Es difícil que el hincha argentino medio entienda que no importa que la Selección Argentina haya jugado con un rival sin sus mejores figuras. Es difícil explicar lo esencial que es jugar, equivocarse, acertar, volver a equivocarse, volver a acertar, tanto para los jugadores como para el técnico. Aún cuando el equipo empieza perdiendo, como anoche en Boleyn Ground. Aún cuando el equipo juega decididamente mal, como en el primer tiempo. Pero hay que hacerlo. Hay que comenzar a saber estas cosas. El Mundial todavía está lejos, pero la Copa América no. Argentina llegó a la final del último Mundial y la vara se puso muy alta. Hay que ir a ganar la Copa América. Todos los saben o, al menos, lo piensan así. El Tata Martino tiene que meter la idea –claramente diferente a la de Sabella– y después, basándose en esa idea, armar un equipo más o menos estable. Y esta parte es la más compleja. Vuelvo a citar a Sabella: llegó al Mundial de Brasil con el equipo armado y, cuando vio que algunas individualidades estaban física o futbolísticamente en tonos menores a los previstos, tuvo que armar “otro” equipo. De afuera, todo es fácil: “poné a Carlito'”, “que lleve la defensa de River completa, papá”. “hasta que no ponga a Mancuello no va a jugar bien”, “¿Cuándo va a tener una oportunidad Barovero, che?”, “El mejor 3 del pais es Orbán”… Cuando uno anda dos o tres días seguidos con la Selección por el mundo, se da cuenta de que la idea está, pero Martino todavía no encontró todos los apellidos exactos para llevar adelante el sistema.
No hay muchos misterios en “la idea”. De hecho, esa “idea” está de moda en el fútbol argentino. Basta con recordar aquel Newell’s campeón de hace un par de años para darse cuenta de qué quiere el técnico. Arquero que juegue, laterales que vayan, zagueros que entreguen la pelota limpia al 5, un 5 criterioso, distributivo y recuperador, dos interiores con buen pie y recorrido amplio, dos extremos y un 9 claro. Esta es la foto, más o menos. La película, en cambio, tiene mucho movimiento. Ansaldi aparece devolviendo una pared en el área croata, Zabaleta llega vacío para conectarse con un pase – delicia de Messi, Agüero va a un costado para que los centrales rivales pierdan referencia, Di María va al hueco dejado por el Kun, Banega llega hasta el área rival para juntarse con Leo… Pero los muñecos se mueven y esto que planteamos, que es la teoría o los movimentos, tiene otro aspecto, acaso el fundamental: al fútbol se juega con una pelota. Y si la pelota está en poder de los rivales y no se la podés sacar, entonces, todo esto deberá esperar y el equipo tendrá que dedicarse a cosas más básicas y menos glamorosas, como correr a los que usan otra camiseta, presionarlos y sacarles el balón. Justamente en este aspecto es donde la famosa idea encuentra su Talón de Aquiles. Al menos anoche, Martino pobló la mitad de la cancha con futbolistas de poca capacidad de recuperación. El DT apuesta a la “presión alta” para ganar la pelota en cercanías del arco rival y tenerlo ahí, acorralado. El problema grave ocurre cuando el rival pasa la línea de esa presión o, directamente, el equipo no presiona. Ante Croacia pasó esto último. Banega y Enzo Pérez hicieron agua en este aspecto y Mascherano quedó solito con su alma contra tres o cuatro croatas que llegaban con pelota dominada. En una de esas situaciones, el pibe Kovacic (20 años, del Inter, excelente condiciones) inventó una jugada maravillosa que terminó con gran definición de Sharbini y el 0-1 de Argentina, muy tempranito, como para picar el partido y que nuestros jugadores remaran bajo presión. Hay una ley no escrita en el fútbol –en realidad, hay millones, pero esta es una de las más usadas– que dice “si le sale la primera, agarrate”. Fue el caso de Messi. En el viaje hacia el estadio del West Ham, conversábamos sobre un “nuevo” Messi. Sin la explosión de sus comienzos, todos suponemos que tendrá que adaptar su juego a esa realidad. No es un drama para los grandes jugadores de la historia. A todos, sin excepción, lo primero que le quitan los años es velocidad, la famosa “explosión”. En el caso específico de Leo, aquellos arranques juveniles con el número 30 en amarillo sobre la camiseta bleugrana del Barcelona sucedían hace 10 años. Y si bien en este par de lustros, la vida de Messi se llenó de gloria, de records y lo convirtió en el mejor de todos, también es cierto que eso produce cierto desgaste. Y que el físico de un jugador de 27 años, con 70 partidos anuales en el nivel más alto más el declive colectivo de Barcelona, con el fin de la era dorada y alguna cuestiones más, se resiente o, al menos, se modifica. Bochini, por ejemplo, siempre decía: “Hasta los 25/26 años, juntaba a los rivales y los gambeteaba con facilidad. Pero me dí cuenta que cada vez me costaba más hasta que un día no los podía pasar. Entonces, empecé a centrar mi juego en el armado, en el pase gol. Y así jugué en gran nivel hasta los 37 años”. Los tiempos han cambiado. La vida de Messi no es como la de Bochini, pero si coinciden en la edad del cambio de paradigma y en el tema de la velocidad que se va perdiendo.
Confieso que cuando Martino me dijo en Dússeldorf que “Messi va a jugar a la derecha, que es donde me gusta a mí que juegue”, desconfié. Me pregunté por qué el técnico de la Selección querría utilizar a nuestro mejor jugador en una posición que ya no habita, que le quedó lejos en el tiempo en su club. Y, sobre todo, me intrigaba el hecho de que Martino viene de convivir con Messi toda una temporada, día a día, entrenamiento a entrenamiento. “Ya lo hablé con él y estuvo de acuerdo”, me completó la frase el Tata en aquella noche alemana, después de un brillante 4-2 en el increíble estadio del Fortuna Düsseldorf. Lo que sucedió anoche en Boleyn Ground parece darle la razón al entrenador nacional. Messi jugó un partido fantástico. No faltará quien piense que esto es exagerado, pero quienes vimos los últimos partidos de Leo en el Barcelona, sabíamos que no estábamos ante su mejor versión, por más que quiera mantenérselo en lo alto a fuerza de records y números. El fútbol tiene estadísticas que explican conceptos y otras que se usan sueltas, sin contenido, para crear imágenes ficticias. La de los records de Messi tienen concepto en su gran mayoría, pero este último record de goles no se produjo con el mejor Messi. Explicaba que iba a tener más goles que Telmo Zarra, pero no que jugaba en los restos de un equipo que intenta retomar algún camino con un técnico que no da pie con bola. Messi ya no corre tan rápido, pero ante Croacia mezcló sus dos versiones. Fue el extremo punzante de la diagonal imparable y también fue el distribuidor de juego. Jamás perdió la pelota. Superó la marca escalonada de Croacia –marca que alguna vez le dio disgustos– y buscó casi con obsesión a sus compañeros. Se enojó con Banega cuando no le devolvió una pared cantada que él mismo había construído y se disculpó con Ansaldi cuando el lateral del Atlético de Madrid hizo de “cordón de la vereda” en una jugada descomunal del 10 y en la definición la tiró afuera. Se lo vio metido, dando indicaciones, marcando el camino de los laterales, recibiendo a Tévez con una sonrisa, dejando solito a Zabaleta con el arquero rival, saliéndose de la raya y yendo a buscar nuevos horizontes. Messi volvió a ser líder de este equipo en todo el sentido de la palabra. Y, sobre todo, fue líder en el juego. Retomó la senda que dejó en el quinto partido del mundial. Fue el mejor jugador de Argentina, ganó el partido por propia cuenta y orden. Sin exageraciones: el partido lo ganó Messi. Metió un gol de penal, pero jugó un partido de esos que desmoralizan al rival , cualquiera sea la estatura de ese rival.
Fue un triunfo estrecho que pudo ser más amplio. Importa ganar para trabajar con tranquilidad. Siempre es mejor ganar que no. Volvió Tévez y tuvo una clara, por gran pase de Di María, pero la vuelta de Carlitos merece un párrafo aparte que le vamos a dedicar más tarde. La noche fue de Messi. La noche fría del este de Londres fue testigo del regreso a lo más alto del podio del futbolista del que más esperamos todos. Verlo a Messi así, en una cancha inglesa típica, en una noche en que las luces parecían irse con “otro”, da placer y devuelve tantas horas de viaje y trabajo invertidas. Messi está de regreso. Celebremos mucho esto, porque con un Messi así podemos soñar en grande una vez más.
https://www.youtube.com/watch?v=4ohd3YhqdJQ
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