Pep Guardiola y Marcelo Bielsa cuentan con un gran valor poco frecuente: la consideración que se tiene por ellos no está atada a un resultado, al menos en superficie. Sobre todo, en el caso del entrenador argentino. Porque, si bien se rescata de Guardiola el estilo que le da a sus equipos –su “Método”–, lo cierto es que es un entrenador que ganó 29 títulos y esta podría ser una respuesta a quienes prefieran alguna otra escuela. Bielsa no puede presentar semejante palmarés, simplemente, porque la búsqueda del técnico rosarino no es la misma que la del catalán. La bestia competitiva de Pep es mucho más salvaje que la del Loco.
Guardiola nunca modificó el espíritu combativo de sus tiempos de jugador insignia del Barcelona de Cruyff. Esa competitividad –hoy transferida a Messi casi como una transfusión sanguínea– fue el motor que lo llevó a pelearle al retiro, cuando Barcelona decidió otros rumbos y Pep tuvo que ir a organizar equipos desde adentro a Brescia, Roma, Doha y Sinaloa. Es curioso que Pep, en medio de su formación, haya consultado a Bielsa y Menotti, pero no a Bilardo, con quien comparte –tal vez no lo sepa– esa obsesión de hablar de fútbol todo el tiempo, de pensar en el rival que viene, de hablar con furia cuando pierde, de abrazar exultante a sus jugadores cuando el resultado lo favorece. En el libro “Herr Pep”, de Marti Perarnau, que describe a la perfección el paso de Guardiola por el Bayern Munich, se cuenta que lo máximo que Pep logró estar sin hablar de fútbol son 32 minutos. Ahí, Manel Estiarte (su más cercano colaborador en Barcelona y Bayern Munich y ahora en Manchester City), habla de que ni siquiera el año de calma que tomó en New York antes de la seguidilla Bayern Munich – Manchester City pudo alejarlo de su locura. Lo llama “La Ley de los 32 Minutos”. “Te lo llevas a un restaurante para que se desconecte del fútbol, pero en el minuto 32, se termina la desconexión”, dice Manel. Es probable que esta obsesión, esta incapacidad para salirse del mundo por algún tiempo sea la clave para mantener viva a la bestia competitiva después de haber logrado su obra cumbre.
Desde el momento en el que Guardiola se fue del Barça, todos sabíamos que nada de lo que hiciera después ni siquiera alcanzaría un parecido a su Barcelona 2008 – 2012. Solamente su cuerda futbolera más extrema lo llevó a aprender alemán para trabajar en la Bundesliga y llegar a la Premier League, donde están los mejores entrenadores del mundo. Con Manchester City, lleva ganadas dos Premier, una FA Cup, dos Community Shield y tres Carabao Cup. Pero en las últimas tres Champions League fue eliminado en Cuartos de Final y esta frustración es algo que lo desvela y se le nota, aunque trate de ocultarlo. Sobre todo, estas tres eliminaciones se le suman a las Semis perdidas en las tres Champions que disputó con el Bayern. Guardiola da mucho valor a las ligas y hace bien: disputa la Premier League, que es tan buena y tan competitiva que no pudo ganarla en la última temporada. Pero los dueños del City quieren la Champions y Guardiola es consciente de las presiones de los patrones y del mercado. No es algo que lo acobarde, en absoluto, pero no le está siendo sencillo que el equipo que formó, con jugadores con determinadas características técnicas y físicas a pedido de su Método, se imponga fronteras afuera. En este punto, es probable que esté más cuestionada la elección de los refuerzos que la forma de jugar. La prensa británica fue implacable con las críticas en este sentido, sobre todo después de la eliminación ante el Lyon en la última Champions. Esta idea de una mala elección de refuerzos quedó aún más firme después de la oprobiosa derrota como local ante el Leicester 2-5. Más allá de que el prestigio de Guardiola es inmaculado, la previa al partido con Leeds no fue cómoda y Pep, en su laberinto, estuvo encerrado tratando de resolver las dudas que genera semejante decepción.
Bielsa es otra cosa. No existe parentesco alguno con Guardiola en la manera de presentar sus equipos, no hay paralelo en las búsquedas. Así como Pep pretende que sus equipos jueguen con un estilo determinado –juego de posición, posesión, presión alta–, el Loco, además de jugar de otro modo –vertical, uno contra uno– pretende dejar un legado. Aquel Loco Bielsa de 1990, revoleando la camisa en la cancha de Ferro al grito de “Vamo’ Ñubel, carajo”, ya no existe. Los años lo convirtieron en una suerte de trovador que va por los pueblos derramando su mensaje de paz y amor (“La nobleza de los recursos utlizados” y otros hits). En este ítem, la diferencia con Pep es clara. Mientras el catalán busca objetivos en Bayern Munich y en el Manchester City megamillonario con obligaciones de llegar a lo máximo, Bielsa pasa y deja legado en el Athletic de Bilbao, Lille y Leeds. Queda excluido de esta lista del Loco el Olympique de Marsella, que es un club muy grande y con hinchas bastante parecidos a los que tenemos de este lado del mundo.
No tratamos de decir aquí que lo de Bielsa es más sencillo. Porque si bien llegar a ganar una Champions es muy complejo –de hecho, Guardiola no lo logra desde la temporada 2010/11– al asumir en clubes grandes, Pep puede contar con futbolistas de elite, tiene una chequera gruesa que le permite comprarlos. En esto que definimos “dejar un legado”, Bielsa compra lo que puede y a los futbolistas que tiene, los forma, los educa, los lleva a lugares acaso más elevados de los que llegarían por sus condiciones naturales. Bielsa mejora a sus jugadores. Y por ese camino, llega con el Athletic de Bilbao a la final de la Europa League con futbolistas conocidos regionalmente, pero no en la cumbre, genera que el Leeds pelee el ascenso en su primera temporada de trabajo y lo logre en la segunda, en un club que estaba en la segunda categoría del fútbol inglés hacía 16 años. De acuerdo a lo que busca Bielsa, este ascenso con el Leeds es un gran logro. Ni hablar de lo conseguido con el Athletic de Bilbao. Son dos hitos que para el Loco son extraordinarios, pero que para Guardiola serían un premio consuelo. Es cierto que Pep tiene otros horizontes, su vara es diferente a la del Loco, tiene otro color. Al rosarino lo hace feliz que sus jugadores sean mejores, que lo reconozcan. Que Guardiola diga que “Bielsa es único, es el mejor” es el elogio de Frank Sinatra a un tipo que canta muy bien en bares o teatros locales y es feliz así. Exagera y sobreactúa Guardiola cuando dice que “aprendió todo de Bielsa” porque todos sabemos que Pep es la viva representación de Cruyff y ahí Bielsa no tiene nada que ver. Hay que tomarlo sin fanatismos ni literalidades. Sólo es el reconocimiento a un tipo que lo ayudó cuando Guardiola aspiraba a ser un buen entrenador. No hay registro de que alguna vez un equipo de Pep haya imitado un esquema de Bielsa ni al revés. Todo lo que se dicen es sólo respeto y cortesía.
Como todos los futboleros, me acomodé en el living de mi casa, puse ESPN 2 y vi Leeds – Manchester City. Lo disfruté mucho como espectador neutral. Los equipos de Bielsa juegan al filo, el sufrimiento es tan parte de su estilo como sus ataques coordinados, veloces y directos. Guardiola trabaja siempre –y como todos– para que sus equipos ganen, pero esa victoria tiene que ser justa, debe ser el resultado de un manifiesto dominio sobre el adversario. Contra lo que muchos creen, a Pep no le hace gracia que su arquero sea figura, que sus centrales padezcan la falta de recuperación de los volantes. Es un error de análisis creer que jugaron un partidazo los dos porque nosotros la pasamos bárbaro viéndolos en casa un frío sábado a la hora del almuerzo. Salvo en los primeros veinte minutos y en los últimos diez, el Leeds jugó como lo planeó. Como contrapartida, el City fue lo que pensó Guardiola sólo en esos veinte minutos iniciales y trató de ganar de prepo en los diez finales, en los que su rival pareció quedarse sin energía. Leeds y el City tuvieron serios problemas en la definición. Sterling y el grandote Bamford corrieron muchos metros sin oposición y se estrellaron contra los arqueros. Viendo que tamaña ineficacia no sólo privó al City de avanzar en la pasada Champions, sino que le está complicando la vida en la Premier 2020/21, Pep empieza a entender que el regreso del Kun Agüero es una necesidad imperiosa. Sin el gran goleador argentino, un gol del City parece un hecho esporádico y lejano. A pesar de los extremismos, es probable que ni Bielsa ni Guardiola se hayan ido conformes. Pep venía de recibir 5 goles en casa y necesitaba la victoria para salir de la angustia de la semana previa y no lo logró. Leeds pudo haberlo ganado y tuvo oportunidades para hacerlo. No sólo no lo consiguió, sino que se fundió físicamente en los diez finales, perdió intensidad en la recuperación y en el ataque y casi pierde el partido.
En definitiva, los mundos de Guardiola y Bielsa no son iguales. Que se respeten no significa que se imiten. Un equipo de Guardiola arriesga, pero no juega al filo. Trata de recuperar la pelota alto, con todos los jugadores comprometidos en esa tarea y sufrir ataques rivales o situaciones de gol evitadas por su arquero es algo que “no debe pasar”. En Barcelona, sacaba un jugador de la defensa y lo sumaba al medio para darle superioridad nuérica a esa zona y, de algún modo, asegurar la posesión. Esta movida, obligaba al equipo a jugar mano a mano en defensa, pero que ese Barcelona no tuviera la pelota en su poder era algo casi imposible Los equipos de Bielsa también presionan con intensidad, pero se desequilibran fácil, corren mucho riesgo. Pero esos “nobles” recursos del bielsismo son un credo y no hay renuncia a ellos, aunque se paguen con la derrota.
Pep Guardiola y Marcelo Bielsa empataron, pero no son lo mismo ni tienen la misma esencia ni el mismo gusto, mal que les pese a los fanáticos. Sin embargo, ambos, desde sus trincheras, con riquezas y miserias, nos entregaron una estupenda tarde de fútbol por TV.
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