Argentina chocó contra su realidad de manera atroz. No había una medida exacta de lo que el cuadro de Sampaoli era capaz de dar porque solo habiamos visto el entrenamiento con Haití y poco mas. Nos era imposible tomar como medida los partidos de Eliminatorias porque ya están muy lejos en el tiempo (11 de octubre de 2017 es la fecha de la clasificación ante Ecuador) y tampoco la goleada bochornosa que sufrimos con España porque se jugó el 27 de marzo, hace dos meses y medio. Puede parecer una medida cercana, pero en realidad no lo es porque lo que estuvo en juego ahora fue el partido inicial de un Mundial, porque Islandia no es España y, sobre todo, porque el entrenador llegaba a este partido en el Otkrytiye Arena de Moscú con mas de 20 entrenamientos continuados con el plantel.
Este último dato es el más relevante. No soy entrenador, así que no tengo la certeza de si 22 entrenamientos son suficientes para instalar conceptos claros en la cabeza de los futbolistas. A esos 22 entrenamientos continuados, habría que agregar las charlas, videos y pendrives que Sampaoli les proveyó a los jugadores en sus visitas a Europa. Cuando era el DT de Chile, este sistema –sus jugadores titulares estaban en el exterior– le dio resultado, aunque aquí habría que hacer una pregunta inquietante y de respuesta antipática: En Chile, ¿le dio resultado para qué? ¿Cuáles eran las exigencias de una Selección que jamás había ganado una Copa América y que tenía a la mejor generación de futbolistas de su historia? ¿Son las mismas exigencias que las de Argentina o con la camiseta Celeste y Blanca la vara se eleva muy por encima?
Sampaoli se convirtió en prócer en Chile ganándole por penales a Argentina la final del torneo continental de 2015 y después se fue al Sevilla, acaso consciente de que su trabajo en La Roja había encontrado el techo. Los hechos posteriores parecieron darle la razón: Incluso con dos puntos entregados por un tribunal, Chile se quedó fuera del Mundial. O sea, el trabajo de Sampaoli no tuvo prosecución. Juan Antonio Pizzi lo sucedió en el cargo y, si bien obtuvo la Copa América del Centenario 2016, la realidad es que siempre dio la sensación de que ese logro llegó con la reserva del tanque de nafta de la Era Sampaoli. La eliminación en el Grupo Sudamericano lo explica a la perfección.
Argentina acaba de empatar con Islandia y toda esta revisión viene al caso. Sampaoli pensó en un equipo dinámico, de mucha ida hacia adelante, de retrasos solidarios y ordenados y nada de esto es reprochable. Es una idea mque ejecutan muy bien muchos equipos de los que vemos cada fin de semana por televisión y hasta en la Superliga Argentina. Los entrenadores les piden a sus jugadores una mayor capacidad técnica aún en puestos en los que antiguamente no era tan necesaria para que el equipo tenga la pelota durante el mayor lapso posible. Entiendo perfectamente el criterio que pudo haber aplicado Sampaoli para preferir a Biglia por encima de, por ejemplo, Lo Celso. Durante varios días, Mascherano – Lo Celso iba a ser el Doble 5 porque “Lo Celso puede aportar buenas opciones a Messi en el juego interno”. Pero cuando el DT se decidió por Biglia, todos pensamos “se quiere proteger porque los dos laterales van para arriba todo el tiempo y uno de esos laterales es Salvio, que no es lateral sino un extremo jugando en una posición inusual”. Los dos razonamientos previos son válidos.
El problema grande –y sólo el primer problema– es que Biglia fue a jugar de Lo Celso. Mascherano hizo un muy buen partido, dentro de un panorama bastante modesto, pero Biglia jugó uno de los peores partidos de su vida. Hay, por supuesto, responsabilidad del futbolista. Es quien entra al campo y quien decide el destino de la pelota y el suyo propio. Pero Sampaoli puso a Biglia para que juegue donde imaginó a Lo Celso y para que cumpla funciones que le son ajenas. Biglia apareció un montón de veces de espalda al arco rival, presionado por el volante mas retrasado de Islandia y en condiciones absolutamente desventajosas para desarrollarse. Entonces, es aquí donde me hago una pregunta lógica: Para que Biglia juegue “de Lo Celso”, ¿por qué no puso a Lo Celso?. Habia otra opción, mas cercana al pensamiento radical del entrenador: Meza de doble 5, delante de Mascherano, satélite de Messi y Pavón de extremo derecho. Incluso, con Pavón de extremo diestro, hasta se podría prescindir de la presencia inquietante de Salvio como lateral derecho y pensar en Gaby Mercado como un recurso mas claro. Cuando quiso arreglar este asunto, fue aún menos comprensible. Sampaoli decidió el ingreso de Banega. Si un futbolista no es el indicado por temperamento y estilo para romper una pared defensiva, ese es Banega, Era Lo Celso (o Pavón a la derecha y Meza al medio), pero fue Banega y ya sabemos como terminó la historia.
Sin embargo, y pese a que este mal armado del equipo se notó casi desde que la pelota se puso en movimiento, el Kun Agüero terminó con el horrible cuentito de que “Messi juega solo”, corrigió un deficiente remate al arco de Rojo y clavó un zurdazo en el ángulo del arquero y cineasta Hanes Halldorsson a los 19 minutos del primer tiempo. Si Sampaoli hubiese podido elegir un escenario para los primeros 20 de juego, era el que estaba ocurriendo: Argentina manejando la pelota –a veces con defectos, muchas veces con jugadores muy atados y nerviosos– y ganando 1-0, rompiendo la inercia de esos jugadores propios atados y de la disciplina islandesa.
Pero no fue así. Caballero y Rojo casi se meten un gol en esa manía de “salir jugando” a como de lugar, dejando al vikingo Birkir Bjarnasson solo con el arco libre. Con el partido 0-0, Islandia estuvo a punto de abrir la historia para su lado. Estábamos con Argentina 1-0. 19 minutos del primer tiempo. Bastaba con acomodarse, tranquilizarse, afirmar la ventaja y después, con esa ventaja firme y segura (con lo relativamente seguro que es todo en este juego), ir en busca de la resolución del problema. Argentina se puso 2-3-3-2 como le gusta a Sampaoli. Otamendi se la dio a Rojo y Rojo a Biglia, que se puso como lateral izquierdo, mientras Tagliafico y Di Maria esperaban un pase claro y preciso para atacar por esa banda. El pase de Biglia lo cortó Johan Berg Gudmundsson –el 7, volante del Burnley, de la Premier League inglesa– y allí arrancó un ataque que no pudieron cubrir, por dos veces, ni el propio Biglia ni Tagliafico en un regreso desesperado ni Marcos Rojo, ya inseguro por aquel error inicial. Caballero salió con dudas a cortar el primer centro, pero no es responsable de que la jugada haya terminado en gol. Tapó como pudo la disputa con la estrella Sidgursson y ya le fue imposible contener el balazo final de Alfred Finnbogasson. El 1-1 heló la sangre de todos. Parece parte de un enojo infantil, pero juro que la intuición de que ese 1-1 iba a ser el resultado final se fijó en la mente de varios.
¿Es problema del entrenador o de los jugadores? Es imposible saberlo. En principio, desde afuera, debe haber un poco de todo. El equipo no transmite las ideas que enunció Sampaoli, pública y privadamente. Más allá del error del DT de pretender que Biglia juegue de Lo Celso teniendo a Lo Celso sentado en el banco, hubo actuaciones individuales preocupantes. Los nervios de Marcos Rojo, la falta de conexión entre Salvio y Meza, la falta de opciones para Meza que se encontraba siempre con dos o tres rivales de frente, la caída libre en el nivel de Di Maria que debería poner su titularidad a consideración. Y Messi.
Está dicho en columnas anteriores: cuando el contexto no es favorable, Messi se mete en él, no lo rompe, no lo cambia. Todos los ejemplos que podrían darse en contrario son excepciones, no la regla. Inmediatamente uno piensa que Leo nos metió en el Mundial, en aquella noche de Quito en la que hizo los tres goles. Pero lo de Moscú tiene mas que ver con “el Leo de la Selección”. No por el penal que le atajaron. Eso puede pasarle a cualquiera. Tampoco hay mala suerte ahí, el arquero intuyó muy bien y Messi lo ejecutó muy mal. Pero ese penal no convertido fue un punto de inflexión. Y es ahí donde se comete una injusticia en el análisis, acaso porque es mas fácil caerle a Agüero o a Salvio o a Rojo. Messi se olvidó del equipo, lo abandonó. Se convirtió en un solista desesperado por saciar su sed de revancha en el menor tiempo posible, fue una máquina de chocar una y otra vez. Es cierto que un remate suyo se fue apenas desviado y otro, de derecha desde muy cerca, se levantó, pero mas de una vez tuvo a compañeros mejor ubicados y ni siquiera manejó la posibilidad de intentar una pared. Esos minutos que transcurrieron desde el penal atajado hasta el final fueron del Messi 2011 del partido con Uruguay en Santa Fe o del Messi triste, solitario y final del penal fallado en el desempate con Chile de 2016. Ese Messi tal vez pueda hacer un golazo desde afuera del área o quizá le salga una gambeta múltiple y convierta un gol histórico. Pero mientras eso no suceda, sus berrinches los paga el equipo.
Y este equipo hoy, así como está, no puede pagar ni un café.
Estimado Chavo quisiera que le fuera muy bien a la Argentina, pero no juegan a nada y clasificaron por un partido planteado a no ganar por Perú en B. Aires (cortesía a Gareca) y el partido regalado por Ecuador jugando con juveniles. Basta de girar en torno a Messi y su grupo de amigos! Y Sampaoli declarando que no le gusta planificar. Un DT no puede apelar al instinto o a la informalidad. Una pena por un país con tanta historia. Ojalá levante en los dos partidos que siguen! Abrazo grande!