en la cancha no es Maradona. De hecho, Carlitos jugó dos Mundiales y, en ambos, no pasamos de Cuartos de Final. Sería disparatado cargarle la culpa a él de estas eliminaciones de 2006 y 2010, pero tampoco hizo una diferencia como para que cerremos los ojos y digamos «tiene que estar». Y no podemos culpar a los entrenadores por pensar si convocarlo o no. Cuando el técnico era Maradona, Tévez le hizo un desplante fenomenal delante de todos cuando lo sacó en un partido ya definido y después de que Diego había sido muy generoso con él. Después, vino Batista y, aún contra su voluntad, accedió a llamarlo. «El 9 es Messi, Carlitos. Te necesito a la izquierda». El ciclo de Checho debe ser uno de los menos trascendentes de la historia reciente de la Selección Argentina. Pero en esta actuó con franqueza. Y Tévez salió quejándose por televisión de que «en la izquierda no rindo».
Tévez está de vuelta. Acaso el rato que jugó haya quedado opacado por este «regreso» de Messi a los primeros planos, pero la vida de la Selección le dio una buena oportunidad para la redención. Los clamores «populares», en el fútbol, son sólo eso. Siempre se pide al que no está. Para el hincha común, siempre hay uno que falta. Recuerdo pedidos por Cristian Castillo a mediados de los 90. También se pidió a Roncaglia y Orbán, a Barovero, a Saja… Tévez es otra cosa. Carlitos ganó una medalla olímpica, por ejemplo, jugando un torneo fantástico. Y, como dijimos, estuvo en dos Mundiales. Es de otra categoría.
Acá juegan otras cosas. No parece casual que cada vez que el equipo argentino aparece a la vista de los periodistas que estamos acompañandolos en Inglaterra, Carlitos aparezca cerca de Messi. Sucedió en el primer entrenamiento en el estadio del West Ham, pasó también en el segundo, en Rush Green. Uno sabía que si veía a Leo, en una zona cercana, casi como un satélite estaba Tévez. Aunque lo nieguen en todos los idiomas, aquí hay una restauración de relaciones y, por qué no, un desafío para Martino. No a los niveles de los entrenadores que dirigen a Balotelli, por ejemplo, que lo llevan para colgarse la medalla de haberlo «reformado». Pero en el caso de Tévez, hay cierto desafío personal de Martino. El Tata sabe de sobra que no es Sabella la única razón por la que Tévez no integró el ciclo anterior y él mismo se ocupó de destacar la armonía del grupo que notó en Alemania, cuando convocó a todos los que llegaron a la final en Brasil. Sabe, además, que la ausencia de Julio Grondona abrió un tiempo de reacomodamientos, disputas y luchas de poder en la AFA y que cualquier cosa que suceda en la Selección repercutirá directamente en la oficina del presidente.
La convocatoria de Carlitos Tévez es bienvenida, siempre y cuando, esta madurez que mostró el pibe de Fuerte Apache no sea ficticia, siempre y cuando se amolde a las exigencias y necesidades del equipo, siempre y cuando entienda que ir al banco no es la muerte de nadie sino el lugar que toca circunstacialmente y que, en este nivel, es aún más coyuntural. Martino sabe con los bueyes que está arando. Que lo haya llevado al banco es un mensaje para el interior del grupo. «Hay que respetar a los que están en el equipo hace años», dijo, haciendo equilibrio entre la expectativa que generó la convocatoria de Tévez y la paz interior.
Ya está Tévez en la Selección, otra vez, y, de este modo, se calmaron los ánimos de una buena parte de la sociedad futbolera. Habrá que ver ahora cómo responde Carlitos, habrá que ver ahora cómo reacciona el interior del grupo. Habrá que ver, en definitiva, si esta vez en el fútbol 1 + 1 es 2 y no cero.
http://www.youtube.com/watch?v=BsseI1hfk1o
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