Escribir antes de la final del Mundial fue un desahogo y tratamos de que lo sea ahora, a pocas horas de que Argentina juegue la final de la Copa América. Llegan colegas de todas partes del continente y preguntan: “¿Cómo crees que será el partido contra Chile?”. No tengo idea de cómo va a ser el partido. Antes de pensar en el futuro, que no lo se, prefiero mirar hacia atrás y analizar algunas cosas sin la crueldad del resultado en contra ni el empalagoso resultado a favor. Hace poco menos de un año, estábamos con la historia del Mundial, historia única e irrepetible como todos los mundiales. Los dedos empezaron a caminar solos en el teclado de la compu y escribieron palabras que pintaron una semblanza de lo que había sido el ciclo de Sabella. La conclusión fue que Alejandro armó una corriente de afecto con sus jugadores y, sobre todo, reparó el vínculo de jugadores fundamentales con la camiseta argentina, que estaba dramáticamente roto. Sabella tomó la conducción de la Selección Argentina en un momento caliente, de desprestigio, con pedidos insólitos de la gente y de cierto periodismo que cree que los desaguisados se arreglan con jugadores ignotos o “locales”.
Sabella desoyó a todos y se centró en su trabajo. Tal vez, el hecho de que Higuaín, Agüero y Di Maria no hayan llegado a la final del Mundial en su mejor condición, que el DT haya visto que si el equipo no jugaba de otro modo nos quedábamos por el camino y que los falsos puristas lo señalaran con el dedo como si hubiese matado a alguien, hizo que su trabajo no luciera a los ojos del futbolero medio. Futbolero medio a quien las redes sociales han transformado en un bobo de difícil remedio, vale la pena recalcar. Alguien que no reconoce como un mérito gigante la llegada a una final del mundo después de 24 años es poseedor de una bobera formidable.
Al margen y contra todo lo que pudiera suponerse, la llegada del Tata Martino a la Selección invitaba a pensar doble.
1- “Lo de Martino es facilisimo. Sabella le dejó el equipo armado. Se sienta, prende el control remoto y el equipo funciona”.
2- “Lo de Martino es dificilisimo. Sabella le dejó el equipo armado. Si no sale campeón del mundo, tiene que irse a vivir a Groenlandia”.
Martino es un técnico a quienes “los amantes de la táctica” miran con desconfianza. Los “amantes de la táctica” también son fundamentalistas, aunque tienen un discurso un poco mas complejo, instruido y elaborado que “los amantes del buen futbol”. Pero son fundamentalistas igual. Su paso por el Barcelona, más la interminable barranca abajo en la que entró Newell’s después de su gestión, lo pusieron en la mira. Sin embargo, estas rígidas miradas sobre el entrenador nacional hacen perder de vista el objetivo principal de esta gestión: hay que darle un salto de calidad a la Selección Argentina. Es un desafío notable, heroico, difícil. Martino todavía no llegó a 20 partidos en la Selección Nacional. Es muy pronto para bajar el martillo, a pesar de que está jugando por los puntos. Pero si es un momento para decir –antes de una gran final y en el comienzo del ciclo– que el equipo nacional dio un paso adelante, de los tantos que viene dando del 2011 para acá.
Tuve la enorme fortuna de acompañar al ciclo de Martino en vivo, desde que debutó en Düsseldorf hasta que goleó a Paraguay 6-1, salvo los dos partidos en EEUU que jugó en marzo y los dos de China del año anterior. La relación Martino – jugadores es buena. No es tan cercana como la de Sabella porque son tiempos diferentes y porque el Tata es diferente a Alejandro. Decir “es buena” no es expandir el famoso manto de sospecha. Significa que hay una relación profesional, en la que el entrenador trata de inculcar su idea madre y los jugadores intentan responder a rajatabla. Esto se vio desde el comienzo. Tal vez nunca veamos a Martino bromeando con un jugador, mientras se desarrolla una práctica informal, como se lo veía a Sabella. Capaz que el Tata se acerca más a Jorge Pautasso o al profe Elvio Paolorrosso en esos momentos y, entre todos, piensan en voz alta. A su modo, Martino tiene sus obsesiones y está todo el día alimentándolas. Son obsesiones diferentes a las bilardeanas. El Tata no va a la habitación a las 3 de la mañana a decirle a Otamendi que tenga cuidado con Vargas ni tiene la casa llena de videos. Pero sabe todo de los rivales y lo desvela que el equipo tome la fisonomía que él eligió lo más rápido posible. El asunto de la posesión y la presión alta para recuperar la pelota son dos temas que giran en su cabeza día y noche. Él cree que la mecanización de ambas cosas tiene que llegar lo antes posible para que nadie tenga dudas del equipo y, cuando pasan cosas como la que pasó en el gol de Paraguay, se pone muy fastidioso. En la conferencia de prensa posterior, y aún habiendo ganado 6-1, se permitió marcar un defecto en el retroceso del equipo y dijo, refiriéndose al error conceptual en la salida que terminó en un gol del rival, “la culpa es mía porque yo les pido que hagan eso. Estos errores van a seguir ocurriendo, aunque espero que la próxima vez sea en un partido amistoso”. Arrancó haciéndose cargo y terminó su alocución con cara de “si el 6 nuestro la tira en globo al medio, con Pastore de espalda a su marcador y con toda la defensa abierta, yo no puedo hacer mucho”.
Lo mejor que hizo el Tata fue edificar su historia sin derribar la historia anterior. Los argentinos somos muy de demoler todo para empezar siempre de cero. Martino recibió un grupo armado, en el más amplio sentido de la palabra grupo y con la connotación que esa palabreja tiene en el fútbol. “Cuando ganamos es ‘grupo humano’ y cuando perdemos es ‘camarilla'”, dice un viejo adagio. Aquí basta con ver las fotos. Martino hizo y hace alusión al tema de la relación de los futbolistas fuera de la cancha bastante seguido. “Juegan como conviven”, manifestó en la conferencia de prensa posterior a Colombia. Este grupo lo diseñó Sabella. “¿Sabés dónde me doy cuenta de que el grupo es sano y está bien? En las sobremesas. Son larguísimas…”, dijo un sorprendido Tata en el Meliá Hotel de Düsseldorf, a pocas horas de su debut como DT argentino, que luego fue un 4-2 sobre Alemania. Martino mantuvo esto. Y cuando falta alguno de los más conspicuos integrantes de la “mesa chica” –Lavezzi faltó a un par de convocatorias– se lo extraña y se lo menciona.
Que Martino haya decidido construir sobre bases ya establecidas no implica que vaya a poner piloto automático ni mucho menos. En cuanto al fútbol, las presencias de Otamendi y Pastore son dos cortes de trazo grueso del entrenador. Lo del defensor, porque reemplaza a un tipo muy querido en el plantel como Martin Demichelis y lo del Flaco, a pesar de que su nombre –hasta el momento– está por debajo de los de Messi, Agüero o Di María, es la bandera del cambio y el salto de calidad que quiere el entrenador para este equipo. Hasta el momento y despojándonos de la locura provisoria que pudiera provocara una goleada como la que Argentina le infligió a Paraguay, el Tata está consiguiendo el objetivo. Moldeó a un grupo que él no formó a una manera de jugar que pensó para el cuadro nacional. Después, vendrán las discusiones sobre estilo, pero que el equipo dio un salto de calidad es indiscutible.
En este sentido, la Copa América ya es un éxito para Argentina. Ganarla sería increíble, mas que nada porque esta maravillosa generación de futbolistas no puede quedarse en el testimonio y en lo que podría haber sido. La gente –en muchos casos, la misma gente que dice no importarle el resultado– quiere vueltas olímpicas. Y si no hay vueltas olímpicas, el reconocimiento será parcial o tal vez no lo haya. Alejandro Sabella, refundador de la Selección Argentina, está padeciendo la ingratitud y la ignorancia de una buena parte de la prensa “porque el equipo jugó mal contra Bosnia e Irán”, como si eso fuera todo. A Martino podría pasarle lo mismo si la Copa América se queda de este lado de la Cordillera, incluso de parte de quienes hoy dicen respetarlo y haber encontrado en él a su nuevo Mesías futbolero. Van a hablarle del “tiki tiki inútil contra Jamaica” o la mala lectura de partido que hizo en el debut contra los paraguayos en La Serena como toda opinión sobre su trabajo.
Sin embargo, hay un análisis mas profundo, superior. El equipo tiene una identidad definida. Juega al futbol de una determinada manera. Es cierto que el Tata destila cierto fundamentalismo en alguna que otra declaración, pero es parte de un juego que entendemos todos y que, la verdad, es muy divertido. Es como tirarles un cacho de carne a perros hambrientos.
Estamos en el comienzo de un ciclo. Esta Copa es sólo el primer eslabón de una cadena de compromisos que el cuadro albiceleste deberá afrontar con la misma seriedad y el mismo hambre de gloria que esta tremenda final en el Estadio Nacional de Santiago.
Y como primer eslabón, llegar a una final de Copa América, con argumentos sólidos y palpables, es un éxito insuperable.
https://www.youtube.com/watch?v=w-QIManHXCg
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