Carlos Tevez y Juan Román Riquelme nunca se quisieron.
El título que Boca consiguió en febrero de 2020 fue el sueño hecho realidad de Miguel Angel Russo y de Riquelme. Para el entrenador, fue el regreso ideal, con una vuelta olímpica bajo el brazo. Para Román, ni hablar: no sólo había sacado del poder a Daniel Angelici, su más encarnizado enemigo, sino que había sido Campeón superando a River en la última fecha del campeonato, como lo hacía un Boca de los 60 o 70 o 2000.Mejor imposible: la dupla Riquelme – Russo, la que obtuvo la última Libertadores para Boca, ganó el primer campeonato que se le cruzó, superando a River. Como no pudieron hacerlo los entrenadores que contrató Angelici.
Es muy elogiable el gesto que Riquelme tuvo con Tevez: «No quiero hacerle a Tevez lo que me hicieron a mí. Los ídolos de Boca deben retirarse en el club». La enorme mayoría del mundo futbolero esperaba que la nueva conducción xeneize le marcara el camino de salida, sobre todo por los vínculos de Tevez con Angelici y Macri. Si uno se ciñe estrictamente al rendimiento Post China de Tevez y que para Riquelme y Ameal, «Tevez es Angelici», podrían haberlo hecho sin problemas. Difícilmente, algún hincha hiciera algún berrinche por la ausencia de Carlitos, a juzgar por sus actuaciones en 2018 y 2019. Y más difícil aún, es que algún hincha de Boca cuestione alguna decisión tomada por Riquelme. Román lo retuvo, lo mimó y el tiempo y el fútbol les dio la razón. Fue un gesto político brillante y tuvo su compensación muy rápido, apenas dos meses más tarde.
¿Tevez es Angelici?
Haciendo una lectura rápida de la política interna de Boca, sí, sin dudas. Quien generó el regreso de Tevez a la Argentina en 2015, apenas a un mes de haber jugado la final de la Champions, fue Angelici. En el mientras tanto, Carlitos y el ex presidente xeneize se reunieron muchas veces en sus casas, con sus familias y generaron un vínculo personal estrecho que derivó, casi por lógica consecuencia, en un vínculo político. Y Carlitos le fue leal a quien lo trajo, a quien hizo el trabajo de seducción y a quien fue a discutir a Turín con Andrea Moratti para traerlo por una plata que Boca pudiera pagar.
En 2015, Tevez firmó un contrato por 4 años. Pocos saben que el proyecto inicial era cumplir 3 años de ese convenio como jugador y, el restante, como dirigente, una idea que lo liga todavía más a Angelici. «Quiero jugar hasta finales de 2018 y dedicar el 2019, mi cuarto y último año de contrato, a trabajar con Daniel (Angelici) para aprender el oficio de dirigente y estar preparado para ser presidente de Boca el día de mañana», dijo Carlitos a su círculo áulico cuando regresó al club. Desde su llegada, hasta finales de 2016 –aún con altibajos– el pibe de Fuerte Apache mostró un rendimiento óptimo que condujo al equipo a la obtención del torneo de ese año, con el Vasco Arruabarrena como entrenador. Y no sólo eso: potenció a Jonathan Calleri de tal modo, que el club lo negoció de manera muy ventajosa.
En febrero de 2016, Angelici decidió cambiar al entrenador. Se fue Arruabarrena y llegó quien fuera un viejo anhelo de Mauricio Macri: Guillermo Barros Schelotto. Angelici (y Macri) habían querido traerlo antes del Vasco, pero Guillermo no pudo romper su vínculo con Lanús. El arribo del Mellizo reavivó antiguas diferencias que jamás superaron. Boca quedó eliminado en semis de la Libertadores de ese año por el modesto Independiente del Valle en la mismísima Bombonera, después de preparar el partido durante 45 días. De esto, Carlitos no salió ileso: no se hizo cargo de un penal decisivo que ejecutó y le atajaron a Lodeiro y, posteriormente, se fue tres días a jugar al golf a Maldonado. Justamente, el gusto por el golf se lo inculcaron Cristian Traverso y Raúl Cascini –uno de los protagonistas del entuerto actual– cuando Tevez era un pibe y recién se asomaba a la Primera División. Mientras Carlitos jugaba al golf en Uruguay, en la Argentina, Boca se consumía en un impiadoso fuego mediático.
Finalmente, aquella idea de «tres años jugando y uno aprendiendo» no se cumplió porque, entre su mala relación con el DT Guillermo Barros Schelotto y una oferta impresionante del fútbol chino del orden de los 40 millones de dólares por un contrato de dos años, hicieron que en octubre de 2016, en el Business Room del Hotel Faena, decidiera irse a China. En octubre, acordó su ida en una reunión muy secreta y en diciembre, la confirmó públicamente, justo en su mejor momento del ciclo de Barros Schelotto. Los periodistas teníamos el dato de que Tevez dejaría a Boca a fin de año por una millonaria oferta de la incipiente Superliga China, pero, como suele ocurrir, escuchamos el famoso «es un invento, Carlitos se queda en Boca». No se quedó. Otro que se enteró casi al final de la historia –y esto si que fue grave– fue Guillermo Barros Schelotto. Su fastidio en la última conferencia de prensa de 2016 lo dijo todo.
Ahí, en ese viaje a China, se partió la relación Tevez – Boca. En el Shanghai Shenhua, Carlitos sólo jugó 20 partidos y metió 4 goles, muy poco para semejante movida. Ese viaje a China fue muy ventajoso en lo económico –incluso, habiendo cobrado menos de la mitad de lo pactado en octubre de 2016– pero no más que eso.
En su estadía del otro lado del mundo, recrudecieron las diferencias con Riquelme, sobre todo por cuestiones políticas internas. Tevez fue despiadado con el máximo ídolo xeneize, en una nota que le dio al periodista Martín Arévalo, de TyC Sports, en junio de 2017.
Entendiendo la parte profesional, la de jugar en donde mejor paguen y el hartazgo de estar en un lugar en donde el entrenador no te quiere, la ida al Shanghai Shenhua acaso haya sido la peor decisión que tomó Tevez en su carrera. El fútbol maneja mucho dinero, pero el dinero no es (o no debería ser, al menos) la única variable a tener en cuenta. Tiene rendimientos, pasión, estadísticas, prestigios que suben o bajan. En ese viaje al otro lado del mundo, Carlos Tevez dejó mucho más que la mitad del contrato, acaso algo más doloroso. Perdió la incondicionalidad de los hinchas de Boca, de aquellos que llenaron la cancha la fría noche del lunes 13 de julio de 2015 en la fiesta del regreso, para quienes le demostraron su amor inmenso, para quienes lo mimaron cuando apareció en la Primera de Boca, rompiendo esquemas, desafiando a la vida que tanto le costó en sus días de Fuerte Apache.
Angelici y Tevez arreglaron el regreso a Boca a fines de 2017 y se concretó a comienzos de 2018. Guillermo Barros Schelotto reunió a los principales referentes del plantel y les dijo claramente: «El presidente quiere que vuelva Tevez. De hecho, ya arregló. Yo no estoy de acuerdo. Se lo dije al Tano (Angelici) y ahora se lo digo a ustedes». Los jugadores que escucharon al entrenador no daban crédito. Pero esto era lo que le esperaba a Tevez en su regreso. Otra vez debía volver a trabajar con el entrenador que no lo quería –con las batallas internas que esto significa– y con la mitad de la gente y la prensa mirándolo con desconfianza.
El viaje a China le costó muy caro a Carlitos, en términos de rendimiento. Podemos estirar ese precio alto a lo que quedó del ciclo de Guillermo y del de Gustavo Alfaro, arribado a Boca en enero de 2019. Independientemente de los discutibles manejos que tanto Barros Schelotto como Alfaro tuvieron con Tevez, no es menos cierto que Carlitos estuvo dos años muy por debajo del nivel que tuvo hasta diciembre de 2016.
¿Es buena la gestión de Riquelme?
Visto desde el exclusivo punto de vista del que se ve casi todo en el fútbol, sí. Designó como entrenador a Miguel Angel Russo. Corrió desde atrás a River en el torneo local, todavía conducido por Gallardo. Lo pasó en la última fecha, ganándole 1-0 a Gimnasia, con gol de Tevez. Hasta eso le salió bien: el gol lo hizo Carlitos, el jugador al que todos creíamos que iba a descartar y que, sin embargo, recuperó y puso de nuevo en valor. Tevez arregló una prórroga y un salario bajo hasta el 30 de junio de 2020. Por eso, ahora estamos en plena discusión.
En donde no parece buena la gestión del Consejo de Fútbol que dirige Riquelme y que integran, como quedó dicho, Jorge Bermúdez, Raúl Cascini y el Chelo Delgado, es en la comunicación. De hecho, este zafarrancho entre Tevez y Riquelme, este recrudecimiento de su desamor, lo produjeron Bermudez y Cascini con declaraciones a los medios. Pero no fue la única mala comunicación. Riquelme decidió cambiar a todos los entrenadores de las categorías juveniles para encarar un proyecto nuevo, esta vez conducido por Navarro Montoya como coordinador.
El gobierno de Boca cambió de signo político, después de 24 años ininterrumpidos. Durante ese lapso, fue un inviolable bastión macrista y Jorge Amor Ameal, el actual presidente, es afín al Gobierno Nacional que encabeza Alberto Fernández. Y si cambió el signo político, es normal que quienes llegan quieran cambiar formas y contenidos de manera completa porque, lógicamente, creen en otras formas de conducción.
El punto aquí es que los anteriores entrenadores de juveniles fueron despedidos por teléfono o mensajes de whatsapp, en su mayoría por Raúl Cascini. Entre los despedidos, hubo gente como Luis Luquez o Sergio Saturno, por ejemplo, que llevaban muchos años en esa función. No se discute aquí si están bien o mal cesanteados. Cada gobierno define los caminos según su parecer y, si Riquelme tiene otra idea de manejo de inferiores, tiene la potestad y el derecho para llevar a cabo esa idea. Lo que se cuestiona son los métodos. Si alguien va a perder su trabajo, hay que decírselo cara a cara. El tipo nunca se va a ir conforme o contento, pero debe irse con las cosas claras.
Tampoco estuvo bien Jorge Bermúdez en la conferencia de prensas de presentación del jugador Carlos Zambrano, diciendo que Boca «necesitamos defensores de verdad’. Imaginen a Lisandro López, Izquierdoz o Junior Alonso en sus casas, viendo a Bermúdez diciendo eso. La comunicación es subestimada en el ámbito del fútbol en general. Y, por otro lado, hay ex futbolistas que creen que levantar una Copa los capacita en todos los rubros. Y están equivocados. Tan equivocados como quien le habló de mal modo a Junior Alonso, cuando el defensor paraguayo no aceptó una quita en sus haberes y estaba en plena negociación. Es por eso que el jugador arregló su vínculo con Atlético Mineiro hace pocos días. Y si bien el arreglo que hizo la CD anterior con Alexis Mac Allister era, cuanto menos, precario, la salida del hijo del Colorado provocó otro tiroteo mediático.
El silencio público de Riquelme es otro grave error de comunicación. Román debió ser el único interlocutor para Tevez. Una excelente decisión de Román puso en valor a Carlitos. Se recuperó, hizo goles, buenos partidos, el gol del campeonato. Toda esta reválida, sumada a su historia, lo pusieron otra vez en lo más alto del plantel. Esto es algo que Román no puede ni debe desconocer, porque es el lugar que ocupó él mismo durante toda su vida como futbolista de Boca. Con el jugador más importante, tiene que hablar el dirigente más importante. Y sin ofender a Amor Ameal ni a Pergolini, el dirigente más importante que tiene Boca es Riquelme, factótum de la victoria electoral de diciembre de 2019. Entiendo que quiera delegar, que tiene a Cascini, Bermúdez y Delgado como emisarios para no desgastarse, pero con la estrella del equipo se tiene que sentar Riquelme y nadie más.
Es muy complicado tomar partido por una posición o la otra porque ambas posiciones están discutiendo derechos y obligaciones y, más que eso, hay en juego cuestiones políticas que exceden al fútbol. Riquelme quería sacar a Angelici, Amor Ameal pretendía limpiar todo vestigio macrista. Ambos lograron sus cometidos, pese a que Mario Pergolini («Se va a ocupar del estadio», dejaron claro no bien empezó la gestión) siempre expresó sus simpatías hacia Mauricio Macri. Pero Mario no pesa aquí y, en el entuerto con Tevez, ni siquiera pesa Amor Ameal. Ahí, el tema se reduce a Riquelme y su gente.
Aunque lo más probable es que Tevez siga al menos hasta diciembre, Riquelme prefiere a Carlitos fuera del club. Tevez representa a Angelici, según la mirada política general y la de Riquelme y sus ad láteres en particular. Sacar a Tevez de Boca terminaría definitivamente con la etapa con la que pretendieron finalizar los socios de Boca votando a Román, el 8 de diciembre de 2019.
Este conflicto no deja en paz a Boca. Y es difícil que encuentre paz, mientras convivan Riquelme y Tevez bajo el mismo techo. Intentarán hacernos creer que está todo bien con fotos y sonrisas, simulando acuerdos satisfactorios. Pero sólo estarán vendiendo imagen. Nunca se quisieron y toda esa furia de años, estalló ahora, después de que a Román y a Carlitos se les terminó la tregua.
Acaso haya llegado el momento de recoger los egos y arreglar las cosas. Boca es demasiado grande para tanta miseria.
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