No debe haber sido fácil para nadie estar ahí adentro, en el campo de juego del Estadio Sausalito, con tribunas llenas de argentinos asustados y colombianos gritando como si con el 0-0 hubiesen sido Campeones del Mundo. El argentino estaba asustado porque es muy futbolero y sabe que estos de partidos de «jugamos muy bien, el arquero de ellos fue figura, nos perdimos diez goles hechos» suelen terminar de la peor manera. Ninguno de nosotros, en la gélida Tribuna de Prensa, quería ver los penales. Juro que di por perdida la serie de penales.
Me niego a hablar de suerte. Si Argentina jugó el mejor partido de toda la Copa América, si mantuvo el rendimiento de punta a punta con algún mínimo bache allá por los quince minutos del segundo tiempo que Martino resolvió con el ingreso de Ever Banega y la salida de Pastore, fue porque todos sus jugadores desarrollaron la idea y superaron con creces la dureza del planteo rival.
Se suele decir que «destruir es mas fácil que construir» y es falaz. En fútbol no se «destruye», sino que se «marca» o se «impide». Y no es fácil hacerlo. Si lo fuera, seguramente todos los equipos del mundo se defenderían mejor de lo que lo hacen. Incluso, los que eligen defenderse con presión alta y con la posesión de la pelota, como la Argentina del Tata. El plan conservador de Colombia (Pekerman es afecto a estos esquemas, aunque no lo crean) y su falta de éxito habla a las claras de lo difícil que es defender. Nuestro equipo tardó cuatro partidos en poder sostener su plan original a lo largo de 90 minutos. Porque es cierto que Colombia propuso un inexplicable plan de juego, pero no es menos real que Paraguay y Uruguay también se preocuparon por cerrarle los caminos hacia sus arcos y que, en esos casos, Argentina fue desmoronándose hasta terminar pidiendo la hora. Y en el caso del partido contra los paraguayos, nos levantaron un 0-2, gracias a la locura generalizada de un equipo sin brújula.
Recordar los partidos de la primera ronda nos ayuda a darle a este partido con Colombia el valor que corresponde. Argentina tuvo vértigo en Di María y pausa –a veces excesiva– en Pastore. Tuvo orden en Mascherano – Biglia, tuvo proyección con criterio en Zabaleta y Rojo y contó con la participación del Kun Agüero en un par de jugadas que pudieron ser decisivas. En medio de esta maquinaria funcionando casi a la perfección, estuvo un gran Messi.
Leo fue el líder absoluto e indiscutido del equipo. A veces, se cometen injusticias con el pibe rosarino porque se le pide que a los diez minutos Argentina vaya ganando con cuatro goles de él. En cambio, el entrega su enorme futbol en forma de liderazgo, lo entrega en un envase de acompañante de Pastore, del Kun o de Di María. Lo entrega yendo a hablar con Mascherano para ver «cómo seguimos ahora», nos lo da pasando entre dos filosas piernas colombianas como un atleta salta una valla. El mejor jugador argentino de la sufriente noche de Viña fue claramente Leo Messi. «Me cuesta hacer goles en la Selección», dijo en las declaraciones posteriores. Pero eso no debe taparnos el resto. El fútbol tiene otros valores. Leo encarna todos esos valores juntos: el del juego, porque lo juega como nadie y el de la lucha por conseguir una vuelta olimpica con la camiseta de la Selección mayor. Esta metido y entrenado como nunca, posee un liderazgo diferente al de Mascherano, pero es irrefutable, porque lidera mientras lleva la pelota en sus pies.
¿Por qué Argentina no ganó en los 90 minutos? Cuesta entenderlo y por ende, cuesta explicarlo. Ospina es un arquero fenomenal. basta con ver los partidos del Arsenal cada fin de semana. EsTa puede ser una razón. Desde Fillol para acá no se ve una atajada doble como la de Ospina ante Agüero y Messi. También hay falta de puntería, nervios… En algún momento las ideas se nublaron. Martino reaccionó rápido mandando a Banega por Pastore. Tévez no hizo demasiado en relación al Kun Agüero y Di Maria se cayó fisicamente. Además, en un momento dado, Pekerman mandó a Arias por la derecha y a Zúñiga por la izquierda. y al cambiar los laterales, Fideo perdió con su nuevo cancerbero. Martino hizo bien en poner al Pocho Lavezzi, aunque lo hizo un poco tarde.
Y volvemos a los miedos del comienzo. No hacer los goles –por la razón que fuere– es muy peligroso. Cuando se inició la serie de penales, todos estábamos convencidos de que la perdíamos. La forma en que habíamos llegado a esa instancia era muy cruel. El equipo dio muestras de reacción y progreso y, sin embargo, entrábamos en una zona de igualdad con un rival que hizo un partido mezquino y monocorde. La brillante ejecución de Messi nos devolvió el ánimo y, de ahí en mas, fue todo adrenalina.
Cuando Carlitos Tévez fue a patear el penal, cuando le dio y cuando la enorme figura de Ospina viajó hacia un lugar diferente al que fue el balón, todos respiramos aliviados. Los malos presagios se fueron al diablo y la felicidad por la victoria nos hizo reconocer el buen trabajo del cuadro nacional en toda su dimensión.
Argentina es el mejor equipo de todos los que quedan en el torneo. Pero la única manera de demostrarlo es con goles. Y eso es lo que le anda faltando.
Aunque mientras Messi pueda caminar, siempre podremos soñar con la gloria.
https://www.youtube.com/watch?v=CPpEI5kZTNs
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