De los caminos que el fútbol tiene, Argentina los recorrió casi todos en esta Copa América. Y los recorrió de los modos más diversos. De la holgura con Paraguay en aquel ya lejano comienzo en La Serena a un increíble empate, de la posesión con Uruguay y la apretada que nos pegaron sobre el final con atajada milagrosa de Romero incluida, la posesión inútil e improductiva ante Jamaica en Viña del Mar y, finalmente, el estupendo partido –de punta a punta– contra Colombia, con rendimientos excelentes, muchas situaciones de gol, que un arquero rival extraordinario y los palos evitaron una victoria que parecía inevitable. Los penales, con zozobra, nos dieron el alivio que da la justicia.
¿Dónde ubicar al 6-1 contra Paraguay? Desde ya, en un lugar destacado. Los goles que Argentina no convertía eran más que un karma: eran un serio déficit que ponía en riesgo todo lo bueno que el equipo podría hacer en eso que los periodistas llamamos “trámite”. Para tener claro que la ausencia de goles es un problema y no “una cuestión de suerte” basta decir que el último partido oficial que el equipo nacional había ganado por más de un gol fue el 11 de octubre de 2013, cuando venció a Perú 3-1 en la cancha de River, por las Eliminatorias para Brasil 2014. No es un dato menor. Y si tomamos otro dato, más amplio en el tiempo –de 2005 a la fecha– encontramos que de 68 partidos, la Selección sólo ganó por más de un gol en 18 ocasiones. Esto es harto sabido por los jugadores y, tal vez por eso, cuando Marcos Rojo abrió el partido con un gol (desprolijo, pero gol al fin) proveniente de la ejecución de Messi de una pelota quieta, los jugadores del cuadro albiceleste lo gritaron a morir. Hasta el momento, sus buenos trabajos habían quedado empañados por caídas físicas, perdida del control de la pelota y el partido y, sobre todo, porque cuando se presentó la ocasión, Argentina no cerró los partidos. “Cerrar los partidos” no es meterse atrás, como mal suponen algunos, sino todo lo contrario. Es, justamente, hacer los goles, ponerse a una distancia prudente que evite sobresaltos. Esto y que fue un golazo, explica los gritos, las caras y los abrazos luego del segundo gol argentino, el que construyeron Zabaleta y Messi y remató el Flaco Pastore. El 2-0, supuestamente, nos alejaba del riesgo de que el rival pudiera complicarnos el pase a la final. Y aquí el equipo dio una gran respuesta. Paraguay descontó por un grave error, individual de Otamendi y colectivo de los defensores y los volantes y, lejos de caerse, el conjunto mantuvo la pelota en su poder, no dividió, no cambió golpe por golpe y se mantuvo en orden hasta el final de la etapa.
En la conferencia posterior, Martino fue muy claro: “El equipo ganó 6-1 y estuvo muy bien porque nos venia costando meter goles. Pero no me gustó el retroceso, la manera en la que nos paramos para recuperar la pelota. En esto, el equipo estuvo mejor contra Colombia. El partido anterior fue mejor que este en muchos aspecto del juego y pese a que con Colombia terminamos 0-0 y hoy 6-1. No digo que hoy hayamos jugado mal, pero hubo momentos del primer tiempo en los que el equipo no tuvo la pelota y en los que Paraguay se vino peligrosamente. Los dos goles seguidos al comienzo del segundo tiempo terminaron la historia, los chicos se sintieron mas confiados y llegó la goleada”
Soprende, alegra y tranquiliza la lucidez del entrenador. Estábamos hablando de un equipo que acababa de ganar 6-1 y que había conseguido el pase a la segunda final de un torneo importante en menos de un año y, sin embargo, Martino se permitió hacer un análisis lleno de lucidez. Está muy bien el mensaje de analizar el juego y tomar al resultado como una consecuencia de eso. El hincha bobo que trasunta las redes sociales o habita las tribunas o está boquiabierto frente a la tele, seguramente, es incapaz de entender como al técnico le parece mejor un partido de 0-o que uno de 6-1, pero, la verdad es que el Tata habló sólo del primer tiempo y de un tema puntual.
También pensemos que una diferencia semejante, en este nivel de competencia, es absolutamente accidental. Tiene que pasar lo de anoche: un equipo mete las dos primeras, el otro se derrumba y el que gana 4-1, en este caso, se florea, encuentra espacios y acierta una y otra vez al arco rival. Paraguay, en desventaja, adelantó sus líneas y achico espacios entre los del fondo, los del medio y los de adelante. El problema de esta estrategia fue que cuando Argentina cruzaba la imaginaria frontera de la linea de volantes, quedaba con una gran porción de terreno para que tipos como el Flaco Pastore, Di Maria y, sobretodo y ante todo, Messi, se fueran hasta donde quisieran. Allí, es probable, a Paraguay le pesó físicamente el gran esfuerzo del partido contra Brasil. Cuando todo ya estaba 4-1, el Tata cuidó las piernas de Pastore y lo reemplazó por Banega, justo el cambio que el DT en algún momento pensó para un partido diferente. Martino creyó que, por las características de los volantes paraguayos (a quienes el Tata conoce como pocos), el cuadro del Pelado Diaz iba a proponer un juego de mucha presión, mucho físico y mucho roce. Mascherano estaba al limite con las amarillas y, una mas, lo dejaba fuera de la final. Sin embargo, esto no sucedió. Rojo hizo el gol a los 14, Villar le tapó un mano a mano a Pastore tras gran pase de Messi y Derlis González se fue lesionado al mismo tiempo que Pastore le ponía la rúbrica a una enorme jugada y un gran pase de Leo. Las dos primeras situaciones, le mostraron a Ramón Diaz que sus planes estaban naufragando. La salida del pibe guaraní y el simultáneo segundo gol argentino fueron demasiada desventura como para zafar. El gol que hizo Lucas Barrios alentó alguna esperanza, pero Paraguay, anoche, no tuvo futbol ni solidez ni recuperación ni presión ni respuesta física ni nada. Sólo esperó estoico que toda esa tortura en forma de aluvión celeste y blanco dejara de golearlo para irse a casa.
El segundo tiempo de Argentina fue excelente. Paraguay quedó abierto como una flor y las respuestas y los contraataques del cuadro de Martino lo destrozaron. Messi llevó adelante una tarea acorde con lo que viene haciendo en la Copa. Pastore fue su socio mas lúcido y Di Maria volvió a ser “aquel” Fideo de los arranques inalcanzables. Además, convirtieron el Kun y Pipita, dos que viven del gol y que se alimentan con estas alegrías. Seriamos injustos si no mencionamos a Biglia, fiel escudero del amonestado Mascherano, rey del orden y el equilibrio, a Zabaleta y Rojo, dos cuchillos filosos que la Selección tiene para hacer tajos a los costados de cualquiera que se plante delante y Garay/Demichelis mas Nico Otamendi (a pesar de su yerro de anoche) son paredes que cuesta derribar. Romero sólo aparece en casos de emergencia, como corresponde a un arquero de “equipo grande”. Y aparece bien, la pelota siempre se la queda él. Con estos elementos funcionando como en la pizarra del DT, Argentina se hace imparable, único, potente, avasallante.
Tiene todo lo que necesita para ganarle a Chile y ser el campeón de la Copa América.
https://www.youtube.com/watch?v=8tt1SeVnQ7M
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