En este asunto de las casillas, Edgardo Bauza jamás estará en la consideración de los cultores del “buen fútbol”. Ni siquiera jugando bien, será reconocido como uno de los mejores. Es mas, ni siquiera siendo uno de los mejores –que lo es– van a reconocerlo. De manera que salgamos del tema del entrenador. Le pasaba a Sabella también. No les gustaba porque cambiaba de esquema en medio de un partido. Lo trataban de “defensivo”, de “miedoso”.
Curiosamente, en las Eliminatorias para el Mundial pasado Sabella hizo algo parecido a lo que Bauza trató de hacer contra Perú: cuatro defensores (Zabaleta y Rojo como laterales con proyección), dos cincos y cuatro jugadores de ataque: Messi, Di Maria, Agüero e Higuaín. Bauza dispone de otros centrales –Otamendi – Funes Mori contra Fede Fernandez – Garay– y anoche no tuvo a Messi. El detalle fundamental está en el doble 5, esa pieza tan denostada por los analistas mas radicales.
El doble 5 de Sabella era Mascherano – Gago. El doble 5 que anoche presentó el Patón –Mascherano – Kranevitter– ya había sido utilizado por Martino en el partido contra Paraguay en Asunción (0-0, 13 de octubre de 2015), en circunstancias diferentes. Aquella noche, jugaron Tevez, Lavezzi y Pastore. El Tata utilizó ese doble 5 de guerra porque temía un pronunciado desequilibrio y porque venía de perder con Ecuador en el Monumental. Necesitaba evitar una nueva derrota. O sea, las circunstancias eran diferentes a las de esta noche de limeña.
El mejor Gago podría encontrar su mejor sustituto en Banega o, llegado caso en Pizarro, pero jamás en Kranevitter. El pibe tucumano del Sevilla es un recuperador nato, un futbolista muy ordenado, casi sin fisuras a la hora del retroceso y de pase cercano. Es decir, hace lo mismo que Mascherano. Para que se entienda mejor: Bauza puso a “dos Mascheranos” en medio de defensores y delanteros. Y esa similitud entre Mascherano y Kranevitter condenó al equipo al salto indiscriminado de líneas, al pelotazo de Otamendi o Funes Mori a los de arriba y, por ende, a una noche de las peores en cuanto a control de juego y circulación de la pelota.
“Se puede llegar al gol sin jugar bien”, dicen y tienen razón. De hecho, Argentina se puso 1-0 con un gol de Funes Mori y pudo haberse puesto en ventaja antes por un tiro libre magistralmente ejecutado por Agüero y después, por otro tiro libre, ahora llevado a la práctica por Di Maria. Estamos hablando de un gol y dos chances de pelota parada en un equipo que jugó decididamente mal.
El primer cambio que hizo Bauza –tarde, en medio de la recuperación peruana– encendió alarmas importantes porque dejó al desnudo la mala lectura que el entrenador hizo del partido. Angel Correa es uno de sus futbolistas predilectos (predilección que no comparto, al menos por ahora) y decidió que fuera el primer relevo. La salida de Dybala completó el desconcierto de Bauza y de todos los que estábamos pariendo el partido. El resultado ya estaba empatado y la posibilidad de una victoria estaba ingresando en el terreno de la utopía. Un rato más tarde, la lectura del entrenador coincidió con las necesidades imperiosas del equipo: entró Banega y salió Agüero. Entró el que podía darle la hasta entonces ausente circulación y salió uno de los cuatro hombres de ataque que hacía rato no participaba del juego.
Justamente Banega, inició la jugada que fue la única en 90 minutos que cumplió con los requisitos necesarios como para que Argentina pudiera hacer algo mas de lo que estaba haciendo. Le dio un destino seguro y ambientó la aparición de Zabaleta y el posterior pase del lateral del City a la exacta diagonal de Higuain. Fue la primera y única vez que el equipo encontró circulación y, por ende, encontró llegada clara y gol.
Jugando mal, Argentina estaba ganando en Lima después del ya lejano 2004. Habia que cuidar la ventaja. Con Banega en la cancha, tal vez sería mas fácil tener la pelota ay defenderse con ella. Perú tampoco era gran cosa, pero le tiraban la pelota a Guerrero o a Cueva y ahí las cosas se ponían difíciles para los dos centrales. En un momento dado, Mascherano quiso estar a la moda, dio la pelota hacia atrás y allí todo se desencadenó precipitadamente: Guerrero cortó el pase, se cruzó en el camino de Funes Mori, simuló un empujón y el árbitro Sandro Ricci –con decenas de antecedentes de sensibilidad localista– compró. Cueva hizo el gol del empate. Y ese empate tenía más lógica que la victoria de Argentina. Pero llegó faltando poco y por un penal mal cobrado.
Hay muchas cuestiones a corregir y la principal preocupación, parece, es la lucidez que puedan tener Bauza y sus ayudantes para saber que cosas no funcionaron en Lima. Habrá que ver, por ejemplo, si debe ser Dybala y no Agüero el que esté detrás del 9, si Di María debe estar a la derecha o no estar, quiénes serán los centrales.
Pero lo que nunca debería volver a pasar es que nuestra formación inicial le permita al rival tener la pelota mas tiempo y dejar al equipo tan expuesto a ser lastimado. El doble 5 debe ser con quite y juego y no con quite por dos, sin capacidad de juego. Todo ese futbol que le faltó al equipo y que el DT no leyó hasta el ingreso de Banega por Agüero a los 27 minutos del segundo tiempo es algo que nos deja con una mueca de fastidio y llenos de dudas, cuando las Eliminatorias están por definirse y nuestro ingreso al Mundial no está todo lo claro que quisiéramos.
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