Analizar a una Selección –en este caso la Argentina, pero podría ser cualquiera– puede hacernos caer en la tentación de reducir todo a un análisis individual. Por ejemplo, «no me gustó Gago en el segundo tiempo», «Messi la rompió», «Higuaín está fuera de forma», «Mascherano anduvo bien». Es extraño, desmenuzar a un equipo de fútbol así no es incorrecto, aunque es una mirada insuficiente. El fútbol es un juego de conjunto y también exige ciertos conceptos más vinculados a lo que la formación hace que a lo que un jugador pudo haber realizado en términos personales.
Messi es el que merece un análisis individual. Dijimos que el equipo está hecho a su imagen y semejanza y que, en un porcentaje importante, los rendimientos colectivos y el suyo dependen de las cosas que pasen alrededor. Contra Irán, el ambiente fue hostil. Donde Leo ponía la mirada, Argentina estaba en problemas. Miraba hacia adelante y sus socios Agüero e higuaín estaban asomados por detrás de camisetas rojas iraníes. Buscaba a sus laderos Di María y Zabaleta y ambos estabaN preocupados porque los volantes laterales rivales se paraban cada vez más adelante. Përo no estaban en el radar del 10. Messi se desesperó, intentó hacer solo lo que sus compañeros no podían brindarle y las cosas salieron como salieron. Sólo se pudo romper el cerco de Carlos Queiroz en el minuto 91.
Contra Nigeria fue diferente. Lo primero que se viene a la cabeza es que la Argentina crece cuanto más alta es la entidad del adversario. Claramente, el cuadro africano es el mejor de los tres rivales que tuvo que enfrentar en esta serie inicial. Caminando las 9 cuadras que separan el hotel Blue Tree del estadio Beira Río, pensaba que Argentina iba a tener más chances y un juego más fluido que contra Irán. Nigeria no está en su mejor momento –estuvo mucho mejor en los 90 y a comienzos de 2000– pero tiene jugadores importantes, empezando por Obi Mikel y siguiendo por el arquero Enyeama, Yobo, Odemwingie y el tal Musa, volante izquierdo que le da con derecha y que nos hizo dos goles, uno de ellos en la categoría de golazo y el otro, aprovechando un pésimo pase atrás de Gago con todos los defensores saliendo. Nigeria no está, ni por asomo, en la elite del fútbol del mundo, pero cuando tienen la pelota tratan de jugar asociadamente y llegar a posiciones ofensivas con mucha gente. Acá hay otra diferencia grande con Irán: Nigeria no jugó de contraataque, sino que le discutió la posesión y el control a los volantes argentinos. Irán jugó a apretar en el medio, a levantar una muralla en la puerta de su área cuando sus volantes eran superados y a salir hacia Romero en rápidas réplicas. Nigeria, cuando atacó, lo hizo con más gente.
Esto fue bueno para los nuestros. El ataque asociado pretendido por el cuadro de camiseta verde liberó espacios para Messi y sus compañeros. Justamente Lío estuvo cómodo, notó que Higuaín estuvo más activo, que Lavezzi pudo hacer diferencia con el lateral izquierdo nigeriano y entonces, con ese ambiente propicio, con ese «todo está en su lugar» tan importante para que Messi pueda desarrollar su genio en plenitud, Argentina fue ganando terreno, espaldas rivales y exigió al arquero contrario como no lo había hecho en los dos partidos anteriores ante adversarios menores. La clave de la mejoría –que no da para abrir un champagne, pero alivia– es esta, el espacio que el equipo tuvo.
Decir que «Messi salvó a Sabella» es una visión precaria. No en todos los casos los equipos que integraban Maradona, Cruyff, Pelé o Di Stéfano jugaban bien. Muchas veces ellos acudían en ayuda del conjunto, eran una imaginaria mano fuerte que te rescataban de arenas movedizas. De Lío también se espera eso. Y lo está haciendo. Que lo haga no significa que esté todo mal y que lo único que funciona bien es Messi. Sabella es el entrenador que lo hizo sentir más cómodo.
Es inevitable trazar un paralelo con Bilardo, Maradona y lo que pasó en el 86. Tres años antes, Bilardo se presentó en la casa maradoniana de Barcelona y fue muy clarito: «Diego, vas a ser el capitán del equipo y voy a armar el equipo a tu alrededor». A partir de ahí, Maradona se sintió parte fundamental de la historia. Y esa historia terminó como terminó.
Sabella actuó de manera idéntica. Viajó a Barcelona, tocó a la puerta de la casa de Lío Messi un día de 2011 y le dijo: «Lío, vas a ser el capitán y voy a armar el equipo a tu alrededor». A partir de ahí, Messi se sintió parte fundamental de la historia. Acá hay diferencias: los caracteres de Maradona y Messi son diferentes, las historias y los escenarios de Diego y Lío son diferentes. Para Messi, este fue el espaldarazo más importante de su vida como jugador de la Selección Argentina. Y este apoyo es mérito exclusivo de Sabella. Diego jugó 4 Mundiales y sólo en uno fue campeón y en otro, subcampeón. Casualmente o no, los dos con el mismo técnico. Curiosamente o no tanto, en 1982 y 1994 participó de dos de los más grandes fiascos de la historia con planteles que metían miedo a los rivales con la sola lectura de los apellidos en el diario.
La lesión de Agüero tal vez actúe como un empujón a ese armado del equipo en pleno Mundial. Vuelvo al paralelismo con el 86. En el primer equipo que puso Bilardo –estadio Olímpico 68, vs Corea del Sur, 3-1– había dos laterales definidos: Clausen y Garré. En la foto del cuadro Campeón del Mundo no están. En cambio, hay tipos como Cuciuffo, Enrique y Olarticoechea que ni figuraban en los planes iniciales. Argentina empezó el 86 jugando con 4 en el fondo y terminó con un 3-5-2 que innovó las cuestiones tácticas de entonces. No todos llegan igual, no siempre las cosas son como uno cree.
Este equipo de Sabella llegó con Agüero e Higuaín como estrellas y como parte de un proyecto de juego tan osado como riesgoso. El Kun jugó mal los partidos en los que estuvo y ahora parece haber quedado marginado del torneo por un desgarro que nadie se anima a llamar desgarro. El Pipita empezó el segundo tiempo del partido con Bosnia con más de 40 días de inactividad y recién contra Nigeria, tuvo movimientos más o menos parecidos al del temible delantero que vemos cada fin de semana en el Napoli. El técnico intentó sin éxito un 5-3-2 y así que debió volver al 4-3-3 (o 4-2-2-2 o 4-3-2-1). Ahora, sin Agüero, se presenta otro dilema: ¿Lavezzi (que tuvo un muy buen partido) sigue como titular o mejor reforzar la mitad de la cancha con un volante externo con llegada del tipo Enzo Pérez, Augusto Fernández o Maxi Rodríguez? Según dijo Zabaleta después del 3-2 sobre Nigeria, «sufrimos porque decidimos tomar ese riesgo. Los cuatro de arriba pueden ganar el partido en cualquier momento y, sobre todo Lío, que está haciendo un gran torneo».
Cuando Bilardo armó el equipo del Mundial de México, puso a Diego en el medio y lo rodeó con diez jugadores, como en un imaginario sistema solar, en el que Maradona era el sol y los otros diez los planetas. El diseño de Sabella es similar, al menos en el concepto. Messi está en el centro de un plan claro. Hay que hacer un equipo en el que Messi se sienta seguro. Da la sensación de que Lío lo está. Y que cuando el 10 no ve las cosas en su lugar, quiere resolver todo por su cuenta. A veces puede, pero muchas veces no.
Contra Nigeria –de a ratos– vio todo ordenado. Messi nos alivió. Ese alivio llegó en forma de compromiso, de pase-gol, de voz de mando. Y de conexión con Sabella.
Ahora sí. Llega el momento de Plata o Mierda. Argentina parece estar en un tono que puede llegar a ser una música maravillosa si todo sigue de menor a mayor.
Argentina parece estar en un tono que a Messi le suena bien. En definitiva, eso es lo que todos esperamos.
Creo que en este mundial se vio mas que nunca lo importante del sorteo de grupos. Si nos regimos por actuaciones Argentina hoy estaria peleando su clasificacion de haber contado con equipos mas competitivos. En el mundial del 82 si bien era otro sistema nos toco una segunda fase con Italia y Brasil. En el 2002 con inglaterra, suecia y nigeria, un nigeria aun poderoso. Costa rica, uruguay, chile y mexico bailaron con escenarios muy desfavorables pero con equipos fuertemente constituidos. Si despues de vender y vender y vender jugadores al exterior, tener el peso de haber tenido a Maradona como el mejor de todos los tiempos y a Messi como el mejor de la actualidad, tener en nuestra mochila jugadores como Kempes, Bochini, RIquelme, Veron, DIstefano, entre muchos. Si nuestra historia futbolera se reduce a armar un equipo entorno a un solo jugador, o estamos en una devaluacion de nuestra historia, o nuestra historia siempre fue que nos salve el caudillo. Personalmente opto por la segunda.