Diego Chavo Fucks

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Diego Chavo Fucks

Me llamo Diego Fucks, pero me dicen Chavo. Soy periodista de medios gráficos, radiales y televisivos desde 1982 y mi especialidad es el fútbol. Me encontras en: TELEVISIÓN Conductor de Tarde Redonda por FOX SPORTS de Lunes a Viernes de 17hs a 19hs. Columnista de 90 Minutos de Futbol por FOX SPORTS de Lunes a Viernes de 13 a 15hs RADIO Conductor de Rezo Por Vos de Radio Nacional AM 870 y Nacional Folklorica FM 98.7 de Lunes a Viernes de 9 a 12hs. LIBROS Eliminatorias 98, un camino largo y sinuoso (1997) Editorial Alfaguara El Libro de Boca (1999) Editorial Alfaguara El Libro de River (1999) Editorial Alfaguara Duelo de Guapos (2005) Distal Libros y Pensado Para Televisión. Tévez, La verdadera historia (2016) Ediciones B. Jugados (2000) EUDEBA -coautor- Esta página la he creado para que podamos comunicarnos mas asiduamente, para poder compartir mi trabajo con vos y que podamos, vos y yo, disfrutarlo. Podes opinar, sugerir y hacer consultas desde aquí. ¡Gracias por estar… una vez mas!

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8 de octubre de 2024
LEYENDA. Lionel Messi es el mejor jugador de la historia del Barcelona. Sus maneras, su genio, sus logros, todo eso junto o por separado lo puso en el Olimpo de los dioses bleugranas. Parece haber llegado el final. Aunque habla de un regreso para terminar en el Barça, las cosas están en un punto sin retorno. El nuevo destino de Leo se resolverá dentro de unos días. Es muy interesante recorrer el camino que desembocó en este divorcio, es imperioso entender qué es el Barcelona, cuáles son sus preceptos fundamentales y cuáles fueron los errores que lo depositaron en el 2-8 con el Bayern Munich y la posterior salida de Messi.

Lo de Lionel Messi y Barcelona se terminó, parece. Debería ocurrir algo que, hoy, no se ve en superficie para que el mejor jugador del planeta siga vestido de azulgrana. En la bella Barcelona, Leo encontró abrazos tiernos, cuidados celosos, un lugar para jugar, compañeros respetuosos con el corazón y la pelota. Suena de fantasía, pero fue así. Y no fue una cuestión de dinero, únicamente. Los dirigentes del Barça de entonces –sobre todo, Carles Rexach– vieron en el pequeño Lionel al nuevo Maradona. En La Masía, el pibe argentino ponía en fila a los rivales y definía con una precisión que no tenían ni los jugadores de Primera.

Jorge Horacio Messi, el padre de la criatura, recorrió miles de kilómetros buscando el bienestar de su hijo. Ni Newell’s ni River quisieron pagar un tratamiento que costaba, más o menos, 200 dólares mensuales y que consistía en inyecciones que “despertarían” la hormona del crecimiento. Consiguieron la chance en Barcelona y, como ocurrió con tantos y tantos argentinos a comienzos de los 2000, hicieron las valijas y se fueron a buscar afuera las oportunidades que el caos interno negaba.

La historia de Messi en Barcelona es harto conocida. Su lucha por llegar, las inyecciones que Leo se aplicaba con su manito, forman parte de miles de películas y libros que ya fueron y que ya serán. De todos modos, la historia nueva, la de esta semana, tiene fuertes lazos con la que Messi construyó en el Fútbol Club Barcelona. Y esa historia, tampoco tiene que ver con el dinero: tiene que ver con un futbolista genial que fue decisivo en la vida de un club grande y que se hartó de ver que lo que hay alrededor no esta a la altura de sus pretensiones y se cansó de que un presidente inoperante choque todo lo que toque. Por su parte, el presidente cree que los refuerzos no funcionan y que Barcelona no gana la Champions desde 2015 porque hay un vestuario manejado por cuatro o cinco caciques que no permiten que nadie cruce una imaginaria línea sin su supervisión. Me consta que Alexis Sánchez –de buena campaña en Barcelona, 141 partidos jugados, 47 goles– se fue del club a mediados de 2014 porque no se sentía cómodo en la diaria. La Junta Directiva del Barça cree que jugadores valiosos como Coutinho, Artur o Griezmann no rindieron porque se encontraron con un clima no tan amigable como el que tenían en sus clubes de origen,

Sin embargo, Messi es de la idea que “no es fácil jugar en el Barcelona” y que por eso llegan jugadores que son estrellas en otros clubes y no repiten rendimiento con la camiseta azulgrana. Aquí debemos empezar a conocer al, por estos días, archifamoso Josep Luis Bartomeu.

Bartomeu llegó a la presidencia del club a comienzos de 2014, después de que Sandro Rosell fuera preso porque se detectaron irrgularidades –elegante manera de decir que dijeron que lo habían pagado un dinero y pagaron más– en el pase de Neymar. Al año y medio, y con el viento de cola que traía el equipo culé con un estupendo entrenador como Luis Enrique, Barcelona ganó la Champions de 2015 a Juventus (3-1) en una inolvidable final en Berlín. A cinco años de ese evento, parece mentira que Barcelona haya sido sacado a patadas en el traste de un Cuarto de Final de Champions con un oprobioso 2-8.

¿Qué pasó en el medio? ¿Qué provocó la decadencia de uno de los equipos más maravillosos que dio esta vida? Ahí es donde los mundos de Bartomeu y Messi se dan de cabeza, son irreconciliables. Ahí es donde Messi reclama competitividad y Bartomeu, que el vestuario sea más amable para jugadores nuevos y para entrenadores elegidos por él.

Luis Enrique permaneció en el cargo hasta 2017. Cuando se fue, dejó en el club 9 títulos y un porcentaje de puntos obtenidos mayor al 76 por ciento, superior al de Pep Guardiola (72,47%), aunque obtuvo cinco títulos menos que el actual técnico del Manchester City. La sucesión de Luis Enrique fue la madre de todos los problemas, porque fue cuando realmente comenzó la gestión de Bartomeu en el fútbol profesional.

LA ÚLTIMA CHAMPIONS. La foto es la síntesis de lo que era el Barcelona de Leo. Mascherano, Suárez, Neymar y Messi festejan a pleno la victoria contra Juventus en la final de Berlín, en 2015. Messi imaginaba que sería un eslabón en la cadena y, sin embargo, fue el principio del fin. Leo ve que no logrará retomar el círculo virtuoso en el Barça y se planteó buscar nuevos desafíos fuera de su zona de confort.

La temporada 16/17 fue la última de Luis Enrique, pero los refuerzos que llegaron no estuvieron a la altura. Fue cuando Barcelona comenzó a correrse del camino que mejor le sienta. Andre Gomes, Paco Alcácer, Lucas Digne y Denis Suárez son algunos de los apellidos que empezaron a sonar extraños en los mercados de pases. No fueron extraños, sin embargo, los balances en rojo. Muy lejana había quedado la temporada 13/14, en la que sólo llegó Neymar como refuerzo, en una suma tan poco clara, que, como dijimos, terminó con el presidente Sandro Rosell preso. Ahora, a diferencia de lo que marcaba su historia, Barcelona había salido de compras. Y, como no era su marca registrada, no lo hizo bien. Hace un par de semanas, Javier Mascherano, en mi canal de Youtube, lo dijo claramente, como si viera el futuro: “Barcelona se apartó de lo que fue toda la vida: sus inferiores, un estilo bien definido. Es un club muy especial, importa mucho la manera de jugar. Y cuando no tiene problemas, cuando todo parece funciona bien, se busca un problema para dejar de estar bien. Es increíble, pero es así”.

Messi asistió con cierto asombro a estos (des) manejos de la dirigencia. En su vida de barcelonista, había conocido otra cosa, le dijeron que el club era “més que un club”, que la pelota siempre debía estar contra el piso, que la técnica y el estilo eran esenciales y que los jugadores saldrían de ese lugar que lo acogió a sus 13 años. A Leo le contaron otra historia y, mientras estuvieron Guardiola, Iniesta, Xavi, Puyol, mientras Piqué y Busquets estuvieron al 100, mientras Neymar llegó para dar excelencia y no relleno, mientras Luis Suárez se vino desde Liverpool para gritar y gritar goles hasta ponerse tercero en la tabla de goleadores históricos del Barça, mientras en el banco (el banquillo, la banca) estuvieron Guardiola –sobre todo–, Vilanova y Luis Enrique, las cosas fueron reales. A Leo le dijeron la verdad. Nunca tuvo la pesadilla de que el club –su club, al cabo– saliera a comprar cuanto futbolista pareciera –apenas pareciera– con condiciones de ponerse el glorioso manto culé, el de Cruyff y Messi.

Después de Luis Enrique, llegó Ernesto Valverde, un hombre serio y formal que había sido jugador del Barcelona en la temporada 1989-90, traído por Cruyff desde el Espanyol, el otro club de la Ciudad Condal. Tras esa temporada, se fue al Athletic de Bilbao, equipo del que llegaba al Barça tras dirigirlo cuatro temporadas. Con Txingurri (hormiga, en vasco, tal el apodo del entrenador), obtuvo dos Ligas, una Copa del Rey y una Supercopa de España, pero la Champions la perdió de manera bochornosa dos veces y eso le costó el cargo. Messi quería ganar la Champions. La Liga y los trofeos locales le sabían a poco.

Pero no todo es culpa de Bartomeu y su deficiente política de compras o su equivocada decisión de abandonar La Masía, que tan buenos resultados le dio al Barcelona en los tiempos gloriosos de Guardiola o Cruyff. ¿Por qué Barcelona es un equipo con mandíbula de cristal? ¿Por qué, teniendo tan buenos jugadores y al mejor del mundo, sucumbe ante la primera adversidad? El 2-8 del 14 de agosto de 2020 ante Bayern Munich fue una consecuencia, no un accidente. En todo caso, lo accidental podría ser la diferencia en el resultado. No hay una distancia real de seis goles entre equipos de esta magnitud. Esto puede suceder en un partido, como ocurrió en el 7-1 de Alemania a Brasil en el 2014. Son tragedias futboleras para el derrotado, marcan un antes y un después, te dice que estás equivocado y, ante todo, te grita desaforadamente que ese camino te va a llevar a un oscuro callejón sin salida. Se produce una implosión, como la que acaba de ocurrir, con consecuencia todavía imprevisibles.

EL FINAL. Leo es la imagen de la derrota, con un teatral fondo de jugadores del Bayern Munich festejando una goleada histórica. Era lógico que nada fuera lo mismo en Barcelona, después de semejante cachetazo. Lo que nunca imaginaron, es que Messi tuviera la intención de irse. La reconstrucción fue pensada con Leo adentro. ¿Y ahora?

Hay algo que está escrito en esta misma página web: cuando Messi estuvo vestido de celeste y blanco, color del que, hasta hoy, fueron casi todas sus crisis. Leo se hunde con el equipo si el equipo naufraga. No lo saca a flote. Messi, a diferencia de Cristiano Ronaldo, necesita que todo a su alrededor funcione perfectamente. No puede ser casual que Barcelona no logre siquiera llegar a la final de la Champions desde el momento en el que se fue Xavi y a Iniesta la edad empezó a achicarle la cantidad de minutos en el campo. ¿Esto significa que el equipo eran Xavi e Iniesta y Messi no tenía nada que ver? No, Messi es un genio que resuelve problemas que no resuelve nadie, pero necesita de socios, de tipos que lo hagan sentir bien. Prolongó su bienestar porque, sobre la salida de Xavi e Iniesta, llegaron Neymar y Suárez, dos tipos que, además de ser de los mejor en el mundo en sus puestos, se hicieron amigos de Leo. Esas alianzas externas siempre le generaron bienestar interno. Siempre supimos cómo se sentía Leo por su compromiso con el equipo.

Cuando no estaba de acuerdo con el entrenador o no le gustaba algo, se notaba enseguida. Con Sabella, por ejemplo, estuvo cómodo en las Eliminatorias porque jugaban todos: él, Agüero, Higuaín y Di María. Pero no estuvo igualmente contento en el primer tiempo contra Bosnia, cuando Sabella intentó una línea de 5 ni cuando el pie de seda de Gago fue reemplazado por la intensidad y el orden de Biglia y “El Equipo de Messi” se convirtió en “El Equipo de Mascherano”. Seguramente hay un tema de ego, pero no supera al de la identificación. Messi no se fue feliz del Mundial de Brasil con las decisiones de Sabella.

Valverde dejó el Barcelona después de que el Liverpool del hiperquinético y genial Jürgen Klopp le diera vuelta una serie de un modo increíble. Barcelona había ganado 3-0 en el Camp Nou y perdió 0-4 en Anfield. La fragilidad anímica y mental de los futbolistas más importantes del cuadro culé quedó expuesta una vez más. Perdía 0-1 y Leo, por su cuenta y orden, casi lo empata. Pero Klopp puso al holandés Georginio Wijnaldum y le metió dos goles juntos, a los 8 y 10 minutos del segundo tiempo. Esas seguidillas suelen recibirlas los equipos sin autoestima. Cuando Liverpool se puso 3-0, la Tierra se movía debajo de los jugadores del Barcelona. El fútbol tiene mucho de imprevisible, pero no todo. Sólo restaba esperar el cuarto gol. El belga Divock Origi lo hizo cuando al partido le quedaban poco mas de diez minutos. Al igual que en 2018 ante la Roma, Barça y Messi volvían a perder una Champions, tras un partido de ida con resultado amplio a favor. Ya no era una desgracia: era una conducta. Barcelona no podía mantener la calma tras el primer traspié. Messi no pudo ser el general que lleve a sus soldados a reagruparse e lograr el resultado necesario para la clasificación. En ambos partidos –el de Roma y el de Liverpool– Valverde apeló a un 4-4-2, a sabiendas de que ambos rivales, necesitados de achicar la diferencia, iban a dejarle espacio a Messi y Suárez, sobre todo. Nada de eso ocurrió. Al Barça lo acorralaron, lo prepearon, le ganaron y lo eliminaron. Así como así.

Dijimos más arriba que, con Valverde, Barcelona y Messi habían ganado dos Ligas. Y más allá de que la ambición grande era la Champions y lo que eyectó al DT fueron esas derrotas con Roma y Liverpool, hizo dos buenas Ligas, con un nivel de juego más que aceptable. El problema fue que, a la salida de Valverde, llegó Quique Setién, entrenador de buenos modos en el Betis, aunque sin historia en Barcelona. Setién jamás logró ganarse al plantel. todo se veía muy forzado El equipo jugaba muy mal, al trote, sin intensidad. En la Liga, esto, probablemente, le alcanza para ganar algunos partidos porque Messi puede encargarse de los cuadros menores. Pero ya sabemos que en Barcelona no alcanza con ganar. Además de ganar, hay que saber ganar, hay que ganar sin dejar dudas, hay que jugar un fútbol asociado como el de Xavi, Iniesta y Messi. O directo y brutal pero igualmente asociado, como el de Neymar, Suárez y Messi.

La Liga la ganó Real Madrid, quien, además, lo derrotó 2-0 en el Bernabeu y empató 0-0 en el Camp Nou. Suárez, por diferentes lesiones, jugó 28 partidos de 38 posibles y Messi, 33. Leo fue líder de la tabla de goleadores (Pichichi) y también fue primero en la de asistencias. El equipo era inexpresivo, lento y desganado. Quique Setién tuvo un asistente llamado Eder Sarabia, un joven de perfil demasiado alto, que le generó muchos problemas con los futbolistas, incluido Messi. Sarabia acompañó a Setién en Las Palmas y Betis –donde también tuvo problemas por sus modos poco apropiados para momentos de tensión– y fue insultado por Messi en un descanso del partido contra el Celta de Vigo.

Todos supimos que el final de Setién tenía fecha cierta (salvo que ganara la Champions, por supuesto) y que Messi estaba más incómodo que nunca en su club. Jamás se lo vio tan enojado, tan impotente, tan solo. Es más, después de que Barcelona cayera ante el Osasuna 1-2, Leo describió brutalmente el nivel de su equipo.

HONESTIDAD BRUTAL. Leo fue muy claro para describir el nivel del Barcelona en la temporada 2019-20. “El Madrid no perdió nunca después del parón. Nosotros fuimos irregulares, perdimos muchos puntos. Reconozco los méritos del rival, pero somos e Barcelona y tenemos que ganar todos los partidos. Queremos ganar la Champions y no nos dio ni para la Liga. Tenemos que mejorar porque, jugando así, vamos a perder con el Napoli también”. No se equivocó en el diagnóstico. Su decisión de irse está vinculada, básicamente, a que la charla con Koeman no le dio esperanzas de modificar este escenario. La comuncación telefónica con la que Koeman prescindió de Suárez sólo agravó las cosas.

Nadie puede decir que la derrota con el Bayern Munich fue inesperada. Obviamente, tampoco nadie pensaba que iba a recibir 8 goles. Pero la diferencia entre un equipo moderno, dinámico, intenso, de presión altísima, con una recuperación tras pérdida muy breve y otro, harto, cansado, sin ningún vínculo con la idea del entrenador, con un rechazo claro hacia el invasivo ayudante de campo, fue notoria. Uno de los arqueros con mejor juego de pies es Ter Stegen y, sin embargo, parecía un principiante daltónico, que entregaba casi siempre la pelota a un rival. Semedo suele ser importante atacando el espacio, lo mismo que Jordi Alba, su colega izquierdo. Pero, esta vez, tuvo que jugar “de 4” y el tal Alphonso Davies lo bailó como los viejos wines a aquellos “marcadores de punta’ petisos y morrudos que te mataban a patadas. Semedo no atinó ni a golpear. Y Jordi Alba fue privilegiado testigo del vuelo de Joshua Kimmich por el famoso callejón. Messi se hundió en el barro de la impotencia, no pudo ni supo cómo sacar del pozo a un equipo muerto, que se arrastró por la cancha como un boxeador suplicando por el final de la pelea.

Después del desastre, Leo recibió dos llamados que se convirtieron en importantes con el paso de los días y, aún más, con la decisión que Messi tomó y filtró el 25 de agosto de 2020 a la prensa argentina. Uno fue de Pep Guardiola, quien, como buen culé, quiso saber cómo estaba Leo después del bochorno. Si hablaron o no de una potencial ida de Leo al City, no lo sabe nadie. Tal vez lo hayan hecho. Guardiola sabe que si le “roba” a Messi al Barcelona, sería alta traición o, al menos, así lo tomarían. En este tiempo de vacaciones, Pep está en Barcelona y no es un secreto para nadie. Todos especulan con un encuentro entre Guardiola y Leo.

El otro llamado fue de Ferrán Soriano, ex vicepresidente económico y Director General del Barcelona entre 2003 y 2008 y actual CEO del City Football Group, la empresa que maneja al Manchester City y que tiene inversiones en todo el mundo. Soriano tenía un dato inquietante: existía la chance real de que Messi dejara el Barcelona en junio del 2021, cuando acaba su contrato. En esa conversación –amistosa, breve– Soriano quiso saber si eso era cierto y si podrían, llegado el caso, sentarse a charlar. Por primera vez, Leo no dijo que no.

Como Guardiola quiere mantenerse al margen de cualquier intento de que Messi deje al Barcelona –al menos, en superficie– encomendó al Kun Agüero la ardua tarea de convencer a Leo que fuera al Manchester City. El Kun habla con Leo casi a diario, pero en los últimos dos meses fueron a cenar tres veces. Agüero vuelve loco a Messi para que sea su compañero en el City, lo entusiasma sobremanera que Leo sea su compañero. Además, Manchester City comparte con Leo la ambición y la obsesión de ganar la Champions.

El Kun Agüero es el máximo ídolo del City. La ovación a la mención de su apodo y apellido por los altavoces del increíble Etihad Stadium cuando dicen la formación del equipo, es larguísima, inolvidable cada vez. El gol histórico al Queens Park Rangers en 2012, que le dio el título al Manchester City después de 44 años, lo convirtió en leyenda y cualquier cosa que Agüero diga en ese club, será escuchada con atención. Imagínense si el Kun habla de Messi. El City estuvo a punto de quedar fuera de la Champions por no respetar el Fair Play financiero, pero logró zafar tras una heroica apelación. Ahora tendrá que revisar sus números antes de llevar a los hechos los sueños de Messi. Otro tanto ocurriría con el París Saint Germain, en caso de sumarse a la pelea. Ahí están haciendo fuerza Neymar y Di María, otros dos buenos amigos de Messi. Los contratos del propio Neymar y Mbappé ponen en jaque al club con el fair play financiero. Se lee y se escucha mucho que “Leo quiere ir al City”. Guardiola y Agüero son una fuerza muy potente que podría, tranquilamente, motorizar los deseos de Leo. Pero, a esta hora, ni siquiera se sabe si podrá dejar Barcelona. De acuerdo a declaraciones de opositores, Barcelona necesita dinero y no va a asistir impávido a la ida de Messi sin intentar recibir los 700 millones de euros de la cláusula de rescisión de Leo. La Junta Directiva va a negociar hasta lo último para que la salida de Messi deje un dinero que le permita tapar los agujeros que hoy tienen sus finanzas.

El disconformismo de Leo con el club no es nuevo. No lo despertó el 2-8 ni la forma irrespetuosa con que Ronald Koeman, nuevo DT barcelonista, despidió a Luis Suárez. Acaso esto último haya sido un agravante, pero de ningún modo la causa. Hace cinco años que Barcelona no gana la Champions, el equipo va perdiendo calidad en cada temporada que pasa, a Bartomeu se le fue Neymar y no logró traerlo de regreso, como quería Messi y hubo un largo desfile de refuerzos y apuestas que no funcionaron. El balance del club arrojó un déficit de 200 millones de euros y el plantel, hoy, tiene 40 profesionales. Pensar en que Barcelona va a salir a romper el mercado es un delirio.

DÚO MORTAL. Ronald Koeman (izq.) fue un futbolista de excepción con paso glorioso por el Barcelona de Cruyff, a fines de los 80 y comienzos de los 90. Llegó como entrenador a hacer lo que está intentando hacer: barrer con algunos caciques e intentar la reconstrucción culé a partir de tres pilares fundamentales, como lo son Busquets, Piqué y Messi. El problema mayor es que Messi se plantó y se bajó del proyecto. Hay otro que podría terminar con el ciclo de Koeman antes dde que comience: echó a Suárez por teléfono y el plantel no confía en él. Josep Bartomeu (der.), el presidente, se mantiene en silencio, aunque hizo trascender que, si la razón por la cual Messi desea irse es él, renuncia. Luce más como una movida política que un acción sólida. En abril, hay elecciones en el club bleugrana. Allí terminará el mandato de Bartomeu. No puede presentarse como candidato.

Ronald Koeman abandonó su cargo en la Selección de Holanda para ser el nuevo entrenador del Barça, donde dejó un gran recuerdo como futbolista. Es un hombre de carácter duro, de tomar decisiones difíciles. Fue entrenador del Valencia –único equipo español que dirigió antes del Barça– y allí no la tuvo fácil con los hinchas por haber descartado a históricos como Cañizares, Albelda y Angulo. Se la jugó con chicos como Ever Banega, Maduro y Mata y las cosas no funcionaron en cuanto a resultados inmediatos. Evidentemente, esta muestra de carácter fue más que suficiente para Bartomeu. Su idea era cambiar el aire del vestuario y Koeman era el indicado. Los otros candidatos eran Pochettino y Xavi. El argentino está muy identificado con el Espanyol y Xavi es demasiado nuevo como para tirarle un Barcelona en crisis.

La reunión que tuvieron Koeman y Messi no dejó conforme al capitán. Es más, en un momento le dijo al holandés que se veía “con un pie afuera”.

  • “Quiero terminar con la autogestión del vestuario”
  • “Se acabaron los privilegios”
  • “Voy a ser inflexible. La prioridad va a ser el equipo y seré yo quien imponga las condiciones”
  • “Van a llegar refuerzos en la medida en que el club pueda vender”

Estas cuatro frases fueron la piedra basal de Koeman en la aparentemente corta relación con Messi. A Leo no le gustó el tono. Ni siquiera le gustó el tono con el que lo elogió. Porque, además de marcar la cancha, Koeman fue claro: “La reconstrucción del Barça va a empezar por vos, vas a ser el capitán y líder”. Koeman también decidió prescindir de Rakitic, Umtiti, Arturo Vidal y Luis Suárez. Piqué y Busquets van a quedarse, aunque este último correrá desde atrás por primera vez en su vida. Koeman le dará titularidad a Frenkie de Jong. Además, antes de su llegada al cargo, Barcelona contrató al estupendo volante bosnio Miralem Pjanic, a cambio del brasileño Artur.

Koeman cometió una torpeza que le será difícil de remontar, a los ojos del plantel: echó a Suárez por teléfono. El extraordinario delantero uruguayo es el tercer goleador histórico del Barcelona y tiene una trayectoria impactante. Mi compañero de 90 Minutos de Fútbol, Sebastián Vignolo, fue claro al respecto: “Estoy autorizado a decir esto: Suárez está angustiado, gtriste y caliente porque no lo llamó nadie de la directiva”. Esta falta de respeto no sólo terminó de decidir a Messi –que ya tenía pocas dudas sobre su destino– sino que hizo explotar el vestuario. El periodista catalán Josep Pedrerol dijo en el programa Rezo Por Vos, en Radio Nacional, que “es posible que Koeman no llegue a iniciar la Liga. Tiene al vestuario parado de manos por haber cesado a Suárez por teléfono”. Si estuvo planeado para generar una reacción en Messi o no, no sabemos. Como fuere, a Messi le disparó ahí mismo lo que venía pensando hacia tiempo: había llegado el final de su tiempo en el Barça, al menos de momento.

AMIGOS ÍNTIMOS. Esta foto pertenece a las últimas vacaciones de Messi y Suárez juntos, con sus familias. en Antigua y Barbuda. Allí, Leo le dijo a Luis que no se veía vestido del bleugrana en el futuro. También allí, Suárez recibió el llamado de Koeman, en el que, en 110 segundos, le dijo que no contaría con él.

Es una historia larga y compleja. Independientemente del dinero que da vueltas –que es muchísimo– hay una decisión de la directiva de Barcelona de revisar todo. El 2-8 es el motor, pero también lo son las derrotas y cierto hartazgo mutuo de Messi y Bartomeu. Esta situación de intolerancia entre ambos es la que llevó a Leo a tomar la decisión de irse, como alguna vez lo hicieron Maradona harto de Josep Lluis Nuñez, Cruyff tras una discusión feroz con Joan Gaspart o, en el Real Madrid, Cristiano Ronaldo, desgastado en su relación con Florentino Pérez. Barcelona es un club muy especial. En 90 Minutos de Fútbol tuvimos la oportunidad de charlar con ex dirigentes y todos ellos nos transmitieron la idea de que el club está por encima de todo y todos, incluido el propio Messi.

Leo Messi tenía un destino señalado, una historia de vida maravillosa que tenía correlación con su día a día en Barcelona. La partida de Rosario, la supervivencia con papá Jorge, la contención del club, la consagración, Antonela, los chicos, el refugio de Castelldefels, la felicidad completa.

Sin embargo, hay algo en Messi que lo movió siempre y es auspicioso saber que aún lo sigue empujando: su feroz competitividad. Parece haber llegado la hora de ir hacia otras tierras a buscar gloria, fotos triunfales, vueltas olímpicas, festejos interminables. Todo esto que tenía en el Barcelona que Messi conoció hace 20 años y que se diluyó hasta desaparecer.

Diego Chavo Fucks