Carlitos Tévez se vino para Londres inmediatamente después de la victoria estridente de Juventus sobre Parma. Acá, en el barrio de Canary Wharf, lo estaban esperando con los micrófonos abiertos. Y él estuvo a la altura. Paró, habló, dijo un par de cosas divertidas, otras interesantes, pero, en todo momento, estuvo conciliador. Esta versión “seda” que Tévez muestra a comienzo de ciclo es distinta a la que siempre mostró en tiempos de Bielsa, Batista o Maradona. Aquella versión del pibe de Fuerte Apache era demasiado extraña. Vivía en una eterna contradicción. Era el más ocurrente del mundo o lanzaba una granada que explotaba bien cerca de los lugares en donde se toman las decisiones de la Selección. No había lugar para grises, en el medio de una actitud y otra, no había nada.
Este Tévez es otro, o, al menos, lo parece. Podrán ser los años, tal vez quiera terminar con todos los que creemos (y sabemos) que no estuvo en el ciclo de Sabella por Sabella, por Grondona, pero también por muchos de los futbolistas que hoy están en el Radisson Blu Edwardian New Providence Wharf. La foto de las sonrisas de Messi y Tévez con Biglia como único testigo directo, hablan de un nuevo tiempo. Pero hubo que aclarar mucho de los viejos tiempos. En esos viejos tiempos, la Selección –sin Tévez– llegó a la final de la Copa del Mundo. A la hora de las discusiones internas, a la hora de resolver ciertas cuestiones puertas adentro, esta chapa de finalista pesa. Pero, hoy, la idea es que Tévez esté, bajo reglas ya establecidas.
El Tata Martino, mientras tanto, casi que se obligó a llamar a Tévez, después de tanta respuesta, tanta mención y tanto elogio. A diferencia de Sabella, que prefirió la armonía interna a trabajar de psicólogo remendón, el nuevo entrenador confía en este otro Tévez, en esta madurez que mostró en la primera entrevista apenas pisó el hotel. Todos suponemos que esta madurez es la que tiene a Carlitos en uno de los mejores momentos –sino el mejor– de su carrera de futbolista profesional. Si uno lo escuchaba hablar el domingo frente al río Támesis, jamás pensaría que ese muchacho es el mismo que terminó a los tiros con Ferguson o le hizo mil y un desplantes a Mancini en el Manchester City. O que es el mismo que acusó una lesión para no ir con la Selección a una gira por Oriente. O que es el mismo que, exultante por un título conseguido con Boca, se prendió al canto agresivo contra la Selección que proponía la barra xeneize. O que es el mismo que, después de haber aceptado jugar a la izquierda para tener un lugar en la Copa América 2011, salió quejándose porque Batista lo ponía a la izquierda. Da la impresión de que ese pibe díscolo e individualista quedó atrás, al menos por el momento. Esta etapa de Juventus tiene a un gran Tévez. Pero muchas veces Carlitos juega para “Sportivo Tévez” y quitar esta parte es uno de los desafíos que tendrá por delante Martino,
Si mañana en el Boleyn Ground (estadio del West Ham, primer club europeo en el que jugaron Tévez y Mascherano), Carlitos va al banco frente a Croacia , es probable que Martino haya decidido poner a prueba la capacidad de colaboración de Carlitos para con “el grupo”. Todos van a decir que no, incluido Martino. Dirá que “tengo a Higuaín y Agüero, además” y es cierto. Que Higuaín y Agüero no hayan tenido un buen Mundial de ninguna manera los inhabilita para estar en la Selección. Hoy, en una encuesta entre hinchas de fútbol de la Argentina, perderían en la comparación con Tévez. Es lógico, Tévez tiene la ventaja de no haber estado y, por lo tanto, cualquier cosa que se diga de Tévez tiene la ventaja de que no pasó ni pasará. O sea, tiene la ventaja de la imaginación, que es una de las pocas cosas a las que uno lleva hasta donde quiere. Pero la realidad es que ni Higuaín ni Agüero son menos que Tévez. Seguramente, no son iguales, tienen características distintas y, en ciertos partidos unos y en ciertos partidos otros, serán útiles para el equipo o podrán quedarse afuera. Y la realidad, también, es que una de las mayores dudas que tiene Martino para con Tévez es la capacidad de entrega que el ex jugador de Boca tiene en pos del conjunto que tantas y tantas veces se puso en duda.
Sería fantástico que la Selección Argentina no se apartara del sentido de pertenencia que tanto costó conseguir y que Sabella le inoculó a estos jugadores. Anoche, Lucas Biglia hablaba mucho de “el grupo” y, justamente, es ahí donde la el equipo fue más fuerte en el último Mundial. Sería genial que Martino sentara sus bases sobre ese concepto porque fue ese espíritu colectivo el que nos llevó al partido más importante de los últimos 24 años de la historia de nuestro fútbol.
Los conceptos de “grupo” y “sentido de pertenencia” deberían ser el lema de aquí a la eternidad. De ahí en más, todo es posible. Y si Tévez viene a navegar en esas aguas, bienvenido sea.
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