Se recuerdan pocas previas de Mundiales más discutidas y criticadas que la previa de México 86. Argentina tenía como entrenador a Carlos Bilardo, que «no representaba el gusto del hincha argentino», ni tenía «el ADN» ni profesaba «el fútbol que le gusta a la gente».
Esto era extraño. En el equipo de Bilardo –Estudiantes– jugaban (juntos) Sabella, Ponce y Trobbiani, jugadores con el «ADN» argentino, jugadores que «le gustaban a la gente», que «representaban el gusto del hincha argentino». Y en la Selección, el líder era Maradona, que no jugaba por lesión. Sumen que Bilardo, en su momento, llamó a Borghi, Burruchaga, Ponce, Sabella, Alonso, Márcico y… Bochini… No tenía asidero. Pero del Bocha decían que a Bilardo «se lo puso Grondona», decían, furiosos, intérpretes de «la gente».
Como si Bochini necesitara alguna recomendación…
Esa noche alemana del 12 de septiembre de 1984, Bochini integró una mitad de cancha con Trobbiani, Ponce y Russo, más Burruchaga que fue media punta y Gareca, obviamente, como punta. «Bilardo no pone wines», repetía la cátedra. Pero Argentina llenó los espacios de manera notable. lo regó del fútbol sublime de los Bochas (Ponce y Bochini). lo llenó con las pisadas mágicas de Trobbiani y lo ordenó con la sabiduría estratégica del Palomo Russo. Y ni hablar del esfuerzo que siempre ponía el Gringo Giusti o la firmeza del Tata Brown.
Encontré a Bochini en el lobby del hotel Meliá de Düsseldorf. Arrancó hablando de la Patria Chica: «Que suerte que le ganamos a Racing. Almirón necesitaba meter una victoria en el clásico porque si no se le iba a complicar todo. Es cierto que no jugó bien, pero con el triunfo todo se ve más tranquilo». Y enseguida llegaron los recuerdos. «Ví adelantado a Schumacher y traté de metérsela por arriba. había salido desde mi campo, pasé entre dos alemanes y, como venía embalado, decidi tirársela por arriba. Schumacher era un arquerazo. Me sacó una pelota increíble».
Ver a Bochini aquí en Düsseldorf (invitado por Guillermo Tofoni, incansable organizador del partido y presidente de World Eleven) me disparó, inmediatamente, aquel remate por arriba de Harold Schumacher que «casi» fue gol. Y que no haya sido gol es un detalle.
Es un canto a la genialidad en el fútbol, un homenaje a ese señor pelado, bajito, que camina como Chaplin y que jugaba al fútbol como Dios.
(En el minuto 2.45 está el remate del Bocha que sacó Schumacher)
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