Que Carlos Tévez haya regresado a Boca en la plenitud de su carrera no debería sorprender. Nunca fue Carlitos alguien que se sometiera a los rigores de la corrección política, aun a riesgo de que compañeros y/o entrenadores lo ralearan. No es momento de discutir si fue bueno o malo que ciertos humores de históricos de la Selección Argentina lo hayan dejado fuera de la lista del Mundial de Brasil o si la marginación parcial a la que fue sometido en la reciente Copa América fue justa o injusta. Lo que está sucediendo es el regreso de Carlitos a un lugar en donde jamás fue discutido. Tévez es un futbolista del Boca de antes. Pero no el “de antes” de la Era Bianchi. “De antes” es “de antes”. Boca siempre fue el gran aglutinador de masas, el equipo de las clases bajas, del laburante, fue el equipo de los esforzados, de los de vida complicada, siempre fue el amor del tipo que se cuelga de un colectivo a las 6 de la mañana o abre el modesto negocio a las 8 con los ojos lagañosos. Tévez es un futbolista que perfectamente podría haber estado al lado del Pocho Pianetti o Rojitas, de Diego o de Román, tipos que representaban al club y que tenían orígenes similares a los monos que estaban al sol allá arriba, con los torsos desnudos y sudados.
Carlitos tuvo un apellido y después tuvo otro. Su mamá (Fabiana Martínez) lo abandonó antes de los cinco años y poco después de que se quemara el cuello con agua hirviendo. A su padre biológico (quien jamás le dio el apellido, por eso Carlitos pasó buena parte de su vida llamándose “Martínez”, por su madre) lo barrieron de esta tierra a balazos. Sus tíos Adriana y Segundo Tevez se hicieron cargo de él, lo criaron y lo cuidaron para que el pibe no fuera protagonista de esas peleas en las que va la vida, para que estuviera arropado en casa, mientras en la oscura noche sonaban lejanos disparos de armas que dirimían conflictos bravos. Cuando Carlitos tuvo posibilidades, dejó el apellido de su madre para usar el del tío que lo crió y lo acompañó en sus tiempos iniciales como futbolista. Todos sabemos que el fútbol será muchas cosas, pero fue, es y será un camino –muchas veces duro, siempre firme– que puede llevar a una vida mejor, si se acompaña con dedicación y constancia.
El pibe de los uniformes y descoloridos monoblocks de Fuerte Apache decidió que jugar a la pelota seria su transporte a una vida mejor, más relajada, pero sin perder de vista jamás el punto de partida. En una noche excitante como la del 13 de julio de 2015, Tévez se acordó de eso y de ciertos mareos que le provocó el brutal cambio de vida a partir del enorme talento que salía a borbotones de su botín derecho. Pero siempre abrazado a sus afectos. Ni siquiera el marco tan distinto que este Boca “Post Macri” de los 2000, este Boca ABC1 lo cambiará. Este Boca podrá tener futbolistas bien de estos tiempos, como Daniel Osvaldo, pero siempre aparecerá alguno de “aquellos”, como Riquelme –otro pibe del conurbano, como Diego o Carlitos– y ese será el que se quede con el amor legítimo de los que fueron a poner el alma en una noche impiadosa de frío y humedad porteña como la del regreso de Carlitos.
Y las cosas no cambiarán. Ni siquiera la cambia un presentador ícono de la derecha argentina (opositora 1000 por 1000 a lo que representan Boca y Tévez en la Argentina y en el mundo) ni un discutible vinculo entre Tévez y la sangrienta barra brava xeneize. Las cosas no cambian porque hay un número enorme de hinchas de Boca que aman a Tévez por encima de cualquier error que Tévez cometa. La jugada de Carlitos pidiéndole a Angelici puede ser tomada como algo espontáneo, tratándose del personaje que se trata. Si será utilizado o no por el presidente de Boca es algo que podemos imaginar. Pero hay algo que hay que aceptar: Angelici es el presidente que trajo de vuelta a Tévez. O es el presidente que le dio a Tévez las condiciones óptimas para que el pibe de Fuerte Apache decidiera pegar al vuelta.
Como sea, Carlitos Tévez está de regreso en el fútbol argentino. Es para festejar por todos. Todos recuperamos a un jugador fantástico. Pero, por sobre todas las cosas, Boca recupera a un futbolista que es su propia identidad, esa que ningún palco lujoso ni ningún representante de los peores sectores de la sociedad le quitará. “Boca es el pueblo y el carnaval”, dice el cántito.
Carlitos Tévez los representa como nadie. Está cortado con la misma tijera que cortó a Rojitas, Diego y Román. Es pueblo y carnaval. Como Boca.
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