Es mejor escribir un día después. Uno puede bajar la adrenalina que genera la transmisión de radio, ese final a toda máquina en el que dejamos la garganta, el alma, el corazón. Esta va a ser la tercera final del mundo que voy a ver de Argentina. La tercera de seis que ví. En la mitad de las finales del mundo que me tocaron ver in situ, estuvo la Argentina. Estuve sufriendo por la Celeste y Blanca. Abrazándome con cualquiera en el 86, llorando con Diego en el 90.
La Argentina de Sabella llegó a la final del Mundial en puntas de pie, luchando contra la ignorancia y el retraso, la desidia y la falta de información, la infamia y la canallada. Alejandro Sabella nunca les contestó. Le pidieron a Saja, Barovero, Willy Caballero, Roncaglia, Orbán, Goltz, Vangioni, Lanzini, Albertengo… Tévez. Jamás subió la voz. Se metió para adentro a trabajar. Se tomó un avión y se fue a ver fútbol, a cenar con Messi, a almorzar con Mascherano, a tomar un café con Garay, a visitar al Kun Agüero. A preguntarles cómo están, a hablar con sus entrenadores, a verlos en acción. Recorrió Champs Elysée con el Pocho Lavezzi en largas caminatas para darle incentivo y para que en las ocasiones que le tocara viajar y no jugar, sumara, se divirtiera, metiera fichas a los que jugaban y, a veces, no estaban todo lo felices que debían estar porque las críticas –algunas interesantes, la mayoría descartables– los afectaban más de la cuenta.
En uno de los encuentros con Messi en Barcelona, acordaron afinar el sistema con «los 4 fantásticos», definición que tanto Lío como Sabella odian. Pero los llamamos así para que todos entendamos de quiénes se trata. En otro de esos encuentros con su jugador fetiche, charlaron sobre Tévez. Los antecedentes de Carlitos como integrante del grupo no eran los mejores, según contaron varios. Sabella lo sabía. Messi se lo confirmó. El técnico no lo llamó nunca. En la Argentina, discutimos, nos peleamos, los grandes gurúes del fútbol decían muy sueltos de cuerpo «el técnico tiene que arreglar los problemas, si no que se vaya». Sabella no es psicólogo. Sabella es un entrenador que tuvo que armar un equipo que estaba anímicamente en el subsuelo después de una Copa América bochornosa en 2011 y con su máxima estrella con más ganas de irse que de quedarse.
Alejandro armó el equipo de a poco. Le dio la cinta a Messi, acaso como una manera de transferirle carácter y don de mando. Messi tiene carácter. Tal vez no tenga el don de mando de Maradona, pero su carácter es firme. La ausencia de Tévez podría explicarlo. El haber jugado casi todo el ciclo con los 4 fantásticos también. Todo funcionó bien, a pedir de quienes siguen dividiendo anacrónicamente el fútbol entre «ofensivos» y «defensivos». En este caso, de los «ofensivos». El equipo no paraba a nadie en la mitad de la cancha, pero a nadie parecía importarle. Peor aún: siempre estaban Fede Fernández, Rojo, Garay y Romero para cargarlos con la culpa. A Gago no porque es Gago. A Mascherano no, porque juega en el Barcelona. «Hay que poner a Mascherano de central», decían algunos otros, pensando que se puede extrapolar a un jugador de un sistema, ponerlo en otro distinto y esperar el mismo rendimiento.
Sabella saltó por encima de todo eso. Pública y privadamente, siempre fue claro. Nunca se apartó del camino. Es más: aún poniendo y explicando el sistema de «los 4 Fantásticos», siempre dejó sentado que el equilibrio lo desvelaba. En aquellos análisis del tiempo de ñaupa en los que todavía se divide a este juego en «defensivo» y «ofensivo», la palabra «equilibrio» es «defensiva», es «poner el micro», es «colgarse del travesaño». Sabella les explicaba: «Quiero equilibrar el medio». Y nada, seguían con que era «defensivo». Sin embargo, siguió hablando de «sentido de pertenencia», «el yo es nosotros». Los jugadores tomaron la idea. La relación con Messi es óptima y es lógico: Sabella fue el único entrenador de todos los que tuvo en la Selección Mayor que le dio lo que necesitaba para sentirse importante. Pero Mascherano, por una cuestión lógica de carácter, siempre fue el de diálogo más fluido con todos. Con Sabella, con la prensa, con sus compañeros y con el propio Messi. Tuvo la generosidad de ceder la cinta de capitán que traía desde los tiempos en los que Diego se la dio y dijo «Mascherano y 10 más». Mascherano fue inteligente para no interferir en una decisión del entrenador y para ponerse a su disposición, hablar de fútbol hasta la madrugada, ser el encargado de poner el pecho en la mala, ser el destinatario del desahogo de los cuestionados y de ser quien mejor nos explicara a los periodistas lo que el equipo intentaba hacer.
Siempre pensé que Sabella era capaz de armar un equipo que estuviera a la altura de los mejores. Que Argentina podía hacer un gran Mundial. Hacer un gran Mundial podría no ser necesariamente ganarlo. Hacer un gran Mundial puede ser estar entre los cuatro primeros, como hacía 24 años no ocurría. Ahora vamos a ser uno de los dos mejores. Insisto, sin saber cómo será la historia contra Alemania y muerto de ganas de ser Campeón del Mundo: Argentina ya hizo un gran Mundial.
El técnico tuvo el valor de intentar un cambio de sistema y volver sobre sus pasos después de un mal primer tiempo con Bosnia. Sabella, posteriormente, vio que el equipo no tenía a un buen Agüero. Kun se lesionó y caminó con Lavezzi por Cidade de Galo como alguna vez lo hicieron en París. Charlaron sobre hacer la banda completa, sobre que el equipo lo necesitaba ahí. Como en vez de discutir apellidos y responder críticas, Sabella trabajó y vio fútbol hasta el hartazgo, sabía que lo que le estaba pidiendo al Pocho no era algo que el ex jugador de San Lorenzo desconociera. Después pensó en Biglia para apuntalar a Mascherano, cuando vio –como vimos todos– que el 14 iba creciendo un poco todos los partidos. Demichelis suplió a Fede Fernández (más del riñón de Sabella imposible) y dejó a Rojo porque lo conoce, lo vio y confió.
Este cóctel dio como resultado un equipo sólido, concentrado, enfocado en el objetivo. Dio como resultado un grupo de jugadores que se quieren y que tiran del carro fuerte y para adelante. Lo de Mascherano es lo más visible y notorio porque, además de sacrificio y entrega, tiene una sabiduría táctica y estratégica que sería la envidia hasta de muchos técnicos. Y le sobra categoría. Pero ver a Lavezzi corriendo y presionando holandeses porque la pelota se perdió y hay que traerla para nuestro dominio y ver a Messi apretando a la salida de los defensores naranjas y ver a Micho que no pierde un cruce y ver a Garay convertido en el mejor defensor del Mundial y ver a Rojito luchar mano a mano con Robben, no perder y obligar a Van Gaal a cambiarlo de lado, da mucha tranquilidad. Y Enzo Pérez. Y Biglia. Y Pipa. Y Maxi. Y Palacio. Y el Kun, aún con su falta de fútbol y sus dificultades. Todos van para adelante. Para adelante, se entiende, en el sentido de luchar en pos de un objetivo en común, el más grande de sus vidas.
Lo mejor de todo es que tienen la exacta dimensión de lo que están jugando y nada los aparta de eso. Saben que Alemania tiene jugadores notables, pero que metió 7 en un partido anormal y que esos partidos son de tanto en tanto. Como siempre, se metieron a pensar, a trabajar, a jugar y a soñar.
Están en eso. Es el momento de tratar de armar una táctica y una estrategia para ganar la final. Nada los corre del objetivo. Nada los perturba. Nada los detiene. Todos sabemos que es difícil una final contra Alemania, que lleva 12 años de un trabajo magnífico y que tiene una generación de jugadores extraordinarios mezclada con otra anterior de jugadores también extraordinariios. Todos sabemos que nos ganaron la final del 90 y que nos echaron a goleada limpia en el 2010.
Sabemos todo. Pero también sepamos que la Argentina tiene un equipo confiable, equilibrado y metido como nunca en una maravillosa idea de gloria.
Eso también juega en una final del mundo.
Eso también es fútbol.
Hoy con el diario del lunes te digo que faltó Tevez, importa poco que tiren todos para el mismo lado cuando la categoría no es la suficiente, para mi no fue un buen munial, a todos se les ganó con demasiado esfuerzo, tuvimos que definir en los penales con el único equipo serio al que enfrentamos previo a la final, de tanto equilibrio nos faltó saber como atacar y lo que es peor para Sabella y sus fanáticas como vos es ver que las que nos regalaron los alemanes las tiramos todas afuera, por fin se termina este ciclo de Messi y sus caprichos, añoro volver a ver a Tevez en la selección, definiendo partidos complicados, algo que Higuaín, Palacios, Messi y todos los burros que llevamos de delanteros no pudieron ajusticiar, basicamente se terminó la mentira y lo que es peor es que duró demasiado, casi hasta levantar la copa del mundo