La cara más patética del análisis futbolero la vimos en los Juegos Olímpicos. Ahí quedaron al desnudo todas las formas precarias de observar nuestro juego que tienen muchos periodistas, ex jugadores y, obviamente, hinchas, que son los que reciben el mensaje tóxico. El fútbol se analiza con una crueldad y una falta de criterio que aterra. Los futbolistas –algo que no pasa con los jugadores de Hockey ni los basquetbolistas– sirven en un partido y en otro no, los aplauden cuando el equipo gana y piden su exclusión en cuanto hay un partido (uno, no más) en el que las cosas no son como uno quiere que sean. Esto sucede, ante todo, porque en este juego (y casi no en los otros), un equipo mas débil puede ordenarse y complicar la vida del que suponemos mas poderoso.
Veo a periodistas especializados en otros deportes esperar en la puerta de un vestuario de derrota (derrota fea, jugando mal, como sucedió en los JJOO con otros deportes) y abrazar al jugador diciendole «no importa, diste todo». Imaginen si, en Mérida, cualquiera de nosotros hubiese abrazado a Mascherano y le hubiese descerrajado un «vamos, Javi, vamos que falta mucho. Así, con estos huevos, vamos a llegar lejos». Seguramente, una ola de desprecio y, tal vez, un telegrama de despido hubieran caído sobre ese periodista. Porque con el futbol no se jode, en el futbol no hay homenajes ni debe haber noches flojas ni pueden lesionarse los jugadores ni se puede ser tan vendepatria de no cantar el himno (Los Pumas, en tiempo en los que no le ganaban a nadie, fueron tapa de Noticias por cantar el himno «con devoción») ni muchísimo menos se puede perder. Ni hablar ya de empatar «con el último» o de no poner «dos o tres delanteros contra Venezuela». Porque «a Venezuela hay que hacerle 5». ¿Y por qué hay que hacerle 5? «Porque va último, porque juegan al beisbol, porque son horribles». No hay mucho argumento mas que estos. Que, encima, son falsos. Venezuela –a diferencia de los Lichtenstein, Luxemburgo, San Marino o Islas Faroe a los que se enfrentan los poderosisimos Alemania y España– ya no es aquel del beisbol. Hubo una evolución. No se está diciendo aquí que Venezuela esté en la línea de Argentina, Brasil, Uruguay o Colombia. Se está diciendo que aquel 11-0 de la Selección de Santa Fe que armó Menotti en 1975 a entusiastas empleados públicos venezolanos es de otra época. Se está diciendo que hace 15/20 años, pensar que un pibe venezolano iba a darle a la pelota la comba perfecta y clavarla en el ángulo –como hizo anoche Juampi Añor– era un sueño inalcanzable para cualquier tipo que amara el color vinotinto.
Argentina sigue estando por encima de Venezuela, juegue o no Messi. Ahora, si el planteo es «Argentina juega mejor con Messi o sin él», hay dos ítems fuera de lugar: la pregunta, por ridícula y la respuesta, por obvia. Por supuesto que cada formación que integre Messi será mejor. Ni siquiera el Barcelona, cuyos jugadores están todos los días a su alrededor trabajando y ensayando, juega igual cuando no está Leo. ¿Cuál sería la novedad? Ahora, hablar de «rezar» si no está Messi o decir «no vamos al Mundial», suena descabellado, tremendista, exagerado. Argentina le ganó claramente a Colombia en Barranquilla sin Messi, por ejemplo. Y la derrota con Ecuador en el Monumental fue por un pésimo diseño estratégico del Tata Martino. Seguramente, la presencia de Leo nos hubiese dado la chance de alguna situación favorable, pero con Messi jugamos tres finales y no pudimos hacer goles. El fútbol no es una ciencia exacta. Tiene cierta lógica en muchos de sus fundamentos –si Banega, Di Maria o Lamela juegan como ante Venezuela, es probable que la expresión colectiva del equipo sea pobre– pero hay otras cuestiones que son destrozadas por genios como Messi. Cualquier paredón defensivo, cualquier sistema táctico puede ser vulnerado por un genio como Leo o como Cristiano Ronaldo o como Iniesta o como Maradona. Ahora, si no lo tenés por cuestiones físicas, entonces hay que armar otra cosa.
Y es aquí donde el análisis vuelve a ser según la cara del cliente. Bauza está sospechado –eterna e injustamente sospechado– de ser un miedoso, de tomar más recaudos de los que al establishment periodístico de futbol le gusta. Seguramente, con Martino hubiesen tomado como dato que Argentina salió a jugar con Lamela, Banega, Di Maria, Pratto y dos laterales que suben todo el tiempo. A Bauza no. Al Patón le dicen «recién puso a Correa y a Alario cuando fue perdiendo». Que el equipo no tuvo funcionamiento de tal es claro. La pelota no corrió, el rival siempre lo puso incómodo. En general, la medida de cómo y dónde juega el equipo es Mascherano. Cuando Javier está incómodo e impreciso como anoche, el equipo lo paga caro. Hay algún mérito de Venezuela, obviamente, pero hay mucho defecto del cuadro nacional. Podríamos puntualizar como discrepancia con el DT la posición de Di María. Sus mejores momentos en el Madrid o en la Selección de Sabella fueron cuando actuó sobre el costado derecho. Con toda lógica, Bauza prefiere a Messi sobre ese costado –otra discrepancia, lo quiero libre, sin la raya como límite– pero en ausencia de Leo, Di María debió haber sido el ocupante de ese sitio. Es cierto que Lamela juega en ese lugar en Tottenham, pero sus características son diferentes a las de Di María. Cuando Fideo va por la izquierda, choca. Esos choques lo enfurecen y se pone ciego. Por la derecha tiene mas luz, los caminos son mas cortos.
Banega es una caja de sorpresas. Si está bien, puede recuperar la pelota, encabezar ataques, elegir las mejores opciones para la resolución de una jugada, puede ser doble cinco o enlace casi sin distinción. El problema es que cuando está mal o bien tomado como anoche, las cosas se le hacen difíciles. No es Banega un futbolista de grandes actuaciones en ambientes hostiles. Cuando las cosas no están en su lugar, el ex jugador de Boca y Newell’s no suele acudir en ayuda de quienes mas lo necesitan. Con Banega, Di María, Mascherano y Lamela mal, todo lo demás queda explicado. Sufren los de atrás porque el medio no contiene, Pratto no participa porque la pelota no le llega. El único rapto de talento que tuvo Coco Lamela fue un pase filtrado para Pratto que el Oso clavó entre el primer palo y el arquero Hernández. Las otras virtudes llegaron cuando el mejor jugador argentino de la noche, Nico Otamendi, ganó en el área y empató y cuando, de contraataque, se pudo ganar el partido.
La conclusión obvia es que sin Messi hay que correr, ordenarse, estar el triple de concentrados y, llegado el caso, luchar. Pero este equipo es con Messi. Algunos insisten en plantearnos panoramas desoladores en los que Messi nunca está, en los que Argentina no va a los Mundiales, en los que pone once defensores o diez arqueros, en los que Bauza dice que no le importa atacar sino defender, en los que Di Maria, Rojo, Higuaín y hasta Mascherano no sirven. Otros, en cambio, cuando el DT no les gusta, piden «debate». Y esos debates nunca son tales, solo quieren imponer a los DT que son de su gusto. No les importa debatir ni cruzar opiniones con nadie.
Nada de eso sucede, por suerte. A lo sumo, tomarán desprevenidos a gente con las defensas bajas, permeables a discursos edulcorados que son falsos y tienen la consistencia de un flan. Pero la realidad es que hay que ir al Mundial y en el camino al objetivo, habrá altos y bajos. La Selección Argentina tiene un entrenador capaz de resolver cada uno de esos problemas.
Volveremos a encontrarnos al final del camino.
https://www.youtube.com/watch?v=9A4e9L585HA
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