Tal vez, José Omar Pastoriza soñaba con que su memoria trascendiera los tiempos y nos acompañara a cada paso, mientras recorremos los años de un futuro que ya llegó. Por ahi, este futuro no es el que soñamos ni, mucho menos, el que soñaba el Pato, cuando se metió de cuerpo entero a liderar el gremio durante la huelga de futbolistas de 1971, junto a Carlos Della Savia (jugador de River, fue dirigente de FAA hasta su muerte, en 2001) y Carlos Pandolfi (padre del Rifle, entonces jugador de Los Andes). Esas posiciones eran carne viva para él. Se jugó la carrera por sus colegas. Es complicado imaginar hoy, que un futbolista consagrado y de renombre como lo era Pastoriza en 1971, se ponga al frente de una discusión con dirigentes y Gobierno Nacional. En ese momento, la AFA, intervenida por el Gobierno Militar de Roberto Marcelo Levingston, pretendía dejar sin efecto el convenio de 1949 y clasificar a los futbolistas como «trabajadores deportivos» en lugar de «trabajadores».
El hombre designado por el Gobierno para «ordenar» la AFA fue Raúl D’Onofrio, padre de Rodolfo, el actual presidente de River. Con él y con Francisco Manrique (Ministro de Bienestar Social) se las vio Pastoriza durante febriles jornadas. Era un gremio fuerte discutiendo con representantes de un gobierno de facto. Agremiados tenia un gran respaldo de los jugadores, creían en Pastoriza a pie juntillas. Y el Pato no los defraudó. El 19 de noviembre de 1971, D’Onofrio y Pastoriza se presentaron ante cámaras y micrófonos a anunciar un acuerdo que seria decisivo en la relación de clubes y jugadores de fútbol. Este convenio se firmó tres días después. Pero, además del acuerdo, el Pato había firmado su salida del fútbol argentino. Se la habían jurado. Como dicen los pibes en los 2020, le picaron el boleto.
El acuerdo de 1949, el que los jugadores lograron modificar y el que los dirigentes no querían tocar, había costado carreras, exilios y un éxodo importante, que incluyó a jugadores de la talla de Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera, Julio Cozzi, Néstor Rossi, Antonio Baez y Reinaldo Mourín. Todos estos futbolistas se fueron a Colombia, cuya liga no estaba afiliada a la FIFA y, por lo tanto, no hacia falta obtener libertad de acción ni pagar el pase. Pastoriza conoció a Pedernera en los años 60 y allí abrevó sus inquietudes gremialistas. Junto a Fernando Bello –arquero de Independiente de los años 30 y 40–, el gran Adolfo había cofundado lo que hoy se conoce como Futbolistas Argentinos Agremiados. Con raíces peronistas en su cuna rosarina, el Pato se interesó y se metió hasta el cuello en cuestiones referidas a los derechos de sus compañeros, primero y del resto de sus colegas después.
Empezó a mostrar su liderazgo en Independiente, en un gran recambio que el club hizo en 1970. A fines de ese año, se completó una salida masiva de jugadores históricos entre 1968 y 1970 que había empezado con Acevedo, Artime, Mura y Ferreiro y siguió con Monges, Bernao y Yazalde. Llegaron nuevas caras, detenidamente elegidas por los dirigentes de entonces: Miguel Angel Raimondo, Alejandro Semenewicz, Agustín Balbuena, Enzo Gennoni, Miguel Angel López, Francisco Sá y Carlos Bulla. Se formó un nuevo grupo y, de ese nuevo grupo, Pastoriza fue el líder claro, nítido, aún para «pares» como podrían serlo Santoro y Pavoni.
Pastoriza tuvo gran influencia en la agotadora Libertadores en 1972 y llegó a participar de las finales intercontinentales que Independiente perdió contra el Ajax de Cruyff. Pero desde que terminó la huelga del 71, la orden estaba dada: el Pato debía irse de la Argentina. La dirigencia de Independiente –en ese entonces, encabezada por el legendario José Epelboim– logró retenerlo un año mas, con el fin de intentar volver a ganar la Copa Libertadores de América. Una vez logrado esto, el club aceptó una oferta del Mónaco y transfirió a su líder y estratega. Pastoriza jugó en el Mónaco entre 1972 y 1976 y se retiró a los 34 años.
Independiente ganó el Metropolitano de 1971, en una recordada definición en la que una victoria del Huracán de Brindisi, Babington, Veira, Doval y el Coco Basile (gran amigo de Pastoriza) por 2 a 1 a un estupendo Velez dirigido por el chileno Andrés Prieto y con un Carlos Bianchi en su esplendor, le allanó el camino al Rojo para ganar un título que no soñaban ni los más fanáticos. El capitán del equipo era el Chivo Pavoni, pero el Pato era líder por naturaleza. Él fue armando la trama entre sus compañeros, en Independiente todos sabían lo que se venía. Pastoriza y sus compañeros la llevaban bastante bien en un club ordenado y sin grandes problemas económicos, pero habia otros clubes que, no sólo no cumplían con sus obligaciones –sobre todo en el ascenso– y rompían los contratos sin decir agua va. Los jugadores tenían sostén legal sólido para ser reconocidos como empleados de los clubes, pero esto era lo que la nueva intervención de la AFA quería finiquitar. Al intentar derogar el convenio de 1949, los dirigentes intentaban que esos despidos fueran menos costosos de lo que eran, sobre todo en términos económicos.
Hablé varias veces con el Pato sobre la huelga del 71. Sabía que era un tema sensible y sin dobleces pata él. Por esa huelga, su primera medida al regresar a Independiente, en 1983, fue dejar fuera del equipo a Carlos Morete. El Pato, repleto de códigos como estaba, siempre dijo que Morete estaba cerca del final de su carrera y que Independiente tenía ahí un reemplazo joven y de las inferiores, José Alberto Percudani. En parte era cierto. Mandinga ya habia debutado con Nito Veiga, y era realmente bueno. Pero lo que el Pato no le perdonaba a Morete era el haber jugado mientras duraba la huelga. Pastoriza entendia que, en 1971, el Puma tenía el suficiente nombre como para plantarse y parar. Lo mismo pasó en 1972, cuando el Pato fue a la Minicopa de Brasil con la Selección Argentina y compartió plantel con Osvaldo Potente y Enzo Ferrero, dos pibes de Boca que reemplazaron a los mayores durante la huelga. Cuando se dirigía a ellos, los llamaba «carneritos». Varias veces debió intervenir Juan José Pizzuti para que las cosas no pasaran a mayores. Pastoriza no perdonaba traiciones o lo que êl consideraba traiciones. El margen de maniobra de dos pibes como lo eran Potente y Ferrero en 1972 era muy estrecho y, aún mas estrecho era, ante un presidente de las características de Alberto J. Armando.
El Pato Pastoriza fue un tipo generoso, que jamás dudaba en meter la mano en el bolsillo para ayudar a un amigo como no dudó nunca en jugarse la carrera para que un pibe del ascenso pudiera vivir mejor. Su compromiso con los futbolistas lo llevó hasta el 2 de agosto de 2004, el último día de su vida, cuando su enorme corazón se detuvo y dejó paso a la leyenda.
Más Editoriales
LA CALABAZA SE CONVIRTIÓ EN CARROZA
EL 24 DE MARZO DE 1976 TAMBIÉN JUGÓ LA SELECCIÓN
BOCA TOCA CON POL