“En el partido contra Jamaica, Leo Messi cumplirá 100 partidos con la camiseta de la Selección Argentina. Solamente 4 jugadores pasaron la barrera de los 100: Zanetti (145), Ayala (115), Mascherano (113) y el Cholo Simeone (106). Debutó en la Selección Mayor el 17 de agosto de 2005 frente a Hungría, en un amistoso, pero jugó apenas unos segundos. José Pekerman dispuso su ingreso por Lisandro López. En su primera intervención, intentó liberarse de un agarrón de Vilmos Vanczak y el árbitro Markus Merk lo echó por agresión”.
El encabezamiento es una crónica fría, llena de números. Messi tiene los mejores números. En el Barcelona, ni hablar. En la Selección también. Lleva diez años jugando en el cuadro nacional mayor. No siempre fue reconocido como corresponde y esto tiene responsabilidades compartidas, pero, también, algunas circunstancias que hicieron que Leo Messi y su mundo se crearan lejos de la Argentina.
Eso es algo que el hincha de futbol no alcanza a medir. Messi apareció en La Masía porque ni Newell’s ni River quisieron pagar un tratamiento para combatir una deficiencia en la hormona del crecimiento. Eran 900 dólares mensuales. Barcelona se lo llevó, lo vio jugar y lo adoptó, por consejo de Carlos Rexach. Es lógico que allí Leo se sienta en su casa porque Barcelona –el club y la ciudad– es su casa. Tiene 27 años y vive ahí desde los 13. La mitad de su vida fue en Barcelona. Así y todo, uno lo escucha hablar hoy y suena tan rosarino como Alberto Olmedo.
Sin embargo, jamás le sacó el cuerpo a la Selección. Es cierto que durante un tiempo, “jugaba bien en el Barcelona y mal en la Selección”. Allí, fue cuando surgieron las explicaciones más sensatas (“la Selección y su conducción están a la deriva”) y las más estúpidas (“no sabe la letra del himno”). Messi, sin embargo, nunca dejó de aceptar la convocatoria. Pekerman lo relegó en el Mundial 2006. Pasaba sus días con su gran amigo Oscar Ustari, el estupendo arquero que bancó la parada en el Mundial Juvenil de Amsterdam, en 2005. Los grandes le hablaban poco y nada, en general, salvo Roberto Ayala, que era quien más se le acercaba. En esos tiempos de Pekerman, el líder era Riquelme, al igual que en el segundo mandato de Coco Basile. En ambos ciclos, Leo fue un actor de reparto y eso le generó cierta incomodidad que prefirió no manifestar públicamente. En el caso del ciclo de José, “era muy pibe”. En el tramo final del Coco, era el equipo de Román y moverse de ahí le hubiese traído problemas. Después, a Basile se le vino la noche con el plantel cuando tocó a Heinze, uno de los mas queridos. Pero esa es otra historia.
Leo siempre parecía callado y sumiso. Siempre se dijo que “los argentinos quieren ser como Messi, pero son como Maradona” por ese volcán de opiniones que es Diego y por esa mansedumbre que transmite Messi cada vez que se lo escucha hablar. Mansedumbre que, de ningún modo, implica sumisión. Messi fue responsable, por ejemplo, de que Sabella bajara las banderas del equilibrio y pusiera a “Los 4” (Messi, Higuaín, Agüero y Di Maria) para afrontar las eliminatorias para el Mundial 2014. Leo volvió a jugar en la Selección después de que fuera silbado una noche en la cancha de Colón como nunca en su vida, en un 0-0 con Colombia, en la nefasta Copa América 2011. Muchos creímos que no volvería a ponerse la camiseta celeste y blanca. La mayoría de nosotros pensó que la única camiseta de su vida, tras esa noche de bochorno en Santa Fe, seria la azulgrana del Barça.
Pero Alejandro Sabella logró explicar y explicarse y desde 2012, Argentina volvió a tener una Selección confiable, con jugadores bien enfocados y con ganas de venir a jugar “para nosotros”. Messi fue y sigue siendo el capitán y la bandera, desde entonces. En 1983, Bilardo fue hasta Barcelona –siguen las casualidades– para ver a Maradona. Le dio la cinta de capitán y le puso el cuerpo a las criticas que pedían que siguiera Passarella con esa distinción. Bilardo sostuvo a capa y espada su decisión. Sabella también. Messi luce la cinta como pocos. Como llevó la cinta Maradona lo sabemos de sobra. Leo creció en edad y en carácter y, según vemos hoy, creció como futbolista, aunque parezca imposible.
Esa es la base de todo. Cuando se compara a Leo con Diego, es un honor, porque es con el único que se lo compara. Ni siquiera admite una relación con Cristiano Ronaldo, el que lo sigue en la lista de “mejor del mundo” o con fenómenos como Pelé, Di Stéfano o Zidane. A algunos les gusta mas Maradona, a otros Messi. Pero es con el único que resiste una comparación. Compararlo únicamente con Diego habla de Leo como futbolista. Lo define y lo mensura.
Es probable que Messi transmita cosas diferentes a Maradona. La forma de ser de Diego, sus orígenes –diferentes 1000 x 1000 a los de Leo– , su verborragia y el gol a los ingleses lo ponen un nivel emocional y de identificación que quizás a Messi le cueste alcanzar. Leo no tiene historia en el fútbol argentino. Dice ser hincha de Newell’s, pero nunca jugó en el cuadro rojinegro. Diego es de Boca, jugó en Boca y salió campeón con Boca. Por esta misma razón, hay una buena parte del público que tiene un afecto por Tévez que no tiene por Leo.
El lugar común dirá “Messi es el mejor del mundo y es argentino, disfrutémoslo”. Y disfrutarlo es lo que más hacemos. Quienes tenemos mas de 50, vemos en Messi a un jugador que atraviesa todos los tiempos, uno de esos que cuando toma la pelota genera la expectativa de que algo importante está por pasar. Messi es el mejor de un mundo en el que el fútbol es más industria y más negocio que nunca. Por ahí eso le quita cierto romanticismo, que es el que acompañó a Maradona durante su carrera. Pero de ningún modo le saca méritos ni amor por la camiseta celeste y blanca. Es cierto que el ego de las megaestrellas de lo que sea (cantantes, periodistas, músicos, futbolistas) es más alto que la copa de un pino, pero no menos cierto es que Messi podría estar ahora en alguna playa paradisiaca con su mujer, su hijito y el que está por venir y está aquí, en la helada Viña del Mar.
Se sabe que la Selección no es por la plata. La plata grande Messi la gana en todas sus otras actividades. Acá viene persiguiendo la gloria. Viene a jugar “para nosotros”, a intentar ganar la Copa América. Jugó 99 partidos con la celeste y blanca. Metió 46 goles y dio 28 pases – gol.
Cuando termine el partido contra Jamaica, habrá venido 100 veces a jugar para nosotros.
Brindemos porque lo haga 1000 veces más.
https://www.youtube.com/watch?v=6qAJ_X1xLYI
Excelente el artículo , Chavo. Te sigo siempre desde Perú. Abrazo.